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Vulnerabilidad

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Al llegar a un mundo que no pueden ver ni escuchar, los cachorros recién nacidos se encuentran en un desierto sensorial, necesariamente bien aislados de cualquier brusco sobresalto. Dependen por completo de su madre; sin ella (o un cuidado equivalente por humanos) los cachorros morirán. Anka lo sabe. Los primeros días permanece en todo momento en el nido, y sólo lo abandona para hacer sus necesidades. Como madre, es el vivo retrato de la atención concentrada y fiel hacia cada detalle de la vida de los cachorros, y ello refleja su profundo conocimiento de cuán vulnerables son en esta etapa. Está dispuesta a defender esta vulnerabilidad con la vida.

Un ejemplo. Mientras los cachorros duermen, Anka permanece despierta en el nido, distraída con un hueso masticable de cuero crudo. De repente, alza las orejas y empieza a gruñir con indecisión. Unas voces extrañas llegan a la habitación desde el exterior. De inmediato, sale del nido y corre a través del criadero hasta llegar al patio, ladrando ferozmente en señal de alarma. Deambula de un lado a otro, se le eriza el pelo del lomo y levanta la cola muy erguida. Gracias a esta ilusión natural, parece bastante más grande a los intrusos, unos turistas que, sin darse cuenta, merodeaban demasiado cerca del criadero. Convencidos de que va en serio, se dirigen a toda prisa en la dirección opuesta. Sin embargo, Anka continúa con su aviso, y sus ladridos siguen resonando en las paredes del monasterio durante varios minutos. Sólo cuando está completamente segura de que el peligro ha pasado vuelve al nido junto a sus cachorros, que duermen acurrucados en un rincón, totalmente ajenos al revuelo.

El hecho de que los cachorros yazcan juntos acurrucados no debe interpretarse como una muestra de sociabilidad neonatal. Es simplemente un modo de conservar el calor. Los cachorros recién nacidos tienen escaso control de su temperatura corporal, así que tienden a acudir al punto más caliente del nido. En cuanto Sunny, el primer cachorro, se levanta, inicia la búsqueda incansable de una tetilla, y pasa sin consideración por encima de los demás, como si no existieran. Su agitación origina una reacción en cadena y los cachorros empiezan a moverse alocadamente, luchando por acceder también a una de las tetillas de Anka. La escena confirma que los cachorros no son directamente conscientes de la presencia de los demás cachorros; su comportamiento se reduce básicamente a una serie de actos reflejos innatos, como chupar, gatear, la atracción al calor y la queja mediante la vocalización cuando sufren dolor, hambre, o frío.

El arte de criar un cachorro

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