Читать книгу Aprender a ser feliz - Mechi Puiggrós de Mayer - Страница 8
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ОглавлениеOjalá sueñes cosas lindas.
Lo digo en voz baja. Para no despertarte. Tampoco sé, ni puedo saber, si estás del todo dormida, o si cerraste apenas los ojos para hacer más llevadero el momento. Quizás los ojos se cerraron porque sí, porque necesitan, ellos también, un poco de alivio. Acomodo la frazada, debajo de tu cuello. Ni te das cuenta.
Es lento tu respirar.
Si supieras cuánto quiero tu forma de respirar. La de siempre, la que conocí, la de ahora, la de estos días que llevás en cama. (Ya perdí la cuenta.)
La forma en que nos reímos, los dos. Vos decís que me río con todo el cuerpo, yo te digo que reír es una forma de respirar.
En realidad, lo digo en voz alta porque quiero que sepas que estoy acá, que creo —mirá qué ridículo— que la frase puede funcionar como una señal, como cuando nos disponemos a rezar.
Te hablo, en voz alta y voz baja; o sea, no tan alta como para que te despiertes, ni tan baja como para que yo no lo escuche.
Ya sé lo que me vas a decir: decidite, Gordo.
Me decido por la voz baja, entonces. Se habla bajito, acá en casa. Cada vez más bajito. No sé por qué, si tenés una voz fuerte, de mujer con carácter. Fue una de las primeras cosas que me llamaron la atención de tu personalidad, tu voz. La misma que escuché recién, cuando pediste que bajase un poco la persiana. Te hago caso, por supuesto, pero cuando me doy vuelta, estás dormida, o con los ojos cerrados. Por eso, me acerco, lentamente, y repito: ojalá sueñes cosas lindas.
Lo digo en voz alta, o no tan alta, porque quiero que me escuches, que sepas que estoy acá, que no me fui.
Que olvides lo que pasa.
Me quedo un rato más. Me gusta el silencio que hay ahora, apenas interrumpido por tu respirar.
Percibo un conjunto de voces desordenadas que viene de abajo. Un saludo por acá, un comentario sobre horarios por allá. Cuando confirmo que tu sueño es profundo, bajo las escaleras. Había movimiento antes, ahora no tanto. Había voces, ahora no tanto.
Cómo decirles que no vengan. Sé que lo hacen con amor, para acompañarte, pero es una invasión. La casa se colma de gente que te quiere y lo que necesitamos es estar tranquilos, los dos. Ni idea de cuánto tiempo, el que sea necesario.
Necesito la intimidad que sana, que nos acerca.
El otro día, casi sin querer, leí el prospecto de uno de los remedios. ¿Quién lee los prospectos adjuntos? Nadie, ya lo sé. Nadie se toma el cuidado de desplegar ese papel doblado en varias partes alrededor de un blíster con medicación, pero, bueno, qué le voy a hacer. Lo agarré y lo leí y no te voy a decir nada, me corto la lengua antes de decirte lo que leí.
Se fueron todos los que estaban en el living. Queda una prima, que está hablando afuera, pero ya se va. Camina por el jardín con la llave del auto en la mano, seguro que en cualquier momento se va.
Voy al encuentro de Pepe. Entro en su habitación y me dice: se fueron. Se refiere a tus hermanos, a las visitas que pasaron a verte, a alguna sobrina que vino de afuera.
En los últimos días, la casa se llenó de parientes cercanos, parientes lejanos y amigas.
Qué pasa, pregunta Pepe. Qué pasa que viene todo el mundo.
Tenés razón, le digo. Vamos a organizarnos, Pepe, vamos a volver a la normalidad, voy a hablar con ellos. Está bien la cadena de oraciones, la organización de los rezos, pero necesitamos tranquilidad.
¿Cómo está Mamá?
Duerme, contesto. Tengo ganas de decir que estás soñando cosas lindas, pero solo digo que dormís. Por ahora, estás dormida.