Читать книгу Un verano en Glassmooth - M.R. Marttin - Страница 4
UNO
Оглавление1815, Surrey, Inglaterra
La señora Gillian Dwight, vizcondesa de Redhill, decía que Brook era la mujercita más hermosa de Inglaterra.
Sus sedosos rizos dorados, sus ojos azules y su esbelta pero curvilínea figura hubieran sido envidiados en todas los bailes de Londres. Todo eso sin hablar de su saber estar, su porte y cortesía, claro. El mismísimo príncipe regente hubiese bajado de su extravagante trono para besar la frente de aquella dama en su presentación en sociedad.
Hubiera sido la joven con más propuestas de matrimonio en su primera temporada, hubiera tenido una larga lista de candidatos entre los que elegir y hubiera condenado a decenas de hombres a morir y vivir por sus labios. Pero eso solo podría haber pasado si la hubiesen presentado.
La vizcondesa Dwight, junto a su marido Thomas, se responsabilizó de ella cuando tenía catorce años, la noche en la que sus padres, mejores amigos de los Dwight, murieron en un incendio en la casa familiar al sur de Surrey.
Desde entonces, el matrimonio la crio en Londres.
Brook Daugherty, siempre fue dulce y risueña en casa de sus padres adoptivos. Jamás dejó que ellos vieran lo incompleta que se sentía y la gran tristeza en su interior.
Gillian sufrió tanto como ella al perder a su mejor amiga en aquel incendio, así que todo lo que Brook intentaba era que las cosas fueran fáciles. Y ese gesto no pasaba desapercibido, por eso, a los vizcondes les costó muy poco amar a Brook como si fuera su propia hija.
Por ese motivo, cuando tuvo la edad para ser presentada en sociedad, Thomas y Gillian no pudieron obviar la expresión de inseguridad de la joven. Decidieron posponerlo hasta que ella estuviera preparada.
Vale decir que no era fácil para ninguna dama pasar por aquel trance. Las presentaciones eran uno de los momentos más temidos. Podían abrirte puertas o cerrar hasta la última ventana. Decenas de duques, marqueses, condes, vizcondes y barones de todo el país, se reunían en la corte real para verte desfilar tu camino hacia el rey, quien debía darte su aprobación.
A su vez, era costumbre ser presentada por tu madre. Y claro, Gillian entendía cómo podía dolerle aquello a Brook.
Al menos, ese era el motivo que le contaban a todo el mundo. Por supuesto, había más que no contaban.
Ella, sin embargo, tenía diecinueve años, y todavía, no había reunido el entusiasmo para presentarse entre las damas casaderas.
Pero a Gillian y a Thomas, extrañamente, no les importaba.
Así pues, cuando Evangeline Benworth, condesa de Glassmooth, envió aquella carta en la que invitaba a los Dwight a pasar el verano entero en su maravillosa mansión al norte de Surrey, no lo dudaron ni un momento. Era la ocasión perfecta para que Brook entrara poco a poco en la sociedad inglesa.
—Estamos a punto de llegar. —Thomas Dwight se asomó por la pequeña ventana de la calesa donde Gillian dormía y Brook aguardaba inquieta junto a Simone, su doncella.
La chica miró a su tía Gillian, con su sedoso pelo rubio cayendo por uno de sus hombros, y su rostro relajado.
—Tía Gillian —susurró Brook—, despierta. —Con la punta de la bota le dio un toque en el tobillo.
—Disculpa, querida —dijo ella abriendo sus ojos—. ¿Qué sucede?
—Estamos llegando a Glassmooth.
Gillian se arregló el pelo y se incorporó en su asiento con la espalda bien recta. Luego se alisó la falda y le echó un vistazo a Brook.
—Bien —dijo entonces—, ¿recuerdas todo lo que hablamos estos días?
La mujer había pasado las últimas dos semanas preparando a Brook y enseñándole cómo comportarse en público y cómo dirigirse a los demás invitados de la casa Glassmooth. Allí iba a haber más de veinte invitados, aparte de la familia Benworth, y no quería que ella se sintiera fuera de lugar.
—Va a ser un gran verano —siguió cuando Brook asintió—. Nos irá bien un cambio de aires. —La miró con una sonrisa.
—Lo sé —murmuró. Puede que Gillian creyera que Brook decía aquello para contentarla, pero la joven se sorprendió anhelando ese cambio de aires.
Los padres de Brook nacieron en familias adineradas. Los apellidos de sus casas eran respetados y reconocidos en Londres, incluso, la hermana mayor de Susanne, la madre de Brook, era duquesa.
Susanne iba a casarse con ese mismo duque que le sacaba más de veinte años, y aunque a la entonces joven le atormentaba el hecho, no se reveló ante sus padres hasta que una familia de comerciantes se trasladó a la casa vecina.
Susanne conoció a Nicholas Daugherty y su mundo se removió. Aquel era el hombre que ella había estado esperando. Sin embargo, era un simple comerciante, cosa que a sus padres, ambiciosos de poder y títulos, no les pareció suficiente.
Susanne y Nicholas se vieron obligados a huir con tal de preservar su amor. Y se instalaron en una pequeña finca al sur de Surrey. Los padres de ella casaron pues, a su hermana, con el duque.
Una noche, cuando Brook cumplió los dieciocho, Gillian la sorprendió con aquella hermosa historia. Desde aquel momento se dijo que, si en algún momento de su vida encontrara ese amor verdadero, se casaría.
Pero como sabía que aquello era imposible, pues el amor estaba siempre destinado a fracasar, decidió que buscaría trabajo en el campo y regresaría a Surrey para vivir a su aire.
Susanne Daugherty, aunque estaban lejos de la civilizada ciudad, enseñó a su hija, siempre, buenos modales y comportamientos refinados. Por eso, a Brook no le resultaron nuevas las instrucciones de Gillian.
—¿Se ha despertado la reina de mi casa? —Thomas Dwight volvió a asomarse por la ventanilla de la calesa.
Una sonrisa tontorrona jugó en los labios de Gillian.
—Sí, mi amor.
Y Brook no pudo evitar rodar los ojos ante tanta cursilería.
—Brook, te tengo dicho que las señoritas no ruedan los ojos —contestó aun mirando a su esposo. La joven giró los ojos nuevamente, con un humor juguetón. La vizcondesa sonrió abiertamente cuando él se alejó—. Te he visto de nuevo —añadió mirándola de golpe. Brook apretó los labios para no sonreír—. Sabes que va a haber mucha gente allí donde vamos. —El gesto de su tía fue de felicidad, sin embargo—. Tal vez no vas a tener que presentarte en la sociedad de Londres la próxima temporada. Pero eso solo pasará si dejas de rodar los ojos de ese modo.
—¿No es eso un poco precipitado? —Brook no esperaba que fuera tan lejos. Sabía lo que se esperaba de ella, claro que sí. Sabía que sus padres adoptivos ansiaban verla casada y feliz. Y ella nunca había tenido el valor suficiente para revelarles su plan. Al fin y al cabo, no quería decepcionarles.
—No —dijo risueña—. Tal vez, en Glassmooth encuentres a alguien que comparta contigo un vínculo.
No diremos que Brook Daugherty era una chica insensible y sin ambiciones románticas. Pero desde la muerte de sus padres, nunca, jamás, había empleado un solo instante en pensar en una historia de amor. Más allá de ese que se profesaban los Dwight.
Claro que le gustaría encontrar ese vínculo, pero no sabía por dónde empezar a imaginar un romance. Ni siquiera sabía qué tipo de hombre le gustaba.
—Bien —dijo la joven divertida—. Sabes que no rodaré los ojos en público, tía Gillian. Así que deja que disfrute de mis últimos momentos de libertad.
—¡No! —exclamó—. Ni por asomo vuelvas a rodar los ojos, jovencita. —Brook le dedicó a su tía, sentada delante de ella, una sonrisa tierna y encantadora. Aquella que sabía que no podía resistir—. Intento hacer de madre estricta, pero cuando me miras de ese modo dejaría hasta que chapotearas en un lago con la ropa puesta, si eso te hiciera seguir sonriendo. —Sus ojos brillaron con picardía—. Y mira que eso es indecoroso.
—¡Qué barbaridad! —exclamó Brook fingiendo asombro.