Читать книгу Pequeño circo - Nando Cruz - Страница 20
¿AQUEL ES JOSETXO? ¡SÍ, ES JOSETXO!
ОглавлениеGERMÁN CARRASCOSA: Burlada es un suburbio de Pamplona, una ciudad de casas más pequeñitas. Caminando desde Pamplona, tardas veinte minutos.
JAIME CRISTÓBAL: Es un pueblo, pero tiene poquito de pueblo. Es más bien una extensión urbana de Pamplona. Bajas la cuesta de Beloso y ya estás allí. Josetxo la habrá subido y bajado a pata cien millones de veces.
ROBER!: En Burlada había un médico muy famoso que con solo mirarte el ojo te decía lo que tenías. Era infalible. Mi hermana estuvo muy enferma, a punto de morir, y los médicos de mi pueblo no sabían qué hacer. Como costaba pillar cita, fuimos toda la familia a que nos mirara el ojo.
Yo era muy joven, pero entonces ya conocía a Los Bichos, y Josetxo había puesto su dirección en el primer disco para que le enviasen cartas, así que yo estaba atento por si le veía por la calle en la que vivía. Con esas pintas que llevaba, seguro que lo hubiera reconocido, pero no le vi.
FERNANDO PARDO: En el año 85 fui a estudiar Periodismo a Pamplona. Conocí a [Alfonso] Asio, el bajista de Los Bichos, en un bar de la zona de San Juan donde lo mismo te ponían a Sade que a los Lords of the New Church. Arrasaba «Smooth Operator»; era ese momento de cambio. En otro bar de la zona vieja conocí al bajista de Tahúres Zurdos. Aquella era la proto-Pamplona de principios de los 80. Yo no quería oír a Barricada ni a La Polla Records, y en ese tipo de bar paraban todos estos. Ya había visto a Josetxo en algún garito, porque Josetxo llamaba la atención. Entre la fauna del bar, era inevitable fijarse en él.
FERNANDO GEGÚNDEZ: En Pamplona, todo, absolutamente todo, era metal navarro. Josetxo era un islote. Si no llega a ser como fue, no lo hubiera logrado. Bueno, tampoco consiguió tanto, pero se divirtió mucho.
GERMÁN CARRASCOSA: Nací en Pamplona en 1978 y con doce años iba con un amigo a Xalem25 a mirar discos. Un día vi el Bitter Pink26 y me quedé en plan, «¿eso es un tío? ¿Un maricón? ¿Una tía?». Mi amigo Raúl, que fue batería de Bananas, me dijo que eran Los Bichos y que su primo tenía el Color Hits27. Me lo grabó en cinta y flipé en colores. Lo escuché muchísimo.
No sabía inglés, pero la música me encantaba. Las canciones que más me impactaron fueron las que cantaba en castellano: «Me gustaría llorar», «Verano muerto»… Las letras me parecían espectaculares. El impacto fue parecido a cuando escuché a los Cramps por primera vez con catorce años. No entendía de qué hablaba, pero percibía algo especial. Hablaba de sexo y cosas misteriosas. «Verano muerto» me sugería algo divertido, misterioso, algo magnético que te invita a entrar en ese universo. Incluso dice la palabra «puta». Y también hablaba de esqueletos. Me sugería un mundo adolescente muy particular. Josetxo me hizo percibir unos sonidos muy extraños, unas letras increíbles, notas rarísimas. No era nada convencional.
JAIME CRISTÓBAL: Nací en Pamplona en 1972. En Pamplona no hubo Radio 3 hasta el año 88. Aquí escuchábamos alguna radio libre y Los 40 a saco. Descubrí a Los Bichos en Los 40 en 1989. Un día sonó una canción. Yo tenía dieciséis años. Me sonó muy glam, muy fresca, hasta muy británica. Pensé que era un grupo extranjero porque se titulaba «Shadow Girl». Al acabar dijeron que era de Los Bichos. Y pensé, «qué guay, son españoles». Entonces dijeron que era un grupo local y me quedé… ¡Hostia! ¡Sonaba a años luz! ¡Sonaba como algo internacional!
A mí me gustaban mucho las guitarras con ecos y la palanca de tremolo desde que oí a Chris Isaak en la radio, e incluso desde antes, de niño, cuando mi padre ponía canciones de los Shadows en el coche. Eso también me conectó con Los Bichos, porque ellos usaban guitarras trémulas y con eco. Muy poca gente lo hacía en los años 80; entonces era algo retro.
GERMÁN CARRASCOSA: Yo tenía un familiar que sabía mucho de música. Cuando le comenté que había descubierto un grupo que se llamaba Los Bichos, me dijo, «pero ¡si es amigo mío!». Cuando Josetxo supo a través de este familiar que había un crío de catorce años que flipaba con él, se emocionó. ¡Unos niños que se interesaban por Los Bichos! El hombre me regaló todos los LP y los singles de Los Bichos dedicados: «Para Germán, con absoluto cariño». Fue un regalo de cumpleaños. También me regaló su vinilo del Never Mind the Bollocks de los Sex Pistols con información de quién era quién escrita con su caligrafía en la funda interior. Me explicaba quién fue John Lydon… Todo.
En esa época a Josetxo le seguían cuatro colgados. Tenía una autoestima muy alta porque sabía que lo que hacía era muy guay, pero tenía la moral muy baja porque no gustaba a nadie. En Pamplona lo consideraban un bicho raro, un maricón, un yonqui. Los críos le insultaban, le tiraban pipas, le llamaban Prince, marica…
Como me regaló los discos de Los Bichos antes de conocerlo en persona, yo los escuchaba todos los días. Leía de quién era cada versión que hacían: Bo Diddley, Serge Gainsbourg, Alex Chilton, los Impressions… Yo era un crío, pero tenía mi orgullo y no iba a presentarme delante suyo sin saber quiénes eran los Stooges o los MC5. Me apuntaba en un papel los nombres, preguntaba a familiares y colegas, «¿no tendrás un disco de un tal Alex Chilton?», y me lo grababan. Los discos de Los Bichos son la raíz a partir de la cual fui descubriendo toda la música. Por Josetxo descubrí a los Cramps, el rock and roll de los años 50, a Nick Cave…
JAIME CRISTÓBAL: La primera vez que vi a Josetxo fue en el bar Bodegas Riojanas. Yo iba con un amigo que era también superfan. Había visto fotos y había oído los discos, pero no había podido verlo en directo. Nos acercamos pero nos pareció que no era él. Lo vimos más feo. Nos dijimos, «Josetxo es más guapo, ¿no?». Creo que lo pillamos en un mal día y la impresión no fue la mejor. Lo vimos un poco vulgar, con poco glamour.
Las siguientes veces que coincidí con él ya vestía de punta en blanco, ya estaba a la altura. Y su encanto fluía más con la conversación. Lanzaba las frases lapidarias propias de alguien que lo tiene todo muy claro. Con diecinueve años eso siempre te impresiona, porque, claro, tú no tienes las cosas tan claras.
GERMÁN CARRASCOSA: Éramos unos críos y, cuando lo veíamos en los bares, gritábamos, «¡es Josetxo! ¡Es Josetxo!». Le decíamos, «¡tío, tengo todos tus discos!». Y él encantado, «¡por dios, alguien que escucha mi música!». Le preguntábamos por Neon Provos y por sus proyectos anteriores. Aunque fuéramos dos quinceañeros llenos de acné, nos contaba sus batallitas. Era muy dogmático, pero de una manera muy graciosa. Decía cosas como «¡alguien a quien no le guste “The Last Time” de los Rollings es un anormal!».
JAIME CRISTÓBAL: Se le ha asociado mucho al rock australiano y a los Cramps, pero su primer gran amor y escuela fueron los 60: los Rolling Stones, los Beatles y Bob Dylan. A Josetxo le molestaba mucho que se despreciara a los Beatles, un grupo tan trillado que la gente ni menciona. Eso le repateaba porque, puestos a ser pedante, él podía ser el más pedante del mundo. Y defendía a Dylan a capa y espada. Incluso al de los 80. Le gustaba Infidels, un disco de su etapa cristiana producido por el denostado Mark Knopfler. Me encantaba que dijese que era cojonudo y que «Jokerman» era una de las mejores canciones de Dylan, porque a mí me flipaba.
Toda la parafernalia de los Cramps, Iggy Pop y Nick Cave, esa especie de Santa Trinidad a la que él se refería, vino después. Un mismo año vio a los Cramps y a Nick Cave, y dijo: «Hay que dejarse de experimentos y tirar por ahí». Tuvo una revelación: «Hay que hacer rock and roll».