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EL AGUA

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Pero dejemos ya los minerales, aunque el helio, por su condición de gas, probablemente sea el mineral que más me gusta: volvamos a la atmósfera. Te habrás dado cuenta de que a veces hay una gran cantidad de agua en la atmósfera, un agua que puede pasar a la superficie de la Tierra en un proceso que los científicos de la atmósfera conocen en ciertas ocasiones como «deposición húmeda», y la gente normal, como «lluvia». La cantidad de agua presente en la atmósfera varía enormemente en los diferentes lugares y épocas. En muchas partes del mundo, la lluvia es un bien preciado que hay que recoger, conservar, cuidar y usar. En otras, incluidas las pequeñas islas húmedas del Reino Unido donde vivo, normalmente tenemos agua más que suficiente, de modo que a veces la desperdiciamos y pensamos que la lluvia es un fastidio, en especial cuando nos impide disfrutar como es debido de las vacaciones o el críquet. Y las lluvias pueden provocar grandes catástrofes, con inundaciones y corrimientos de tierras, así como efectos colaterales como la propagación de enfermedades transmitidas por el agua y el aislamiento de comunidades a las que, en esas inundaciones, no pueden llegar los productos de primera necesidad. El agua de la atmósfera, como veremos, también desempeña su papel en algunos de los importantes procesos de contaminación atmosférica. Asimismo los procesos químicos que tienen lugar en las gotas de agua y en la superficie de las nubes también pueden ser importantes (y no en menor grado para la química del ozono de la estratosfera, un tema del que nos ocuparemos en el capítulo 4).

El aire que respiras

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