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I. SOBRE EL CONCEPTO DE “REVOLUCIÓN”: UN BREVE REPASO A LA HISTORIA

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Como anticipo, podemos indicar que el término “revolución”, con equivalente o similar en diferentes idiomas (revolution, révolution, rivoluzione, revolução, revoluţie, revolusjon, etc.1), se define –desde un punto de vista semántico– en el Diccionario de la Real Academia Española2 –en adelante, RAE– como un “cambio rápido y profundo en cualquier cosa”, en una de sus acepciones, pero también como un “cambio profundo, generalmente violento, en las estructuras políticas y socioeconómicas de una comunidad nacional”3. En relación a estas dos acepciones anteriores, podemos indicar que, v.gr., la Enciclopedia Británica4 introduce una matización adicional que nos acerca un poco más al ámbito industrial, al definir el término revolución, en las ciencias sociales y políticas, como “una alteración importante, repentina y, por lo tanto, típicamente violenta en el gobierno y en las asociaciones y estructuras relacionadas. El término se utiliza por analogía en expresiones como la revolución industrial, donde se refiere a un cambio radical y profundo en la economía5”. A nuestro juicio, estas tres definiciones son lo suficientemente amplias como para abarcar un cambio drástico y relevante cuyos orígenes pueden tener motivos de diversa índole.

Resulta interesante hacer un breve recorrido histórico por algunas de las acepciones que dan origen al concepto actual, en tanto que éstas resultan clarificadoras de su sentido presente. De este modo, creemos que es necesario recordar que la palabra revolución proviene terminológicamente del latín revolutio, una expresión muy particular que hacía referencia a “dar una vuelta” y que se utilizaba ampliamente durante la Edad Media para hacer referencia al mundo astronómico –para aludir a la rotación de los astros–6. Esta concepción astronómica, sin embargo, no fue popularizada hasta el Renacimiento, en concreto a partir del año 1543, cuando el astrónomo Nicolás Copérnico tituló su célebre obra “De revolutionibus orbium coelestium” (“Sobre las revoluciones de las esferas celestes”; vid. la imagen 1), donde mostraba su teoría heliocéntrica, considerada como el punto inicial o fundamento de la astronomía moderna7.

Imagen 1: De revolutionibus orbium coelestium (1543)*


*Esta fotografía se ha extraído de Wikimedia Commons y fue realizada por el autor Furter.

El empleo más frecuente del término revolución en la actualidad, es decir, el que hace referencia a las transformaciones más o menos radicales y repentinas del orden social o político, parece tener su origen en la Inglaterra de finales del XVII, cuando las clases altas se levantaron contra las inclinaciones absolutistas del rey Jaime II, en la que fue conocida como la Revolución Gloriosa de 16888. Esta nueva acepción del término revolución, no obstante, fue minoritaria y se limitó a algunos círculos políticos e intelectuales europeos9. Fueron los ilustrados franceses de mediados del siglo XVIII quienes generalizaron el uso del término “para describir su movimiento intelectual, básicamente porque querían presentarse a sí mismos como subvertidores del Ancien Régime y como portavoces de un nuevo orden y de una nueva manera de ver el mundo basado en la razón y los nuevos saberes. Es a partir de entonces cuando el sentido más explícitamente político del término empezó a aplicarse generalizadamente a las revoluciones burguesas americana (1775–1783), en primer lugar, y francesa (1789–1799), posteriormente”10.

También podemos afirmar –compilando la producción científica de la doctrina– que, mientras que el término medieval y astronómico hacía mención a un movimiento circular y repetitivo y, por lo tanto, connotaba un cambio cíclico y periódico que, a fin de cuentas, dejaba las cosas tal y como estaban, el sentido moderno sugiere precisamente lo contrario: “un cambio radical e irreversible que comienza un periodo nuevo, una nueva época, en la historia de una sociedad”11. De este modo, se puede señalar que las revoluciones, al contrario de lo que sucede con el movimiento de los planetas alrededor del sol, implican un momento singular de ruptura y establecen una frontera temporal clara y abrupta entre el pasado y el futuro12. Asimismo, son acontecimientos cataclísmicos, traumáticos, y a menudo violentos, con una cierta coherencia interna a pesar de su complejidad y de la multiplicidad de fuerzas o de agentes sociales que pueden intervenir, y se producen de forma repentina y más o menos acotada en el tiempo y el espacio13.

La cuarta revolución industrial y su impacto sobre la productividad, el empleo y las relaciones jurídico-laborales: desafíos tecnológicos del siglo XXI

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