Читать книгу Un verano en Glassmooth - M.R. Marttin - Страница 16
TRECE
ОглавлениеUna brisa ligeramente fresca acariciaba su rostro. El sombrero se lo quitó hacía ya rato, bajo la atenta mirada de una Sally divertida y un James sonriente. Desde que salieron a cabalgar, un apretón constante se había instalado en su pecho, como un nudo rudo y amargo.
Desde el fatídico incendio que mató a sus padres y calcinó la pequeña casita en la que vivían, llevándose a todos los animales, los recuerdos, las vivencias y los momentos de felicidad, Brook no había vuelto a subir encima de un caballo. Pero aquellos dos chicos estaban haciendo su mejor trabajo, sin saberlo, por mantenerla con el ánimo estable.
—Los páramos que rodean Glassmooth también pertenecen a nuestro hermano.
Sally había pasado la tarde entera recitando la lista de tierras y pertenencias de su queridísimo hermano mayor. Brook, que empezó asintiendo e interesándose, más por cortesía que por otra cosa, terminó rodándole los ojos a una Sally que desde su comienzo había estado buscando ese tipo de reacción.
Se hablaba muy bien de Brook en la mansión, pero Sally sabía que había algo más. La miraba cuando nadie estaba hablándole, cuando creía que nadie podía estar viéndola.
El modo en el que hablaba con su tía, el modo en el que su tío le besaba la frente. El modo en el que ella reía despreocupadamente con ellos. Solamente con ellos.
Y el modo en el que, si le tirabas de la lengua, te soltaba algún comentario de lo más divertido. De esos que Evangeline desaprobaba de sus hijos y tanto abundaban cuando se reunían los tres.
Le gustaba Brook.
—Sally, la señorita Daugherty va a aborrecer a nuestro hermano como sigas alardeando de todas sus riquezas —dijo James con una risotada después de ver la rodada de ojos de Brook.
—Creo que ya lo hago —murmuró ella provocando más risas.
Los hermanos Benworth eran de lo más peculiares. Había veces que no sabía si estaban bromeando o hablaban en serio. Otras se le pasaba por la cabeza que tal vez Sally tramase algo.
—Monta a la perfección —dijo James frenando su caballo para ponerse al lado de la yegua torda que le habían dejado a Brook.
—Gracias. —Sonrió—. Ustedes tampoco lo hacen nada mal —bromeó.
—¿Echamos una carrera? —dijo Sally girándose con unos ojos brillantes.
—¿Estás demente? —farfulló James. Brook pudo reírse de cuán preocupado parecía James por no hacer algo que la incomodase, cuando él llamaba loca a su hermana delante de ella—. Estamos con una invitada, Sally.
—Y ¿por qué eso es un problema? —Miró a su hermano ceñuda, luego a Brook y de pronto se desató el sombrero y lo tiró. Desafiante.
James la miró, miró si Brook se escandalizaba por las excentricidades de su hermana y recordó que mucho antes ella misma se lo había quitado.
—¿Le da miedo perder? —dijo ahora su invitada, elevando una ceja.
James fue a abrir la boca, cambiando su asombro por una mirada sombría.
—Vamos sin él, Brook. —Sally retrocedió hasta una Brook decidida.
—De acuerdo —se limitó a decir.
—¿Preparada? —dijo Sally y James bufó.
—Lista —contestó mientras cogía con fuerza las riendas y se inclinaba hacía delante.
—¡Vamos! —James gritó a la vez que sacudía su caballo y las dejaba atrás.
Las dos chicas se miraron.
—Eso es deshonesto —dijo Sally apretando el ceño—. ¡James! —le gritó—. ¡Eres un maldito tramposo! —Miró de nuevo a Brook—. Es deshonesto. —Estaba claramente molesta.
—Técnicamente. Pero nadie ha dicho que esa sea la dirección en la que hay que ir, ¿no?
La sonrisa de la joven Benworth se amplió, mientras veían a James parar su marcha y mirarlas confundido.
—Hacia el norte, pues.
—¿Preparada? —fue Brook.
—Lista —afirmó Sally sosteniéndole la mirada.
—¡Ya! —gritaron juntas.
—Eso ha sido ruin hasta para ti —le gritó James a Sally mientras llegaban los tres cabalgando y riendo como niños hasta el establo.
—La idea fue mía —intervino Brook—. No la pague con su hermana.
—No creo eso.
Llegaron ante el mozo del establo y para su sorpresa Brook bajó de un salto de la yegua. Sin esperar ni necesitar ayuda.
Sally soltó una risotada ante la cara de estupor de Roger y luego intentó hacer lo mismo. Pero no se atrevió.
—Soy una cobarde —dijo sin más—. Roger, ¿me ayuda?
—En realidad usted hizo trampa primero —le dijo Brook a James cuando él llegó hasta ellas.
—Si se viera obligado a pasar tanto tiempo con Sally como yo, entendería que debes hacer trampa antes de que las haga ella.
—¡Qué osadía! —gritó la aludida aún encima del caballo. Brook rio. Le gustaban. James y Sally le gustaban—. Brook, deberías defenderme.
Brook la miró reparando en cómo ella había decidido tutearla sin su permiso y Dios sabía desde qué momento. Miró a James arrugar la nariz a su hermana, y sin pensarlo pellizcó el brazo del chico pelirrojo.
—¡Ay! —Se giró de pronto él.
—No se burle de Sally.
Y cuando se dispuso a girarse para acompañar a su yegua hasta su compartimiento, James hizo lo impensable.
Se llevó la mano derecha al alborotado pelo pelirrojo y enredó los dedos despeinándose aún más, en aquel gesto tan conocido por Brook.
Él, ajeno a eso, se alejó para dejar la silla del semental.
Tragó con dificultades mientras miles de pensamientos llegaban a su cabeza. ¿Por qué aquel gesto, solo verlo, le hacía perder el equilibro? Si ni siquiera lo estaba haciendo la misma persona.
Pero no pudo evitar pensar en él. En cómo de igual había sido aquel modo de peinarse el cabello.
Y aunque debería, no reparó más en eso, sino que recordó que el señor desconocido no había acudido al segundo encuentro.
Debía olvidarse de él. Menuda tontería seguir pensando en alguien que no quería nada que ver con ella.
Se dio la vuelta y se marchó a peinar al caballo. Irguiendo la cabeza como si su dignidad hubiera sido fragmentada.
—Me encanta —murmuró Sally a su espalda.
—Y no eres la única Benworth a la que le encanta —murmuró James divertido pensando en cómo había encontrado la noche anterior a su hermano.
Gillian le había preguntado a su ahijada todos los detalles sobre la salida de aquella tarde.
Estaban las dos en la habitación, Simone iba arriba y abajo colocando cosas y eligiendo vestidos.
—Entonces te lo has pasado bien.
—Sí, tía Gillian.
—Valió la pena hacer el esfuerzo y bajar al salón. —Siguió sentándose en el tocador y peinándose, Brook se tumbó en la cama—. No debes ausentarte tan seguido, no sin anunciar sutil pero abiertamente con quién estás y dónde.
—Entiendo —murmuró Brook mirándose las uñas.
—¿Entiendes qué quiero decir?
—Eso creo, tía —contestó.
—Puedes hacer lo que quieras cuando quieras. —Ahora Brook levantó la vista y la miró—. Pero no lo mantengas en secreto. Deja que sepamos qué haces y con quién estás.
—¿No tienes miedo de que me meta en líos? —preguntó—. ¿Qué pasa con mi reputación?
—No seas tan extrema, hija —dijo Gillian sonriente—. No hay nada que Sally Benworth pueda hacer para arrebatarte el honor.
—También venía James —le recordó ella.
—Lo sé, pero observé del modo en el que te miraba. —Su tía hizo un gesto de desdén con la mano.
—¿Y cómo me miraba? —Brook se incorporó en sus rodillas y miró a su tía ceñuda.
—Pues —se giró para hacer contacto directo con ella—, como a Sally.
—¿Como a Sally? —Sonrió divertida—. Qué bien —bromeó.
—Todas esas señoronas que tanto cotillean han tenido que cerrar el pico.
—¿Desde cuándo te preocupa algo así? —Rio.
—Era un simple comentario —contestó dándole la espalda. Sabía la sonrisa ladina que tendría su sobrina en el rostro y no la quería ver.
Gillian se fue para vestirse para la cena. Simone empezó con los cientos de cotilleos que había escuchado sobre Emma Lambert pasando el día entero con Morris o Saint Clair, el hombre que conoció la primera noche.
—También le he descrito al ama de llaves el hombre desconocido con el que tuviste la cita ayer. —Eso llamó la atención de Brook, que dejó de mirar el vestido oscuro que llevaba puesto.
—¿Y? —Sus ojos se encontraron en el espejo.
—Aunque es verdad que la descripción física podía ser de muchos hombres... —Miró a su señorita.
Llevaba el pelo trenzado en un moño. El vestido oscuro le quedaba a la perfección y sus ojos estaban expectantes. Tan expectantes que parecían duros.
—Sigue —susurró.
—Cuando le mencioné el tema de la caza con su padre, no albergó duda alguna.
—¿Te dijo su nombre? —Brook se giró de pronto colocando sus manos en los hombros de la doncella. Por cómo respiraba se podía decir que estaba emocionada.
—Sí —carraspeó Simone. Y entonces dijo—: Lo olvidé.
Brook la miró incrédula.
—¿Qué?
—Era un nombre difícil. Y… y… y —tartamudeó—, no lo recuerdo.
—¿Cómo puedes olvidar algo así? —dijo dando un paso atrás y sacudiendo la cabeza.
—Lo siento, señorita. Volveré a preguntarle.
—¿Otra vez? Sospechará. ¡Piensa, Simone! —dijo exasperada.
Y esa exasperación, Simone la conocía bien. Sabía que en pocos segundos empezaría a dudar de su palabra y sospecharía de ella. Y entonces tendría que decirle la verdad. Y si le decía la verdad, mucho temía que Brook no se acercaría más a él. Probablemente se lo tomaría mal.
Pero era tan romántico. ¡Tanto!
—A cenar, cariño. —Salvada por Tom, Simone suspiró con tanto alivio que Brook la fulminó.
—Lo sabes y lo sé —le escupió—. Más vale que no te muevas de aquí.
La cena pasó como un borrón. No se hubiese enterado de nada si no fuese porque Evangeline sentó a la joven con su hija, la cual la amenazó con contarle a Kenneth que Brook dormía delante de él si no lo hacía.
Hablaron y bromearon. James se unía a sus conversaciones de vez en cuando, y luego hablaba con un escueto Saint Clair.
Brook se sentía agotada. Siempre se retiraba mucho antes, pero aquella noche Sally no la había dejado marcharse después de la cena y pasaron un rato en la sala con las demás mujeres.
Y además hoy tenía un aliciente. Quería saber qué sabía Simone.
Pero era pasada la medianoche cuando Brook subía el último tramo de escaleras que la separaban cada vez más del resto de invitados. Suponía que Simone estaría más que dormida y se lamentó en un gruñido bajo.
—¿Señorita Daugherty?
El corazón de Brook se paró. No solo por lo inesperado de que hubiese alguien allí, sino también porque sabía muy bien quién era ese alguien.
—¿Qué hace aquí? —dijeron los dos a la vez.