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PREFACIO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA
ОглавлениеSaludos a tu cálida y soleada casa en la esquina inferior izquierda de Europa desde mi fría, húmeda y ventosa casa en la esquina superior izquierda de Europa. Los británicos apreciamos desde hace mucho tiempo el clima de España por sus propiedades vigorizantes, y sus playas y ciudades históricas son para nosotros el destino ideal de unas magníficas vacaciones de verano. Pero nuestros climas, por diferentes que sean, acaban por provocar algo muy parecido: tanto en España como en el Reino Unido, la contaminación del aire es responsable de más de treinta mil muertes prematuras al año.1 En este libro emprenderemos un viaje para entender cómo funciona la atmósfera, por qué nos es tan beneficiosa y por qué, paradójicamente, parece también que nos perjudica tanto.
Treinta mil muertes prematuras al año son muchas, y es lógico preguntarse por qué son tantas. Pues bien, las causas son a la vez parecidas y distintas en España y el Reino Unido. Ambos países, como casi todos los demás, sufren el grave problema de las partículas en suspensión, una de las causas principales de esas muertes. Tales partículas proceden de los vehículos de motor, la industria, la generación de electricidad, la agricultura, las actividades domésticas y, prácticamente, de cualquier otra fuente que quepa imaginar.
Además, el famoso sol de España es el catalizador de muchos más contaminantes interesantes y peligrosos del aire debidos a procesos químicos que se producen en la atmósfera, en mucha mayor medida que los rayos de sol más apagados de los que, de vez en cuando, disfrutamos más al norte. El principal de estos contaminantes es el ozono. Su incidencia aumenta a medida que se desciende hacia el sur de Europa (de él se habla en el capítulo 4). A diferencia de otros contaminantes, el principal problema del ozono no son los altos niveles de polución de las grandes ciudades, donde tal vez pienses que podrías evitar cierto grado de contaminación. ¿Por qué? Sigue leyendo y lo averiguarás.
Vivimos en unos tiempos que asustan, pero también empezamos a saber más de la contaminación del aire y sus efectos para nuestra salud. Y a la vez son tiempos apasionantes para llegar a entender y afrontar el mundo fascinante de la polución: un mundo en el que confluyen ciencia y sentimientos viscerales, tratados internacionales y actuaciones locales, política y tribunales, ideas anquilosadas y conceptos nuevos, incluso cierto clamor de los medios sociales.
Sin embargo, aunque te cueste creerlo, la situación va mejorando. En España, los niveles de partículas en suspensión disminuyeron entre 2001 y 2012, y lo mismo hicieron, en menor medida, los de dióxido de nitrógeno.2 Las razones son muchas. Entre ellas, están los controles de los procesos industriales, las mejoras en las emisiones de los vehículos y el menor uso de carbón para generar electricidad. Es una historia de éxito que ojalá continúe (y se acelere). Sin embargo, la vieja pesadilla del ozono sigue causando problemas, con niveles más o menos constantes o superiores en algunas zonas.
Últimamente, la situación en España, en el Reino Unido y en otros muchos países ha seguido mejorando. Por ejemplo, desde 2018, existe en Madrid una zona de bajas emisiones, pequeña pero efectiva. Y hoy, en 2020, en Barcelona ha empezado a funcionar la mayor zona de bajas emisiones del sur de Europa.3 La zona abarca noventa y cinco kilómetros cuadrados y tiene el loable objetivo de evitar que los vehículos de gasóleo y gasolina más contaminantes entren en la ciudad y en las ciudades cercanas. Afecta a los vehículos de gasóleo de más de catorce años y a los de gasolina de más de veinte. Es una decisión acertada, pero no son muchos los vehículos de estas características que siguen en circulación. Así pues, se puede hacer mucho más para paliar la contaminación del aire en Barcelona y en todas las ciudades de España (esperemos que en un futuro cercano).
Hace poco, se eliminó la zona de bajas emisiones de Madrid, una decisión que fue motivo de manifestaciones que reivindicaban su reposición. Felicito a los madrileños por su compromiso con la mejora de la calidad del aire. Este apoyo popular será fundamental para conseguir auténticas mejoras en la calidad del aire en España y en todo el mundo.
Cada semana se publican nuevos estudios que relacionan la contaminación del aire con más y más problemas de salud. Ya sabemos algo de cómo afecta la polución a los pulmones, el corazón, la vista y la salud mental. De hecho, mientras escribo estas líneas, aparecen pruebas de que la contaminación del aire puede afectar a los huesos.4 También sabemos que la polución incide en los ecosistemas naturales, pero no sabemos tanto sobre sus efectos en los hábitats de la zona mediterránea. Sin embargo, aunque nuestros conocimientos puedan ser incompletos, los efectos de la contaminación del aire en la flora y la fauna no son menos reales.
Así pues, entre todos los graves problemas que nos acosan por todas partes, la contaminación del aire sigue siendo uno de los mayores, de los que más se agudizan y (me atrevería a decir) de los más interesantes. Espero que disfrutes de este libro y que te motive para seguir hablando de la atmósfera, así como para preguntar por lo que hay en el aire que respiras.