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CAPÍTULO 7

II. ALBEDO



Una costura hacia arriba. Una costura hacia abajo. Nuestros dedos, fortalecidos gracias a las aguas del río, se mueven sin cesar sobre las pieles repletas de escamas. Miramos el puño de serpientes que hemos podido recolectar en los últimos días, de diferentes tamaños y colores; sus cueros yacen secos sobre las piedras, secándose mientras sus carnes se pudren bajo el sol.

Los huesos nos chasquean, alegres ante la deliciosa tarea que nos trae gratos recuerdos de la larga vida que tuvimos antes en la tierra. Y nuestro encuentro con la Bestia Revestida de Luna ha sido tan, tan satisfactorio, que nuestra boca no hace más que sonreír hasta sangrar.

Él nos llama “Silenciante”, aun cuando ya ha comprendido que ése no es el único de nuestros talentos, porque si por algo hemos sido elegidos para esta encomienda es por nuestra falta de compasión. Inclusive hacia nuestra propia sangre.

Volvemos a pensar en la Bestia Revestida de Luna. Tan bella, tan extraordinaria… el lugar donde alguna vez estuvo vivo nuestro corazón palpita de excitación a través de la oscuridad del agujero en nuestro pecho. ¿Su carne blanca sabrá a hueso entre nuestras encías?

Pero a pesar de nuestro deleite, debemos apurarnos. Sin la lluvia, pronto nos volveremos polvo de nuevo y deberemos depender sólo de ella.

Miramos el cuerpo podrido de Alannah. Arrancamos uno más de sus cabellos para unir otra larga tira de piel. Sus hebras no son de perpetuasangre; son frágiles y se debilitan a medida que pasan las lunas y los soles, pero nuestra magia las mantendrá unidas hasta que sea necesario.

Un remiendo más, y la capa comienza a tomar forma, pero nos falta tiempo. Nos faltan pieles y magia.

Dejamos nuestra encomienda a un lado, y miramos a la mujer, inerte.

Vemos cómo la silueta de una serpiente se mueve en su vientre.

Nuestra extremidad se alarga bajo la tierra, y brota del suelo sagrado. La punta de nuestra espina se posa en medio de los senos de la hembra y se hunde en su carne.

El alba bendice Monument Valley mientras nuestra navaja, gentilmente, comienza a desollar a la contemplasombras.

La nación de las bestias. Leyenda de fuego y plomo

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