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LA GENERACIÓN BISAGRA

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FERNANDO PARDO: Nací en Madrid en 1964. Somos cinco hermanos. Miguel y yo nos dedicamos a la música. En la colección de mis padres había mucho rock and roll: Little Richard, Elvis Presley, Carl Perkins, Eddie Cochran… En mi casa, el comedor estaba bajo llave y no teníamos acceso al tocadiscos. Mi padre no quería que nos acercáramos a guitarras ni instrumentos. Veía que nos gustaba mucho la música y nos quería alejar de eso.

Mi padre tocó en un grupo en los 60. Hacían versiones de los Shadows, los Fendermen… Se llamaban Los Teleco porque el cantante y él estudiaban Telecomunicaciones. El cantante, el primo de mi padre, era Juan Pardo. Y el hermano de mi padre era José Ramón Pardo, el periodista musical.

De pequeños vivimos en Barcelona. Cuando nos instalamos en Madrid, fuimos a un colegio del Opus y luego a uno liberal y mixto. En este último, estudiaba Carlos Galán de Subterfuge. Recuerdo ir a zurrar a mi hermano Miguel, a Carlos y a sus amigos como una manada de lobos salvajes que atacaba a los corderitos.

En 1979, mi hermano y yo estuvimos en Inglaterra, en Folkestone, haciendo el típico intercambio, y volví con discos de los Jam, los Buzzcocks, los Undertones, los Boomtown Rats… Con catorce años, yo vivía por la plaza Castilla y me iba al centro a pillar el Melody Maker o el New Musical Express.

JUAN HERMIDA: Nací en Madrid en 1965. Estudié en San Estanislao de Cosca, en un colegio laico y privado de Atocha, porque mi tío era el director. Allí tenía un amigo cuyo tío trabajaba en Radio Nacional y tenía miles de discos. Cuando iba a su casa me decía, «¡llévate discos! ¡Me haces un favor!». Me llevé cajas y cajas. Empecé a profundizar en los grupos más oscuros de cualquier parte del mundo y con dieciséis años tenía una cultura musical brutal. Tenía diecisiete años y hablaba de Mouse and the Traps y 13th Floor Elevators con absoluta naturalidad. Cambiaba con coleccionistas de todo el mundo singles de Los Brincos y Los Salvajes que conseguía en las tiendas de segunda mano por EP de Q65, Shanes, Standells, Shadows of Knight…

FERNANDO PARDO: Yo tendría que haber sido rocker, pero acabé en el rollo mod. El rollo rockabilly en Madrid no me gustó nada: era violento, sectario y totalmente inculto. Lo mod era mucho más cultural.

Rock-Ola cerró cuando en la puerta hubo una pelea entre mods y rock-ers y murió un rocker7. Encarcelaron a la mayoría, hubo una diáspora brutal y los que tirábamos más por lo musical nos fuimos hacia Malasaña. Empezamos a ir a La Vía Láctea y, buscando otros bares, llegamos al Agapo.

El Agapo fue definitivo para que todo se estableciera en Malasaña. Fue uno de los bares que cortó con lo anterior. En La Vía Láctea sonaba un poco de lo nuevo y un poco de lo viejo. Era más ambivalente. Pero el Agapo estaba más metido dentro del barrio, en calles más oscuras y estrechas.

JUAN HERMIDA: Yo iba al Rock-Ola. Mejor dicho, a la puerta. Lorenzo [Rodríguez], uno de los dueños de la sala, me tenía identificado y no me dejaba entrar. Pero me inventé un fanzine de punk, Descontrol, para poder hablar con los grupos que me interesaban: Killing Joke, UK Subs, Chelsea, Gruppo Sportivo, Siouxsie & the Banshees… A la vuelta de la esquina del Rock-Ola, había un bar donde llevaban a los grupos. Yo lo sabía, iba y, si estaban cenando los Damned a las cinco de la tarde, me presentaba a Captain Sensible… Supongo que le haría gracia verme tan jovencito y me dejaba entrevistarle. Yo ni grababa la entrevista. Era una excusa para conocerlos. Luego no veía el concierto. Me quedaba en la puerta y sobre las 11:30, cuando pasaba el último autobús, volvía a casa.

JUAN SANTANER: Nací en Mallorca en 1966, el año del Pet Sounds. Mi padre era piloto de caza e íbamos siempre de lado a lado. Estudié en un colegio militar del Ejército del Aire en Madrid. Mi padre era muy facha y yo me metí en la música a muerte. Él quería que fuese militar, pijo y que fuese a misa, y yo me hice punkie. Me hice músico por rebeldía pura. De libro.

Con quince años iba al Rock-Ola a la sesión de las ocho de la tarde. Fui cuatro veces: a Nacha Pop, a Siniestro Total, a Los Elegantes y a Radio Futura. También vi a Seres Vacíos, Loquillo y los Trogloditas y Gabinete Caligari en el colegio mayor Mendel, en el 84. Y sigo pensando que el grupo que ha hecho mejores canciones en España es Gabinete Caligari.

Cuando descubrí el punk y el hardcore americano, mis grupos de cabecera fueron Hüsker Dü y los Saints, pero el primer disco que me compré era de Camel. Y el segundo, de Barón Rojo. Es lo que tocaba. Mucha gente dice que es fan de Barón Rojo, pero solo lo es el que se sabe el estribillo de «Concierto para ellos». Si no te sabes eso, eres un falsario: «Por Janis, Lennon, Allman, Hendrix, Bolan, Bonham, Brian y Moon…».

JUAN HERMIDA: No me interesó mucho la Movida. Yo estaba hipnotizado por los grupos ingleses de punk y new wave y veía una diferencia abismal respecto a Gabinete, Alaska y los demás.

En el 83, publiqué el primer número del fanzine Romilar-D. Leyendo un artículo sobre Roky Erickson y el efecto de las drogas en la música, vi la contradicción de muchas drogas que se usan en medicinas. Romilar-D, el componente del jarabe para la tos Romilar que había tomado de niño, era más alucinógeno que el LSD. Me pareció un nombre divertido para un fanzine de garaje-punk. En el primer número salían Kenny and the Kasuals, los Surf-adelics… El fondo de la portada era una camisa de amebas que fotocopié.

Los primeros siete números fueron exclusivamente garaje-punk de los 60. En tres los últimos, me abrí a grupos de rock and roll del momento. Edité diez números entre 1983 y 1988, y de los últimos llegué a vender mil copias. Había otros fanzines de garaje: Mockingbird, Garageland, Penny Lane, Fuzz… Algunos duraron uno o dos números.

JAIME GONZALO: Los fanzines no eran algo nuevo. Ya existían en los 70. En los 80, simplemente crecen. Pero hacen una labor muy dañina. Salvo alguna excepción, rebajan muchísimo la capacidad de análisis y la autocrítica, aumentan el fanatismo, las militancias y capillitas, y acentúan la fragmentación que empezaba a haber ya de estilos, subestilos, tendencias y subtendencias. Los textos eran deplorables. Para mí, era un gran obstáculo que estuvieran tan mal escritos. Ese fanatismo infantil no me estimulaba.

Ruta 66 nació en octubre del 85 con un objetivo muy claro: atender a un rock clásico que en España estaba desatendido cuando Rockdelux decidió apostar por la novedad y las tendencias más avanzadas. Ruta 66 pretendió preservar y recuperar el rock clásico, desde Chuck Berry hasta el punk, etc. Se hizo esa apuesta sabiendo que había un público hambriento de esos conocimientos. En el extranjero salían sellos como Crypt y Back From The Grave, había un poso de grupos con cierta afinidad estilística y en España también surgía una afición por el garaje que Ruta 66 contribuyó a completar.

También aparecieron Sex Museum, gente musicalmente educada y de buena familia. Fernando Pardo y compañía eran de los primeros rockeros ilustrados por su origen social. Y todo esto coincidió con la escena de Malasaña.

JUAN HERMIDA: Yo conocía a Greg Shaw, la persona que creó el primer fanzine de rock and roll del mundo: Mojo Navigator. Era un erudito del rock, a la vez que un auténtico promotor de la independencia de artistas y sellos. Tuvimos siempre una relación muy fluida hasta que falleció en el 2004. Conectamos y me mandaba cartas de cinco folios. Todo lo que aprendí para hacer un fanzine y un sello lo aprendí de él. Él me inspiró a raíz de sus recopilatorios Pebbles y sus discos en [sus sellos] BOMP! y Voxx Records.

La Movida madrileña estaba en declive y el otro polo era el rock radical vasco. Existía un poder mediático que sometía cualquier interferencia y algunos preferimos mirar hacia otro lado. Yo llevaba años en contacto con cualquier sello o activista: editores de fanzines como Forced Exposure o The Bob, sellos como SST, Citadel, Midnight o Crypt y, por supuesto, grupos. Compraba fanzines de grupos de garaje: 99th Floor, Outasite, Ugly Things… Y con Iñigo nos cambiábamos La herencia de los Munster por el Romilar-D.

Entre fanzines, bares, grupos, promotores, revistas nuevas como Ruta 66 y fans metidos a disc-jockeys de radio, creamos una nueva escena.

FERNANDO PARDO: La segunda mitad de los 80 fue una etapa bisagra. La sensación era, «hay que crear escena, sino esto se va al garete». Y era muy difícil crearla con esa gente un poco mayor. Esta escena se creó de forma espontánea con los que habíamos nacido entre el 62 y el 68.

Los grupos de la Movida pasaron formar parte de los mismos sellos, sellos más cercanos a las multinacionales. Todos esos grupos dejaron de molar y se empezó a formar algo huyendo de la Movida. ¿Sabes esa escena de Jackie Brown en la que Lawrence Fishburne le dice a Robert de Niro, «joder, tío, ¿qué te ha pasado? ¡Tú antes molabas!»? Pues eso.

En las primeras entrevistas a Sex Museum, nos dedicábamos a derribar los mitos de la Movida y a decir que todos iban a lo de siempre, a triunfar a lo grande, a hacerse su casa adosada, a ser los siguientes Pecos y tener miles de fans. Echábamos pestes de todo aquello.


ALEJO ALBERDI: Nací en San Sebastián en 1960. Mi padre era abogado y mi madre era ama de casa. Había un tocadiscos en casa y muy pocos discos. Cursé un año de Historia en Donosti, pero lo dejé.

Hubo un momento en el que Derribos Arias estábamos en un plano muy parecido al de Gabinete, Loquillo e incluso Radio Futura. De repente, alguien pensó que podíamos dar el petardazo y quisieron hacer el famoso disco de Poch en solitario8. Aquello fue una maniobra repugnante. Ese disco iba a salir firmado por Derribos Arias, pero nos marginaron totalmente a Juan [Verdera] y a mí, y nos negamos. Estuvimos tres horas discutiendo con el mánager en el estudio. Nos habían dicho que ese día no había grabación, pero nos presentamos y habían quedado para grabar a escondidas. Estaban todas las chicas de la oficina haciendo los coros. Intentaron convencernos de que el disco sería la hostia y que sacaríamos un dineral. Si me llegan a poner dos millones de pelas, a lo mejor digo que sí, pero solo como promesa…

Se hizo muchísimo dinero ya a mediados de los 80, pero no les debía de bastar con los grupos que ya funcionaban y empezaron a aparecer grupos que no tocaban en los discos: Duncan Dhu, Hombres G… Los grababan con un equipo muy reducido de músicos y el grupo prácticamente se limitaba a poner la voz. Paco9 decía que lo que quedaba era el disco y daba unas excusas bastante pueriles. Eso puede funcionar con un grupo de pop convencional, pero con nosotros era una aberración. Y así es el disco de Poch: una puta mierda.

Entiendo que los indies estuvieran saturados con el pop comercial en castellano. Grupos que hoy ya no le suenan a nadie —como Sin Recursos, un montaje de Paco Trinidad con una niña mona que ponía la cara y no tocaban una sola nota en el estudio— vendían una barbaridad. O Dinamita pa’ los Pollos, que vendieron cien mil discos.

FINO OYONARTE: Llegó un momento en que todas producciones eran iguales. Se inventó el trigger, unas pastillas que se conectan a los parches y disparan un sampler. El batería tocaba, pero, en vez de coger el sonido del micro, cogías la muestra que se disparaba cada vez que el batería golpeaba la caja o el bombo. Tanto si le dabas fuerte como si le dabas flojo, siempre sonaba igual. En Un tío cabal10, los breaks no están humanizados. Suenan siempre como un robot. Y los discos de Los Ronaldos, Hombres G, Duncan Dhu y muchos otros suenan igual porque todos usaban el mismo sistema.

Fuimos a hacer las maquetas del segundo disco de Los Enemigos a 10 Pulgadas, un estudio donde iban todos los grupos de GASA. El técnico se iba y les dije que yo quería ser técnico de sonido y dirigir grabaciones. No tenía ni idea de cómo se usaba un estudio, pero hice mis pruebas grabando esas maquetas con Los Enemigos. Y todas las maquetas de DRO-GASA del 88-89 las grabé yo allí: Desperados, Corcobado, Los Nikis, Duncan Dhu…

FERNANDO PARDO: Cuando en el 87-88 hubo una explosión de nuevas bandas, me parecía que la mitad nos las estaba colando la Movida: Las Ruedas, Los Ronaldos y hasta Los Enemigos habían visto que el Agapo era el lugar en el que podían captar atención y habían acabado ahí. Me parecía una traición: más de lo mismo. Yo pensaba, «¿qué hacéis aquí? Nosotros hemos venido a hacer una revolución. ¿A qué venís vosotros, a adulterarla? En el fondo aspiráis a ser los nuevos Radio Futura, a tener un hit como “Chica de ayer”». Nuestra ambición era diferente, y todo lo que fuera «lo único que quiero es tocar, follar con todas las tías que pueda y ponerme hasta el culo de todo» era la actitud mierdosa que hacía que cualquier escena se fuera a tomar por culo, porque al final primaba, como siempre, lo individual.

ALEJO ALBERDI: Cuando Los 40 Principales decidieron apostar por grupos en vez de por niños guapos y cantantes melódicos, hubo un salto cuantitativo, una masificación y una rebaja. Eso afectó a la capacidad de los medios para seguir buscando cosas que se salieran de lo más trillado. Salían grupos de debajo de las piedras y no había capacidad de asimilarlo todo. La única excusa que se me ocurre para justificarlo es la cantidad de maquetas y discos que debía de recibir gente como Ordovás y Manrique. En el 86-87 aquello debía de ser aterrador.

Hubo grupos pequeños toda la década y, para mí, los más interesantes no tuvieron repercusión. Son grupos que a lo mejor solo sacaron un single. Y quedaron muchos por descubrir: Morticia y los Decrépitos, Exocet, Los Extraños, de Jon Zamarripa, Ciudad Jardín, Los Cardíacos, Kamembert, Esqueletos, Zoquillos, Los Santos, Minuit Polonia, Los Monaguillosh… Para mí, Los Auténticos es el gran grupo olvidado de los 80. Y uno de mis discos favoritos es el de Los Cafres, de Galicia, y solo sacaron ese.

La memoria de los años 80 es muy limitada. Hay grupos que no conoce ni dios y que merecen una revisión.

Pequeño circo

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