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4 La luz brilla en la oscuridad

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PERÍODO TRANSICIONAL: 13 - 20 DÍAS

El duodécimo día tras el parto, se vislumbra claramente el primer cambio importante en uno de los cachorros. Kairos, el segundo macho de Anka, empieza a abrir los ojos. Esto indica el comienzo del período transicional del desarrollo, una semana durante la cual comienzan a funcionar buena parte de las capacidades sensoriales de los cachorros. Al contrario de lo que se pueda pensar, no se trata de un logro pequeño. Los ojos de los cachorros no se abren de golpe. En realidad, se trata de un proceso gradual que puede tardar perfectamente más de veinticuatro horas en completarse. Al principio, sus ojos parecen oscuras rendijas pequeñas que parecen suplicar abrirse. A continuación, con lentitud, como si Kairos estuviera despertando de un sueño profundo, se vuelven más visibles, y su color azul grisáceo les confiere un aspecto sobrenatural. No alcanzarán el color adulto hasta las cinco semanas, cuando se volverán más nítidos y distintivos.

Hacia el decimoquinto día, todos los cachorros de la camada tienen los ojos bien abiertos, y con ello aumenta la actividad. Gatean por el nido y chocan continuamente unos contra otros. Aunque ya han abierto los ojos, todavía no ven muy bien. Si iluminamos el ojo izquierdo de Kairos con una linterna de bolsillo, su pupila se contrae; sin embargo, los gestos enérgicos frente a él no provocan reacción alguna, y un movimiento repentino directo hacia él no le hace parpadear. Un cachorro no consigue distinguir con claridad las formas hasta que transcurren veintiocho días, aunque en ocasiones hemos observado que a partir del decimoséptimo día de vida algunos se sobresaltan con movimientos rápidos y amenazantes, en apariencia debido al súbito movimiento de las sombras. Por ese motivo, durante este período tratamos de no hacer movimientos repentinos que pudieran asustar a los cachorros.


Los cachorros aún necesitan dormir mucho durante el período transicional.

El proceso de apertura de los ojos simboliza todo lo que sucede durante este período: una transformación continua y progresiva. Se trata de la primera señal clara del tránsito de la etapa de aislamiento del recién nacido a la existencia plenamente social de un adulto. Es por ello que llamamos transicional a este período. Es una semana de cambios espectaculares. Al final de este período los cachorros habrán recibido, aunque en un grado muy inmaduro, todas las herramientas básicas de la vida: la vista, el oído, el andar, la capacidad de evacuar por ellos mismos, la posibilidad de masticar y un sentido del olfato más fino. Gracias a ello, se volverán mucho más sensibles que antes hacia su entorno.

Durante el período neonatal, por ejemplo, los cachorros no tienen sentido del lugar donde se encuentran. Si tomamos a uno de ellos y lo ponemos a solas en otra habitación, con la misma temperatura que en el nido y en una superficie cómoda, no mostrará signos de estrés, a no ser que esté hambriento. Sin embargo, en este momento, los cachorros de Anka empiezan a tener conciencia de sí mismos y de su nido, y al repetir el experimento con Kipper, observamos un cambio importante. Tras ladear la cabeza en varias direcciones durante un buen rato, de pronto comienza a lloriquear y muestra síntomas de inquietud. El lloriqueo se transforma en un gemido. ¡Queda claro que no le gusta estar solo!


Los ojos de los cachorros comienzan a abrirse.


Los cachorros empiezan a interactuar con los ojos totalmente abiertos

Una vez que tienen los ojos completamente abiertos, empiezan a investigar el pequeño mundo del nido. Al observarlos apreciamos que experimentan la vida por vez primera. Empiezan a gatear hacia atrás, en lugar de limitarse a ir hacia delante, y avanzan con rapidez hacia sus primeros intentos de andar. Este comportamiento refleja el patrón básico que siguen al cobrar conciencia de sí mismos y de su entorno.

Al decimosexto día, durante la sesión diaria de pesado, Oka y Sunny son los primeros en intentar andar. Al tratar de levantarse en la báscula, hacen temblar la plataforma ligeramente y no logran mantener el equilibrio. Sin embargo, esto es sólo el comienzo. Retoman el esfuerzo en cuanto los devolvemos al nido. Sunny se levanta con una extrema precariedad, se tambalea y finalmente da dos valientes pasos hacia delante antes de desplomarse sobre el cuerpo dormido de Kipper, un incidente que provoca un estallido de gruñidos. Sunny gatea hacia atrás con velocidad, ladra con indignación en un tono cómicamente agudo y lo intenta de nuevo. Mientras tanto, Oka es un poco menos intrépida. Se limita a intentar mantenerse en pie sin caerse. Como no se siente lo bastante confiada para intentar andar, termina tumbándose de nuevo, gatea hacia los demás cachorros y se queda dormida. Desde fuera del nido, Anka observa toda la escena con lo que parece ser una expresión de ligera diversión.

La semilla del ejemplo está plantada. Al día siguiente, todos los cachorros menos Yola empiezan a intentarlo, básicamente siguiendo el mismo patrón. Juntos, parecen un grupo de jovencitos aprendiendo a ir en bici. Tienen muy poca coordinación y muchos intentos son fallidos, pero su capacidad mejora día a día. En una semana serán capaces de caminar por el nido sin ningún problema.

En este período empezamos a notar otra cosa: los cachorros comienzan a olfatear alrededor del nido. La mejoría en el sentido del olfato que ha ido teniendo lugar desde el nacimiento estimula su curiosidad, y pronto se olfatean entre ellos y también olisquean el papel de periódico y a Anka. Al tomarlos en brazos y acercárnoslos a la cara, husmean, intentan lamer la piel y nos golpean con torpeza las mejillas. Para reforzar este contacto, colocamos un calcetín viejo o una camiseta sucia de algodón en el nido, de modo que mientras crecen los cachorros estén continuamente expuestos al olor humano.


A las dos semanas y media, dan los primeros pasos vacilantes.

Si tenemos en cuenta que el área olfativa de los perros adultos es catorce veces mayor que la de los humanos, y que en general su sentido del olfato se considera por lo menos cien veces más sensible, podemos empezar a entender el papel que para un perro desempeñan los olores en su percepción del mundo. Mientras que para obtener información nosotros dependemos más de los ojos, los perros lo hacen de su nariz, y aprenden mucho de su entorno a partir de las corrientes de aire que pasan por su camino.

La aparición de los dientes caninos superiores, que pueden palparse entre los dieciocho y los diecinueve días, aproximadamente, está conectada con este aumento de la curiosidad. Este proceso no sólo prepara el terreno para la transición hacia los alimentos más sólidos, sino que es posible que la presión ejercida por los dientes provoque que los cachorros empiecen a explorarse entre ellos. Cuando al decimonoveno día a Sunny le empiezan a salir los dientes superiores, comienza a morder y a lamer a los demás cachorros en las orejas, las patas y en el hocico. Todo esto ocurre a cámara lenta y va acompañado de los primeros meneos de cola. Como en una reacción en cadena, los demás empiezan a participar de ello, con lo que dan comienzo las primeras auténticas sesiones de juego.


Desde el momento en que nacen, examinamos con regularidad sus bocas y sus dientes, una preparación importante de cara al cuidado dental posterior.


Hay que proporcionar variedad de juguetes a los cachorros.

El oído es la última facultad sensorial en desarrollarse, y las orejas se abren hacia los veinte días. A partir del decimoséptimo día, lo comprobamos periódicamente dando palmadas sobre las cabezas de todos los cachorros. El ruido no obtiene respuesta alguna hasta el vigésimo día. En ese momento reaccionan Kipper y, en especial, Oka, que ladra un poco y retrocede, una clara y comprensible expresión de alarma. Sin embargo, pronto se recupera y da varios pasos hacia delante con una expresión inquisitiva al tiempo que masculla suavemente.

Al comprobar si pueden oír, tomamos la precaución de no dar las palmadas con excesiva fuerza, ya que las primeras experiencias pueden dejar, en forma de miedos futuros, una profunda huella en el cachorro. El paso de un mundo silencioso a uno con sonido debe ser lo más natural posible para permitir que los cachorros se adapten de una manera no demasiado traumática.

El tipo de estrés suave al que los exponemos durante esta semana sigue el mismo principio. Nuestro propósito es estimular al cachorro, no traumatizarlo. Hay dos ejercicios que nos parecen en especial beneficiosos. El primero, un ejercicio de elevación, consiste en sostener al cachorro en el aire hasta que empieza a retorcerse y protestar. Entonces nos lo acercamos al cuerpo y lo acariciamos con suavidad para que se calme. Para el segundo, un ejercicio de dominación, lo colocamos sobre una superficie suave, lo ponemos boca arriba y lo sujetamos en esa postura entre diez y quince segundos. Cuando empieza a forcejear y a chillar (¡y la mayoría lo hacen!) lo devolvemos a su posición normal y lo acariciamos con suavidad. En una semana, los cachorros asocian las caricias al fin del estrés. También ayuda a predisponerlos a la presencia de los humanos y a la manipulación, una predisposición que potenciamos durante las semanas siguientes.

Una última consideración: durante el período transicional realizamos una sesión semanal de limpieza para que los cachorros aprendan a ser manipulados y tocados. Les limpiamos las orejas, les cortamos las uñas y les cepillamos ligeramente el pelaje. Al principio, la novedad de la manipulación despierta pequeñas protestas, pero tras unas cuantas sesiones empiezan a disfrutarlo. Prolongamos esta práctica por lo menos una vez por semana hasta que llegan a sus nuevos hogares. Como puede imaginarse, este tipo de manipulación puede marcar diferencias en sus primeros intentos de manipular y limpiar a su cachorro.


Ejercicio de elevación durante el período transicional: al principio se trata de un estrés estimulante y suave a la vez.

Durante esta semana de transición, los recién nacidos empiezan a parecerse más a un cachorro en el aspecto y la forma de actuar. Ya están listos para el paso a la vida social. Esta fase no es sólo transicional para los cachorros, sino también para Anka, cuyo comportamiento refleja un cambio en el papel que desempeña. Al principio, yacía de manera constante en el nido vigilando a sus hijos; ahora modifica la vigilancia, pasa tiempo fuera del nido y descansa mientras los cachorros duermen. También quiere jugar. Durante las primeras dos semanas, ni siquiera su pelota de tenis favorita podía apartarla de sus cachorros. Llegados a este punto, está un poco aburrida y se abalanza hacia la puerta para saludar a su cuidador intentando que la saque a pasear y a jugar. No le preocupa dejar solos a sus cachorros durante breves períodos. Es el principio de su desconexión natural de ellos, un distanciamiento que continuará durante las siguientes semanas y hasta que se valgan por sí mismos.


Programar sesiones de cepillado es una parte importante de la socialización.


Pesamos constantemente a los cachorros para asegurarnos de que crecen a un ritmo adecuado.


Sostener y tocar a los cachorros ayuda a prepararlos para las sesiones de cepillado y los chequeos físicos.

El arte de criar un cachorro

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