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El concepto de alabanza en el adiestramiento canino

Preguntamos a varios propietarios qué hacían para alabar a sus perros. A continuación, algunas de las respuestas:

“Golosinas. Le encantan. Entonces lo acaricio en la cabeza y los hombros.”

“Le doy a mi perro un buen masaje. Se echa al suelo panza arriba y pasamos un buen rato.”

“Puede acariciar todo lo que quiera a su perro, pero nada es comparable a un buen hueso.”

“Hablo a mi perro como si fuera un bebé, luego le doy palmaditas en la cabeza mientras está sentado.”

“Mi perro siempre me está dando empujones para que lo alabe, así que el 90 por ciento de las veces acabo acariciándolo. Parecemos una pareja de novios.”

“Nunca lo alabo, Duke se acerca y ¡consigue las alabanzas! No sé cuántas veces me he derramado el café sobre el regazo por la mañana porque me ha dado un empujón en el codo, ni cuántas veces no he podido leer el periódico por la noche porque me molesta para que le haga caso.”

“¿Es necesario alabar? Es decir, ¿qué más necesitan aparte de buena comida y un sitio caliente donde dormir?”

“Sólo tiene tres meses de edad. Sé que necesita muchos ánimos y alabanzas, pero cuando lo toco se viene abajo y moja por todas partes.”

“Los niños juegan con Yalk todo el día, pero él quiere otro tipo de atención, la que obtiene de mí. No sé cómo explicarlo, pero hablamos, es diferente que con los niños. Puede estar fuera jugando todo el día, pero después de cenar, se acerca muy tranquilamente y hablamos.”

Estas respuestas repasan varios temas: técnicas de alabanza física y verbal, limitar las alabanzas a las golosinas, perros que de manera constante piden alabanzas, propietarios que no se dan cuenta del valor de las alabanzas y perros que son fáciles o difíciles de alabar a causa de una debilidad conductual o genética. Es sorprendente pero a menudo encontramos gente que no entiende qué significa alabar a sus perros: o bien simplemente lo consideran una herramienta útil, o bien se sienten tensos con esta idea. ¿Cuál es el lugar adecuado de las alabanzas?

Empecemos por decir que las alabanzas son absolutamente necesarias. Se trata de la piedra angular de cualquier relación satisfactoria entre perro y propietario. No es una banalidad: una recompensa ligada a un buen comportamiento, por desgracia, éste es el uso más frecuente de las alabanzas. Forma parte de la mala concepción de las alabanzas: la gente las emplea como soborno para obtener un buen comportamiento del perro. Los perros adivinan la intención de este tipo de falta de sinceridad, y van volviéndose sordos a ellas, lo que deja al propietario en busca de la siguiente técnica que solucione este o aquel problema conductual. Pero en una relación satisfactoria entre perro y propietario, las alabanzas son una reacción completamente natural, una actitud instintiva hacia el perro característica de un propietario responsable. Es un modo de relacionarse que el perro capta y al que responde con entusiasmo. El error más común es considerar las alabanzas como una simple recompensa. Las recompensas sí tienen su lugar en el adiestramiento canino, pero no son la esencia de las alabanzas.

Alabanzas físicas y verbales

El concepto de alabar tiene dos caras. Alabar a un perro es una relación física y verbal con el animal que está influenciada por la personalidad específica de cada perro. Combinar ambas en la proporción correcta es una cuestión delicada. Todos los perros necesitan y desean un tipo diferente de alabanzas para distintas acciones. La mayoría de los propietarios entienden que alabar físicamente significa acariciar a su perro, pero sólo pocos extienden cualquier tipo de contacto físico más allá de la cabeza y los hombros (véase el capítulo 24 sobre el masaje). Otros golpean al perro, y algunos acarician a un perro como si fuera un gato. En general, a los perros les gusta el contacto corporal, pero no disfrutan de las palmaditas, golpes fuertes ni tirones.

Es necesario proporcionar las alabanzas físicas según la situación y según el perro. Una vez tuvimos un cliente que estaba adiestrando a su animado labrador retriever con nosotros. Cada vez que el perro se sentaba de manera automática, cosa normal en el proceso de pasear al lado, el cliente se prodigaba en generosas alabanzas. Entonces el perro rompía el siéntate, bailaba, saltaba y en general se volvía loco. “No ha ganado una medalla olímpica”, le comentábamos. “¿Por qué no disminuye el tono de las alabanzas para que su perro pueda sobrellevarlas emocionalmente?” Se trató de un ajuste simple, pero el efecto fue espectacular.

Por otro lado, recordamos otro cliente, un señor tranquilo e introvertido que estaba trabajando con su distante shar pei. Aunque el perro volvía cuando lo llamaba, lo hacía con un entusiasmo tan apagado que el hombre se sentía avergonzado. Le aconsejamos que fuera más animado verbalmente con el perro y que lo acariciara con energía en el cuello y el costado. “Pero si no me sale de dentro”, protestó. Avanzamos muy poco hasta que vino su hija con su nieta. De inmediato sus ojos se iluminaron y las saludó con entusiasmo, abriendo los brazos y hablándoles de un modo divertido. Cuando se lo señalamos, el hombre pareció asombrado, y de repente fue capaz de hacer la conexión. En ese momento, a pesar de ser un shar pei, el perro empezó a salir de su ensimismamiento, mostrando más ánimos y afecto y menos independencia.

Intente combinar las alabanzas físicas con la situación y el perro individual. Evite sobrecargar a los perros activos y animados con demasiadas alabanzas físicas cuando hacerlo puede resultar contraproducente. Al mismo tiempo, deje que se transforme en una respuesta natural cuando necesite sacar a un perro de su ensimismamiento. Un miembro de nuestra comunidad describe cómo combina las alabanzas con una situación: “Cuando se levanta por la mañana, mi perro se estira y se acerca a la cama justo en el momento en que pongo los pies en el suelo. Le sacudo enérgicamente la crin y las orejas, y termino acariciando y dando palmaditas en el hocico”.

Los perros necesitan tanto alabanzas verbales como físicas (o incluso más). Es difícil entender lo que una alabanza verbal intensa puede significar para un perro hasta que no ve cómo reacciona. Al inicio de nuestro estudio sobre los perros, leímos sobre la “animación” y la importancia de variar el tono de voz cuando nos relacionamos con los canes. Pero ningún libro expresaba lo que experimentamos cuando escuchamos cómo se relaciona con sus perros Helen (Scootie) Sherlock, de Caralon Kennels. Normalmente tiene un gran número de pastores alemanes a su alrededor, todos procurando captar su atención. Para empezar, Scootie es muy verbal y habla un idioma especial con sus perros.

En medio de las tareas matutinas, tal vez Scootie no puede parar para relacionarse físicamente con cada perro, pero mientras zigzaguea por la perrera dando comida y agua y limpiando, consigue incluir a todos los perros. Y todos y cada uno sienten de manera personal su atención. De inmediato se animan y centran la atención en su propietaria. Puesto que ésta es la primera reacción del día, empiezan con una actitud de aceptación y una disposición a complacer a Scootie que hace que el resto del día sea fácil para todos.

Preste atención a su técnica: dice algunas palabras introductorias, entonces agrega el nombre del perro en una cadencia aguda. Si al principio el perro no se da cuenta de que está dirigiéndose a él, la inclusión del nombre se lo da a entender con certeza. Con frecuencia es difícil captar la atención de su perro si siempre utiliza primero su nombre de llamada. Pruebe con algunas palabras introductorias alegres.

Scootie emplea un argot común y la jerga de la radio de los ciudadanos porque se siente cómoda con esto y porque proporciona fuertes sonidos de staccato con contrastes tonales claros en sílabas cortas. Hemos descubierto que muchas personas se sienten verbalmente inhibidas y encuentran complicado dejarse ir y hablar con un perro. Lo encuentran ordinario, infantil o humillante. Hemos visto a algunos tipos almidonados reprimiendo sonrisas de vergüenza cuando nos escuchan empezar de repente una canción para uno de nuestros perros, con frecuencia una sintonía personalizada sobre las buenas o malas cualidades del perro. Nuestra hermana Anne tiene un dicho que proviene de nuestra experiencia con los perros: “Cada perro tiene su canturreo”, y hemos visto repetidas veces que este tipo de sintonías mejoran la relación. Los perros “leen” la expresión y el tono contenido en la melodía y responden con alegría. No somos los únicos que lo hacemos, todos los grandes adiestradores animan a sus perros hablando en un tono feliz y vivaz, utilizando frases clave de afecto y repitiendo con frecuencia el nombre del perro. Adiestradores de orígenes y filosofías de adiestramiento tan variados como Diane Bauman, David Dikeman, John Ross, Jack y Wendy Volhard, Ian Dunbar, Brian Kilcommons, Donna Malce y Sheila Booth (por mencionar algunos) incluyen las alabanzas verbales como una parte natural de sus métodos de adiestramiento y en su vida cotidiana con sus perros. Tanto si emplean comida, clickers, juguetes, caricias o nada en el proceso de adiestramiento, los buenos adiestradores manifiestan alabanzas afectuosas y sinceras como una parte natural de la interacción con sus perros.

Otro consejo: las alabanzas verbales no deben estar limitadas al “¡buen perro!”. Varíe las alabanzas. Para evitar una expresión predecible y aburrida, puede preparar toda una lista de palabras y frases de alabanza que comuniquen entusiasmo y hagan que los ojos de su perro se centren en usted y su rabo se mueva enérgicamente. Un “¡sí!” con una intensidad aguda es particularmente eficaz como alabanza cuando su perro hace algo bien. “Ésa es mi chica [chico]”, “genial”, “bien” y “magnífico” también pueden utilizarse de un modo natural para conseguir atención y concentración. Según la intensidad de la respuesta de su perro, tal vez deba afinar el tono de voz; practique y descubra qué provoca una respuesta más favorable.

Dar o no golosinas

La sustitución de las golosinas por alabanzas físicas y verbales provoca cierta confusión acerca de si las alabanzas son simplemente una recompensa por un buen comportamiento o toda una actitud frente a su perro. Las golosinas son un estímulo muy eficaz para ayudar a algunos perros a aprender. También ayudan a mantener la atención y a reforzar una respuesta correcta. Sin embargo, no pretenden sustituir las alabanzas verbales y físicas, que deberían caracterizar la relación con un perro. Las alabanzas deberían ser siempre el medio principal para expresar afecto. Los buenos adiestradores que utilizan golosinas en sus programas abogan de todas formas por las alabanzas verbales y físicas como elementos vitales en el adiestramiento, por lo que nunca se trata de una cuestión de blanco o negro.

Empleadas en un sistema para condicionar durante el adiestramiento de obediencia formal, las golosinas pueden representar un refuerzo positivo potente que mejora la velocidad a la que el perro aprende un ejercicio, así como su disposición a llevarlo a cabo. No obstante, una vez que ha aprendido la habilidad, debería desacostumbrar de manera gradual al perro a ellas, dándoselas cada vez más intermitentemente. Esto mantiene el nivel de interés del perro (dado que espera que llegue una golosina), hasta que al final sólo refuerce con alabanzas cariñosas y evite tener que llevar siempre golosinas y delantales. Utilizar golosinas está proscrito dentro del círculo de la obediencia; de todas formas, tienen sentido para adiestrar a un perro a obedecer de buena gana por el bien de la relación.

Aparte del adiestramiento formal, no hay nada malo en emplear una golosina periódica en una situación informal (por ejemplo, una galleta por la noche). Aquí, en New Skete, a menudo los monjes dan a su perro antes de retirarse una de nuestras galletas para perros, pero sólo si el perro obedece una orden de siéntate o cualquier secuencia de órdenes. Los perros que piden, saltan sobre los adiestradores, roban, se suben en las mesas o muestran cualquier mal comportamiento relacionado con la comida deberían entrar en un programa de adiestramiento de obediencia regular (con acento en el échate-quieto), un horario estricto que limite su libertad (por ejemplo: alternando entre períodos con el propietario, en la jaula, en un corral exterior y de nuevo con el propietario) y situaciones preparadas que permitan al perro “ganar” y así obtener alabanzas afectuosas y tal vez una golosina. Los perros neuróticos juegan con los propietarios con empujones para obtener golosinas, cogiendo la caja de golosinas y dejándola caer en el regazo del propietario y no obedeciendo a no ser que les den una golosina. ¡No ceda ante estos “juegos con las golosinas”!

Una de nuestras normas capitales para tratar a los transgresores conductuales es limitar la libertad del perro mediante la estructuración positiva de su vida para ayudar a situar al perro en una relación apropiada con el propietario. Este planteamiento debe basarse en un adiestramiento de obediencia regular. Si se utilizan golosinas, deberían emplearse con sensatez, tan sólo para motivar al perro para que se comporte de manera apropiada, y siempre deberían acompañarse de alabanzas cariñosas. Nunca utilice golosinas para recompensar un comportamiento que no ha pedido específicamente; nunca ofrezca golosinas desde un sentimentalismo falso que proviene de lástima por el perro o de pensar que es mono, ya que es perjudicial para el perro y sólo intenta complacer su propia necesidad de sentirse bien con usted mismo. Aunque no estamos en contra de ellas, las golosinas deberían reforzar siempre el liderazgo dominante del humano en la relación entre perro y humano e ir acompañadas de alabanzas. La mayoría de las situaciones graves con un perro problemático implican una relación poco satisfactoria y desequilibrada entre propietario y perro, así que si su perro entiende los ejercicios básicos y todavía se aprovecha del propietario, sugerimos que suspenda las golosinas hasta que el comportamiento del perro sea aceptable y la relación esté más equilibrada.

Otra sugerencia: en lugar de las golosinas comerciales para perros, pruebe a prepararlas usted mismo. Un estímulo relativamente barato y eficaz es una salchicha. Nosotros las cortamos en trozos muy pequeños y luego los empleamos según se necesiten en una sesión. A la mayoría de los perros también les gustan las salchichas de hígado (enrolladas para que sean pequeñas exquisiteces), el pollo, los trozos de jamón de York y, a veces, el queso guardado en el delantal de adiestramiento. Si quiere una golosina fuera de las sesiones de adiestramiento en un día caluroso, pruebe con un cubito de hielo. Algunos gourmets dejarán que se derrita en el suelo, pero a muchos perros les encanta lo crujiente que es y lo frío que está. Ayuda a evitar la deshidratación y es una golosina mucho más barata que los productos comerciales, y suele disponerse de una reserva ilimitada.

Propietarios en contra de las alabanzas

Algunos propietarios no se dan cuenta del valor de las alabanzas, o quizá incluso tienen unos prejuicios muy arraigados contra ellas. De vez en cuando tenemos algún cliente puritano que declara categóricamente: “Los perros no necesitan alabanzas. Los echan a perder y hacen que se aprovechen de sus amos”.

Un hombre que pensaba así quiso saber si podíamos enseñar a su cocker spaniel la orden échate en respuesta a la tos. El señor explicó que quería el control total del perro, y que no quería tener que molestarse en dar al cocker una orden, así que pensó que la tos tipo “ejem” podría hacer lo mismo. Entonces nos lo demostró aclarándose el cuello de forma provocativa. Nunca alababa al perro ni verbal ni físicamente. “Mi familia tiene muchos perros —explicó—, y ninguno de ellos necesita que lo abracemos cada dos segundos.” Los niños de la familia estuvieron sentados rígidamente durante la entrevista, y no dijeron nada. La mujer contradijo a su marido un momento y éste le lanzó una mirada para que se callara, aclarándose la garganta del mismo modo provocativo. Le explicamos que los perros necesitan órdenes vocales y señales manuales para entender con claridad lo que se les pide. La idea de la tos no era posible, en especial en una relación entre perro y propietario que ya era defectuosa y estaba plagada de problemas de mascar y de ensuciar en casa. Por suerte para los perros, es poco frecuente encontrar este tipo de propietario autocrático.

Dificultades conductuales y genéticas

Algunos perros presentan problemas conductuales o genéticos que hacen que las alabanzas sean complicadas. Ya hemos mencionado el perro que juega al “juego de las golosinas”, lisonjeando al propietario para que le dé exquisiteces. Algunos perros que se creen el líder piden constantemente afecto y alabanzas, dando empujoncitos a sus propietarios, saltando, cantando a la tirolesa y haciendo la vida imposible hasta que lo consiguen. Este tipo de perro parece querer ser siempre el centro de atención. En el momento en que el centro de atención cambia a otro lugar, como ocurre a menudo cuando llegan visitas o el propietario está hablando por teléfono, este perro empieza el “juego de la atención”. También da empujoncitos y golpea a las visitas, a veces en la zona genital, hasta que se dan por vencidos y acarician al perro. El perro se niega a echarse y si se aísla, provoca daños. A menudo el propietario ha sobrecargado emocionalmente al perro tolerando el juego de la atención. La solución debería incluir un programa sistemático de obediencia básica, al menos el ven, siéntate y quieto y reordenar la relación para que solamente se proporcionen alabanzas en respuesta a una orden que ha obedecido, como siéntate, ven o quieto.

Con frecuencia los defectos genéticos complican el hecho de dar alabanzas. La micción sumisa de los cachorros y a veces de perros mayores a menudo ocurre en respuesta a las alabanzas físicas. Ignore este tipo de comportamiento e intente cambiar a alabanzas verbales más ligeras en lugar de las alabanzas físicas hasta que el perro desarrolle un mejor control de la vejiga. No discipline la micción sumisa, ya que no se trata de un problema de ensuciar en casa.

Otros perros proceden de linajes que son tan hiperactivos que las alabanzas provocan temblores y nerviosismo excesivos. De nuevo, con este tipo de perro intente desarrollar unas alabanzas verbales tranquilas y discretas. Estos perros no son duros de oído y pueden responder bien a alabanzas dadas casi como un susurro. Algunos perros tienen un ataque de nervios cuando reciben alabanzas físicas. Por lo general, las alabanzas verbales cariñosas y moduladas apropiadamente no provocan la misma respuesta. Las alabanzas físicas para los perros nerviosos deberían darse sólo cuando el perro haya respondido a la orden siéntate y esté sujetado. Entonces pueden controlarse los saltos.

En resumidas cuentas, alabar es más que ofrecer golosinas, más que una palmadita física ocasional y más que una recompensa por las buenas acciones. Alabar es una actitud, una postura. Los perros que viven en una atmósfera de alabanzas llegan a amar la voz humana. Aceptan y confían más. Los desconocidos pueden acercarse a ellos y no son agotadores. Los perros seguros de las alabanzas de sus propietarios no viven al borde de un abismo emocional, ni buscan continuamente atención ni se enfadan cuando no la obtienen. Si las alabanzas forman parte de su actitud hacia su perro, tiene por delante una relación rica y excitante.

Cómo ser el mejor amigo de su perro

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