Читать книгу Aprender a ser feliz - Mechi Puiggrós de Mayer - Страница 19

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Qué me pasa, Mamá.

Qué me pasa, que antes podía agarrarme de la reja de la ventana y quedarme solo, y ahora no puedo.

Me caigo todo el tiempo, Mamá. Me golpeo las rodillas, mirá mis rodillas. Mirá mis pantalones, todos rotos.

Te voy a decir la verdad, Janito, aunque me cueste, porque quiero que lo sepas: tenés un problema muscular que hace que pierdas fuerza, que tus músculos no puedan estar como antes, con la fuerza de antes, pero no te preocupes. Estamos acá para ayudarte. Mirá a tus amigos y a tus primos. ¿Viste que están siempre pendientes de que no te caigas? ¿No viste cómo aparecen enseguida, aunque tengan tu misma edad, para ayudar a levantarte? Eso es una familia, Janito. La familia te ayuda siempre, te sostiene, te levanta.

Pero no me gusta, Mamá. A veces, pasa alguien y me caigo, me toca apenitas y me caigo.

Es por lo que te dije. Pero no estás solo. Estamos acá para ayudarte. Tu sufrimiento está a la vista, pensá que hay otros chicos que también sufren, pero por dentro. No pueden decir nada, no pueden expresar lo que les pasa. Eso es mucho peor. Tienen que soportar el dolor solos. Ahora vamos a ver al médico por esos estudios que te dije. Vamos en el auto.

Llegamos al médico, esperamos en la sala unos minutos y nos hizo pasar. Cuando entramos al consultorio, Janito me dijo:

Decile, Mamá.

Estaba frente al hombre de delantal blanco y estetoscopio, sentada, mientras me contaba sobre los estudios, los índices de acá, los índices de allá, que todo daba bien, por suerte, que habría que seguir de cerca el avance de la distrofia. Janito se sentó a mi lado y repitió el pedido. En cuanto el médico se dio vuelta a buscar unos papeles, Janito insistió:

—Decile que no me quiero curar, Mamá.

—¿Cómo, Janito? —pregunté, en un susurro, dividiendo mi atención entre el médico y mi hijo.

—Que no me quiero curar, decile, Mamá. Decile.

Intenté disimular la situación. ¿Cómo se le ocurría que yo le dijera, al médico, que mi hijo no quería curarse? Además, Janito insistía a su modo, con intensidad, como insisten los chicos cuando quieren algo. Me tiraba del brazo, me miraba, miraba al médico y volvía a mirarme a mí.

No dije nada, por supuesto. Qué iba a decir.

Eso sí, por la noche, le pregunté a Janito qué había sido todo eso. Por qué me insistía en que le dijera al médico que no se quería curar.

Porque Dios escucha primero a los niños y a los enfermos, contestó. Si yo me curo, Dios ya no me va a escuchar.

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