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EL PEREZOSO ARGÓN

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Conozcamos al profesor William Ramsay de la Universidad de Edimburgo, químico físico, así como una especie de experto en descubrir elementos químicos, con un total de cuatro en su haber (no está mal para una sola persona, de un total de solo ciento dieciocho elementos). Hacia finales del siglo XIX, Ramsay dio con la pista de otro componente de la atmósfera. En colaboración con lord Rayleigh, descubrió que el nitrógeno destilado de la atmósfera era ligeramente más pesado que el obtenido de las reacciones químicas. La diferencia era solo de una media milésima, pero era lo suficiente para indicar que el nitrógeno de la atmósfera estaba mezclado con algo más. Ese algo era un gas inerte al que llamó «argón», que en griego significa «perezoso». Resultó que el indolente argón constituye casi el 1 % de la atmósfera. Ramsay y sus colegas fueron descubriendo todos los gases inertes: helio, neón, argón, criptón, xenón y radón, un hallazgo de tanta importancia que obligó a rediseñar la tabla periódica para dar cabida a estos elementos nuevos y sumamente vagos. ¿Quieres saber por qué los gases inertes son tan inertes? Porque los sistemas químicos se mueven hacia sus configuraciones de menor energía. La configuración de menor energía de los átomos individuales es aquella en la que el átomo tiene capas completas de electrones de carga negativa alrededor del núcleo de carga positiva. Los átomos pueden alcanzar este estado cortando electrones de otros átomos o donando sus electrones, cuyo resultado es una partícula de carga neta negativa o positiva, llamada «ion». O también pueden llegar a este estado compartiendo con ánimo cooperativo electrones con otros átomos, de lo que deriva un enlace químico llamado «covalente». Pues bien, con los gases inertes no ocurre nada de todo esto. Ya poseen capas completas de electrones alrededor del núcleo, de modo que no quieren ser prestatarios ni prestamistas de electrones ni, desde luego, compartirlos; no, muchas gracias. Se mantienen con actitud engreída al margen, con sus capas completas, observando cómo todos los demás elementos resuelven sus diferencias. Algo así como la Suiza de la química atmosférica.

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