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CAPÍTULO 6

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TYPICAL

UN AÑO DESPUÉS

El fogaje de la ducha inundó la habitación empañando el espejo encima del lavabo, cortinas de vapor sobrevolaban en forma de espiral ante la luz artificial de la lamparilla del baño quizás dándole un efecto tétrico para ella, las cosas habían cambiado drásticamente, después de los sucesos que marcaron su vida hace un año, Natle tenía siempre un cierto recelo a los espejos y sobre todo a su reflejo que en una ocasión fue parlanchín, pero en esos momentos nada que pudiera alterar nuevamente su vida.

Doce meses de los cuales no hubo ningún movimiento demoniaco a su alrededor, la misma rutina del colegio, las siempre molestosas e incesantes bromas de Gabrielle quien por alguna razón había logrado adelantar algunos cursos y no era para menos ya que el año pasado había perdido varias clases atrasando y disminuyendo su rendimiento escolar, en casa era casi todo igual, el casi nulo calor de madre de Michel, el apoyo de Jonathan y su intento para que su madre lograra aceptarla, y por supuesto, Joe, su novio Joe, aplazando sus cursos de práctica y atrasando su regreso a la universidad por un año y finalmente estaba a solo dos meses de regresar a la universidad.

Tantas cosas que procesar. —Pensó.

Cerró los ojos y dejó que el agua caliente quemará cada músculo de su cuerpo, mientras que en su móvil la canción de Bazzi – Why? resonaba a todo volumen como un pequeño momento de paz y relajación, levantó el rostro y dejó que el agua recorriera su silueta, sus heridas ya habían cerrado dejando leves cicatrices y un triste recordatorio de batallas que ella jamás pidió, se había convertido en una tenue imagen que deseaba borrar, de una u otra manera no deseaba recordar nada de lo sucedido, pero aun así por dentro esa sensación abrumadora no la dejaba respirar, su mayor temor era perder a Joe y tenía que enfrentar su realidad, estaba destinada a ser lo que era, y con ello en sus manos tenía el poder de definir su final, y ella esperaba en un cien por ciento que Joe y ella seguirán juntos por siempre.

Tu sangre, tu vida, cada gota de ellas... Me pertenece... Sé que regresare y por fin podré destruirte querida mía... Tus miedos son tus peores enemigos, el miedo de perder a este muchacho por el cual has dado tu vida, será tu perdición. Sé que quedare en ti, ¡Sufrirás!, perderás tus poderes, perderás tu vida de ángel y yo regresaré a ti por ti.

Abrió los ojos de inmediato, llevó una mano a su pecho intentando calmar el martilleo incesante de su corazón, sentirlo aún cerca la agobiaba y el miedo la invadía a cada momento, incluso podía sentirlo cerca, era cómo si Hadeo jamás dejara su cuerpo y podía escuchar sus susurros tan claros que era ciertamente imposible que estuviera volviéndose loca, sintió sus músculos tensarse ante los recuerdos y se permitió observar la ducha con detenimiento, todo había cambiado para ella.

El pánico cubrió su cuerpo, temiendo que los años habían sido los causantes, perdida en un mundo el cual no reconocía a simple vista, ciertamente ella leía mucha ciencia ficción, pero esa era su vida, era parte de un cuento de terror.

Sin poder verlo una sombra se deslizó por su habitación, abrió la puerta del baño acercándose a la ducha, y en un movimiento brusco se abrió parte de la cortina de baño, no solo observando una bella silueta, sino admirando por fin una belleza monumental.

—No deberías estar escuchando música tan fuerte, cualquiera puede entrar y verte desnuda y sería un festín para él —la voz de Joe solo la hizo dar un respingo y darle la espalda de inmediato para poder así cubrir su desnudes con las manos, además de dar un grito ante la intrusión para nada romántica.

—¡JOE! —chilló Y supongo que ese deberías ser tú y tu festín, lástima que no fuera otro.

—¡Vamos! ¿Cuántas veces me has visto desnudo? —enarcó una ceja, dando un último vistazo a su espalda y su trasero bien formado, para luego cerrarla cortina y sentarse encima de la tapa del excusado Y créeme ese patán estaría muerto, porque de hecho le arrancaría la cabeza y botaría su cuerpo tan lejos que nadie en el mundo sabría dónde diablos esta.

—¡Por Dios! ¡Qué consuelo! Casi me provocas un infarto —rodó los ojos, últimamente Joe se había vuelto tan protector con ella —No se supone que debes estar en la universidad ¿Qué rayos haces aquí? —mordió su labio inferior volviendo a su rutina, el bañarse pero esta vez de manera más rápida —Y no te he visto desnudo, siempre con bóxers, así que no cuenta, jamás vi tu trasero.

Cerró la llave del agua, limpió con sus manos los rastros de agua de su rostro, Joe tomó una toalla y se la alcanzó por detrás de la cortina. Tomándola entre sus manos, se envolvió en ella saliendo de la ducha solo para ser interceptada por Joe, que la tomó de la cintura admirando su belleza natural —Uno, todavía tendrás que soportarme por dos meses más. Y dos, me quieres ¿cierto? ladeó una sonrisa sexy.

La joven castaña frunció el ceño, elevó los brazos sosteniendo el masculino rostro de su amado entre sus manos con una delicadeza palpable —¿Estás preguntando muy a menudo si te amo? Es como si presintieras algo. Cómo si... cerró los ojos y evitó decirlo, no quería mentar al mismo diablo, ya que temía que al ser nombrado este aparecería y arruinara todo como la última vez hace ya un año.

—Eso no responde mi pregunta.

Casi sin tener que adivinar demasiado, supo de qué se trataba —Tienes miedo ¿cierto? Tú ya no pasas mucho tiempo aquí, en otras palabras solo estas alargando esos dos meses por miedo a que yo busque un chico de mi edad.

—¡Touché! —cerró un ojo, esa era una verdad a medias, temía dejarla sola, temía que en su ausencia pudieran atacarla, adentrarla nuevamente a un mundo oscuro del cual estaba seguro que no saldría jamás.

—No seas infantil —acarició con los pulgares las comisuras de sus labios varoniles, tentándolo a un beso —Jamás te cambiaría por nadie en el mundo, además yo no me pongo celosa de la ex novia que dejaste en Yale antes de venir aquí, Melissa ¿Cierto?

—Sí y sí, pero ella no cuenta. Sabes bien que el ciclo universitario pasas tiempo con muchas novias, vas de fiesta en fiesta, experimentando y ella no está en la universidad en la que yo estoy ahora, esta en New Haven y no pienso dejarte del todo aquí —sonrió.

—Bueno señor experto. De todos modos, puede que esté celosa —agachándose, besó los labios de su amado, Joe apretó su cintura atrayéndola más a su cuerpo, sintiendo la toalla mojada sobre su pecho, la necesitaba con un ansia que ni el mismo podía explicar, pero en ese instante Natle lo alejó de ella despacio —Y sé que quieres marcar territorio.

Joe dejó caer su cabeza, rendido ante la oportunidad de tenerla, sobre todo evitando mencionar que incluso Hadeo y su manera de amenazar con un retorno para separarlos lo torturaba cada noche al cerrar los ojos. —Sabes que no estoy lista para ello, te quiero pero no hasta el punto de hacerlo, si me amas tendrás que esperar.

—Sabes, antes estos temas no abarcaban mucho nuestras conversaciones y ya después de un año de nuestra relación siempre surge.

—Será porque tú siempre haces que el tema surja —le dio un casto beso tierno y no de los intensos en los que usualmente los llevaba a la cama a solo besarse desenfrenadamente, alejándose, salió del baño tomó ropa limpia, sintiendo tras de sí los pasos de Joe, quien se sentó al pie de la cama viendo cada movimiento que hacía en la habitación —Estas lista para ir a casa, debes aprovechar esos tres días en los cuales podrás gozar de la familia —se burló él.

Natle tomó de su cajón una muda de ropa que era de Joe para aventársela a la cara —Chistoso, el calor de mi familia es tanto como el de tus pantalones y recuérdame por qué tenemos que salir todos del internado.

—No provoques, luego te quejas —le advirtió que no caería en ningún jueguito suyo para no ir a casa —Cariño que memoria que tienes, es Columbus Day —le recordó.

Ella se volvió hacia él lanzándole una mirada llena de enfado, no estaba para nada a gusto de tener que ir a casa por tres días por reglamento del colegio —De igual manera pasaras esos tres días metidos en mi alcoba como has hecho en el resto del año en casi todos los días festivos. Creo que Anne y Tom ya no se preguntan dónde estás, porque cada vez que no te encuentran me llaman.

Joe soltó una carcajada lanzándose a la cama mirando el techo, le encantaba esa vida, jamás se había relajado tanto teniéndola a su lado, y no podía imaginar su vida sin ella, las cosas que hacía con ella, por ella, todo tenía una connotación distinta desde que la conoció.

Natle se vistió de inmediato con su ropa interior y una camiseta larga, al verlo recostado en su cama con los brazos sobre su rostro saltó encima de él a horcajadas besando sus labios, las manos de Joe acariciaron su cintura, bajando lentamente hacia su trasero —No sabes cuan provocadora eres —murmuró él entre sus labios.

—Sip, quiero asegurarme que no busques otras chica en el campus vecino —sin poder evitarlo, lo siguió besando, hasta que Joe supo que si seguía podía ir más lejos y no deseaba presionarla.

—Sabes que tengo que llevarte, así que apresúrate en cambiarte y no intentes seducirme, porque no lo lograras —la contempló, no se cansaba de verla, estaba hipnotizado, era una obsesión —Debes estar en casa para la cena.

—Qué te parece si nos la saltamos y nos quedamos un rato aquí —levantó las cejas intentado provocarlo.

—Por más que lo desee sé que solo quieres posponer lo inevitable, además no tendrás un viaje de una hora con tu hermana en mi auto, así que ve —le lanzó una palmada en el trasero obligándola a levantarse y quitarse de encima, para que así terminará de cambiarse.

—¡Malo! ¿Aunque sea podemos llegar solo para dormir?

—Lo considerare en el trayecto —se quedó en la misma posición, mientras que Natle tomaba las cosas que necesitaría para su pequeña visita a casa.

Una vez lista, tomó su bolso y comenzó a guardar la ropa que de seguro no necesitaría en casa, pero era más fácil sentirse obligada a ordenar sus cosas para no pasar tiempo con su madre, levantó el rostro logrando ver a Joe, tenerlo allí junto a ella, pendiente y sobre todo intentando ayudarla a olvidar. Estaba tan agradecida por haber encontrado la paz a su lado, disfrutar de la libertad y amarlo, Joe podía simplificarlo en una frase, “la ayudo a enfrentar sus miedos”.

Además, él era lo único que le quedaba de un reino destruido, de un pueblo extinto, de una raza desconocida, de una familia traicionada, él era la única persona en la que si podía confiar. Y con ello Gabrielle estaba más celosa, celosa de ver que Joe y Miaka tenían más atención en la mayor de las hermanas, celosa de que siempre tenía al mundo a sus pies sin mover un dedo, estaba celosa de saber que Natle era una princesa arrebatada de su trono, una princesa a la que le arrebataron la vida y el corazón tiempo atrás y siempre junto a un príncipe de armadura dorada dispuesto a dar su vida por ella.

—¿Estás lista? —preguntó de la nada Joe, apoyado sobre sus codos atrapándola observándole con la mirada perdida, él conocía esa mirada, Natle estaba entrando en pánico.

—Sí…sí, eso creo.

—De verdad será tan malo pasar unos días en casa de tus padres —eso sonó más como una pregunta que como una afirmación, Joe quería ver el lado positivo de cada lado la historia, pero en el fondo estaba seguro que Gabrielle era manipuladora y estaba dispuesta a ocupar el lugar de Natle en casa, aprovechándose del miedo ante una promesa de regreso de Hadeo y entre ellas perderlo sería su perdición —Vamos, el auto nos espera —dijo, levantándose de la cama, acercándose a ella y tomando su bolso.

—No me dejarás ¿cierto? —preguntó ella, titubeando al salir de su habitación.

Volviendo el rostro para verla, se sintió vulnerable ante esos ojos que brillaban ante las lágrimas del miedo —Sabes que no te dejaré, amor —tomó la perilla en su mano, girándola y abriendo la puerta para poder salir.

Caminaron ambos por los pasillos del colegio, observado como otros chicos hacían lo mismo, preparar sus cosas para poder pasar unos días con sus familias y Natle estaba en completo desacuerdo en tener que pasar obligada unos días con sus padres, no era tanto por problemas en casa, el asunto era que su madre no la aceptaba, jamás la aceptó como su hija y con ello solo aumentaban las fricciones en el hogar ante las quejas que Gabrielle daba en el trascurso de cada visita.

Una vez que llegaron al estacionamiento, Joe guardó el bolso en la maletera, rodeando el auto tomó asiento detrás del volante, mientras que Natle se acomodaba en el asiento del copiloto y aseguraba su cinturón de seguridad —¿Lista? —preguntó Joe, encendiendo el motor y apretando el volante entre sus manos.

—No creo que esa pregunta sea válida, pero podemos irnos.

—Ve lo positivo, a tu hermana no tendremos que llevarla.

—Sí porque Ashley la llevará a casa, ya debe estar allí quejándose y diciendo mentiras de mí.

—Pero este año la vi tranquila, casi no tuviste muchos inconvenientes con ella.

—Porque estuvo rara vez en la misma habitación, ya que ha comenzado con su absurdo flirteo con Philip, cosa que me da aún más miedo, ya que tiende a utilizar a las personas a su antojo, manipulándolas solo para dañar a otras, no entiendo por qué es así.

—Creo que tienes tu respuesta en casa, tu madre se encargó de hacerla una copia exacta de ella, y con la influencia de Ashley en su vida, ella no puede ser mejor persona.

Natle extendió la mano hacia el estéreo, encendiéndolo y buscando una emisora, le gustaba conversar con Joe, pero hablar de su familia, de su hermana y los problemas que implicaba, prefería escuchar música antes que hacerse a la idea de nuevos problemas, Joe la miro de soslayo, sabía lo que Natle hacía, evadir sus problemas como siempre.

Bohnes - Straitjacket, comenzó a sonar con fuerza, pero Joe extendió su mano al estéreo bajando el volumen —No prefieres ir a casa de tus abuelos, será mucho mejor para todos.

Natle dejó de ver por la ventanilla para poder verlo a él, la regla número uno de sus abuelos era que Joe no podía quedarse en su habitación y que él tenía que pasar tiempo con sus padres, en otras palabras no les gustaba que su nieta mayor compartiera cama con su novio, por más que no había todavía nada sexual, ellos trataban de evitar alguna situación incómoda —Sabes lo que implica, Joe —le recalcó.

—Prefiero ello a verte todo un fin de semana comiéndote las uñas, intentado regresar al colegio para terminar con discusiones angustiantes y sobre todo enfrentar tus miedos.

—A casa, mi madre hará un escándalo de ello si voy con mis abuelos.

Asintiendo con la cabeza, Joe dejó por un momento a Natle tranquila, cargarla con preguntas y nuevas soluciones solo la dejarían exhausta y malhumorada, la conocía tan bien que podía incluso pronosticar cada movimiento suyo.

El viaje de regreso a casa transcurrió en completo silencio, mientras que la emisora era lo único que aliviaba el tenso silencio, pero Joe hizo lo posible para llegar a casa entre la cena y la hora de acostarse, evitaría todo lo concerniente a discusiones para que Natle estuviera bien.

Agotada, cerró los ojos y se dejó llevar por el sueño, la canción de fondo I SEE STARS - Calm Snow se repetía una y otra vez en su cabeza, pero de la nada, entre una niebla y una pequeña luz vio el rostro de aquel joven que la obligó a regresar a su cuerpo, ver su imagen era entre borrosa, por más que intentaba verlo de manera nítida, sus ojos no le ayudaban a enfocar a esa persona de manera correcta, él estaba de pie frente a ella, pudiendo ver por primera vez con claridad el color de sus ojos, uno verde y otro azul, el movimiento de sus labios pudo distinguirse y el sonido inconfundible de su voz, áspera, ronca y masculina, prometiendo algo que ni ella misma entendía Te encontraré. Lo prometo, te encontraré.

¿Por qué? le cuestionó ella, intentando obtener una respuesta, pero así cómo vino a ella, desapareció ante el sonido dulce de Joe a lo lejos.

Estacionó el auto, volvió el rostro y logró admirar su tranquilidad por unos minutos, no deseaba agobiarla con sus temores, no deseaba alejarla con ellos, y más con los extraños sueños que comenzó a tener desde hace año y todo lo que podía decir era que la daga de Bendora debía desaparecer de su vista y vida.

Observó su reloj, era cerca de las diez y media, con una buena excusa de mucho tráfico y estar cansados pudo evitar una discusión con Michel, pero como siempre Gabrielle solo empeoraba las cosas con sus sarcásticos comentarios que no venían al caso ni la conversación. Llevando su mano hacia el hombro de su chica, lo sacudió con delicadeza Natle, despierta cariño. Llegamos.

Ella se removió inquieta, pero abrió los ojos lentamente Sí, sí. Estoy despierta, despierta bostezó e intentó acomodar su mala postura.

Claro que sí pero la detuvo unos instante antes de bajar, sostuvo la mano de Natle y le dio un leve apretón —Natle la llamó, obligándola a volverse hacia él No te preocupes, lograremos pasar estos días, sobreviviremos y regresaremos a nuestra rutina.

—Gracias —Natle se acercó a él, besándolo con fervor, saboreando con ansias ese beso tan sensual. Ambos bajaron del auto, Joe fue por sus cosas y entraron a la casa en completo silencio, sus padres ya estaban en la cama, pero Gabrielle estaba en la sala mirando televisión, en otras palabras esperándolos para arruinarles de cierta manera su noche. Cuando sintió que ellos entraban con cuidado no pudo evitar molestar y hacer comentarios hostiles —Mamá sabe que hicieron el camino tan largo para evitar la cena.

Natle dio un respingo al escuchar la voz de su hermana, que no hacia ningún intento por mantener la voz baja, más bien hablaba tan fuerte para poder hacer de ello una discusión familiar, pero antes de que Natle pudiera decir algo, Joe intervino cortando lo que podría ser una pelea entre hermanas —Supongo que ese gran comentario y deducción se lo diste sin problema alguno al ponerte a pensar aunque sea una sola vez —murmuró Joe con ironía, su rostro se volvió rojo ante la ira, pero controlo su temperamento que últimamente se volvía más más explosivo —Estamos cansados e iremos a dormir, deberías hacer lo mismo.

—No soy una chiquilla.

—Lo eres Gabrielle —afirmó Natle, intentando tomar su bolso, pero Joe se negó, deseaba llevar todo él solo arriba —Tienes solo quince años.

—Y tú ni cumples los diecisiete para tener un chico en tu habitación, no tienes calidad moral para reprocharme nada hermanita.

—Hasta mañana —interrumpió Joe la discusión, empujando a Natle a subir y dejar de hablar, ella aceptó a regañadientes esa orden tan vana y subió a su habitación.

Abrió la puerta y una vez en la seguridad de su habitación, ambos no podían dejar ese momento incomodo atrás, Joe dejó sus maletas a un lado de la habitación y se quedó mirándola por un instante Creo que deberías evitar hacer comentario alguno hacia tu hermana, ambas solo buscan pretextos para poder pelear se llevó ambas manos a la cadera.

Volviéndose con brusquedad hacia él ¿Qué demonios Joe? Yo solo trato de ser buena hermana, me preocupo por ella y aunque sea una completa perra intento cuidarla.

Lo sé, pero ella no lo ve de esa manera. Cree que compites con ella, cree que tú eres privilegiada en cierto modo.

¿Privilegiada? ¿¡Privilegiada!?

Baja la voz, tus padres están durmiendo en la otra habitación replicó molesto por aquella explosiva reacción —¿No podías mantener la boca callada cierto? —le reprendió él.

—No me achaques culpas, ella empezó y tú fuiste testigo de ello.

—Natle, solo deja de intentar reprenderla, nunca entenderá, es demasiado mimada, demasiado caprichosa para poder entender algo.

—Pues dile eso a mi madre.

—Jonathan no puede hacer algo al respecto.

—Eso que fue Joe, una pregunta o afirmación.

—Ambas —respondió —¿Qué te pasa? —preguntó confundido.

—No sé a qué te refieres —tomó su ropa dispuesta a volverse y entrar al baño, pero Joe se acercó en movimiento explosivo, sosteniéndole del brazo e impidiendo que se alejara.

—Estás tan distinta. Creería que quieres que me enoje. Qué quieres alejarme, pero no lo lograrás… Solo… Solo intenta dejar todo atrás, Natle. ¿Qué cambio en tan poco tiempo? Saliste del hospital, intentamos regresar todos a la rutina, pero te niegas a seguir adelante, ni siquiera podemos hablar de lo que paso esa noche en el infierno, sobre Hadeo, es algo que tú solo evades —llevándose una mano hacia la cabeza, deslizó sus cabellos hacia atrás en señal de una clara frustración despeinándose aún más.

—Solo quiero olvidar, dejar eso atrás, pensar que nunca paso —Natle replicó aún más enojada al escuchar los reproches de Joe.

—¿Dejar? Natle no me dejes atrás, eso paso, no podemos olvidarlo, paso y cambió nuestras vidas, nuestra manera de ver la vida, pero debemos lidiar con ello y no dejar que nos afecte como lo está haciendo contigo.

—¿Afectarnos? —Vociferó —¡Afectarnos! Casi mato a mi hermana, casi acabo con la vida de mortales, con la vida de Miaka, incluso la tuya... —intentó buscar aire —Pude haberte matado.

—Pero no lo hiciste —tomó el bello rostro de Natle entre sus manos —Por favor, no me apartes ahora.

Natle cerró los ojos, sus lágrimas vetearon su rostro recién lavado, negó con la cabeza, temía que la promesa de Hadeo y su pronto regreso afectara no solo nuevamente su vida, sino que se llevara en el proceso la vida de sus padres, de Joe —No, no puedo —lo empujó con brusquedad de su lado, a lo que Joe sostuvo sus manos notando que su tatuaje había desaparecido, frunció el ceño y no pudo evitar preguntar —¿Tu tatuaje? Tu marca despareció.

Ella quitó sus manos con brusquedad, como si el simple contacto le quemará —No sé, no me di cuenta de ello.

—¿Desde cuándo no tienes la marca? —preguntó monocorde, a lo que ella solo respondió encogiéndose de hombros —De eso estoy hablando, que mientes, que me ocultas cosas. Soy tu novio, se supone que debes compartir cosas conmigo cómo yo lo hago contigo, somos un equipo.

—¡Joe! Hay cosas que deseo guardarme para mí.

—Parece que Hadeo no salió del todo, además de fuerza, sigues igual de caprichosa y testaruda. No entiendo cómo —cerró la boca, no deseando decir lo que creía que pensaba “como me pude fijar en una mocosa malcriada”

—¡Sí! Tienes razón no sería mala idea entregar todo a Piora a ver si me dejan en paz —respondió con tanta ironía que Joe siguió su juego —Y ten el valor de terminar la maldita frase —se deshizo de su agarre con brusquedad.

—¡Eso espero! Dejemos esto así, no quiero enojarme ni discutir, no es el momento, ni el lugar.

—¿Cuándo es el maldito momento y lugar para discutir? —haciendo una pausa, Joe levantó las manos interrumpiéndole.

—¡Sabes! Mejor me largo. Es ilógico hablar contigo, ya no es necesario de todas formas —apretó la mandíbula y sus ojos azules parecían acero hirviendo con ganas de abofetearle en ese momento, así que solo se fue de su lado, abrió la puerta de la habitación dispuesto a irse, pero se detuvo en el umbral de la puerta, dejarla sola implicaba dos cosas, Gabrielle logró su cometido y pasaría tres días sola, mientras que si se quedaba le daba la razón a Natle y él no deseaba ninguna de las dos opciones.

Cerró la puerta y se comenzó a despojar de sus pantalones y camiseta, Natle lo miró realmente extrañada —¿Qué haces? —le preguntó.

—Pues no es obvio, desvestirme para poder dormir.

—Sí, pero dijiste que te ibas.

—No lo haré, no conduciré por media hora a casa solo por una discusión infantil.

—Vaya que gran alivio —Natle entró al baño a cepillarse los dientes.

Joe la observaba cepillarse los dientes mientras que él no hacia ningún intento por ponerse el pijama, estaba en ropa interior. Cuando ella terminó, se dio vuelta tomó una toalla y cubrió el espejo de su habitación y tocador, ya se había hecho un hábito, hábito que Joe respetaba, además de también sentirse seguro con ello, no deseaban más sorpresas con espejos parlanchines y demonios reencarnados.

Natle dio unos pasos hacia él, inclinó la cabeza, admirando la hermosura de ese chico, ese chico que para nada era terrenal, podía verse que era un ángel, su cuerpo había tomado más forma en un año, sus bíceps, su pecho contorneado y ese six pack cerca de su abdomen de acero con una hermosa v cruzando hacia su bóxer —Otra vez estas mirándome de esa manera tan enervante —le dijo.

Natle dio unos pasos hacia adelante, levantó sus manos y acarició el pecho de Joe notando las cicatrices de su batalla anterior.

Joe mordió su labio inferior, esa simple acaricia lo encendía de una manera simplemente brutal, pero no podía, necesitaba estar a su lado, necesitaba estar con ella, así que tomó las muñecas de Natle y evitó que esas caricias se hicieran más profundas —Lo sabe Miaka.

—No —respondió por fin —Y es mejor que nadie lo sepa. Vamos a dormir —dijo, saltando a la cama y recostándose, no deseaba revelar uno de sus miedos y también deseos, ser mortal.

Joe se quedó un momento observando la habitación, había confirmado sus sospechas, Natle no tenía poderes y con ello estaba siendo vulnerable a un ataque demoniaco, pero en un año no habían sabido nada de Piora y Miaka vigilaba la seguridad de ambas al máximo, pero tenía un presentimiento, algo estaba cerca.

Se recostó en la cama y cerró los ojos, no deseaba pensar más en batallas, guerras y demonios, quería lidiar con la vida de humano, llegar a terminar su carrera en educación, formar una familia, tener hijos y Natle estaba específicamente en cada detalle de su vida, ella estaba en cada paso a paso y con ello disfrutar de unas noches con su chica era parte ya de su plan de vida.

Ambos dándose la espalda se evitaron algún comentario que desencadenara una discusión en su ya minada relación, por algún motivo estaba sensibles a cada suceso y no era para menos cuando hace un año casi mueren en una batalla que ni siquiera era suya, obligados a madurar por culpa de su absurdas tradiciones, ambos jóvenes desearon no pertenecer a esa vida, pero era imposible renunciar.

Despiertos en el mayor de los silencios, Joe observó por la ventana, la noche estaba más oscura de lo habitual ante la falta de una radiante luna llena, pero las estrellas iluminaban aunque sea un atisbo de su mente, sin poder soportar más esa disputa que lo había alejado de poder sostenerla entre sus brazos, se levantó de la cama acercándose a la ventana, apoyando un brazo sobre el marco contempló la oscuridad, extrañaba las hazañas de escapar e irse unas horas fuera de la ciudad, pero lo que más anhelaba era irse con ella, lejos y con ello implicaba dejar todo atrás para poder tener una vida tranquila.

Sintió cómo el peso de la cama desaparecía lentamente, el piso crujió ante el peso de Joe y sus pasos sobre la alfombra distinguidos entre la oscuridad, cerró los ojos intentando no pensar en nada y conciliar el sueño, ansiaba poder ver al muchacho de sus sueños, algo que deseaba explicar, pero en su mundo nada tenía explicación o sobre todo nada tenía sentido alguno, soltó la respiración contenida con suavidad y abrió los ojos.

No supo en que momento había llegado a ese lugar, el viento levantó sus cabellos sueltos, examinó el lugar y luego bajó la vista para verse, estaba aún con su pijama, entonces su mirada se detuvo frente a un gran espejo, lo reconocía, había tenido un sueño similar tiempo atrás, pero esta vez algo era diferente, su reflejo no existía, más solo el reflejo de un joven de cabellos rubios, ojos de diferente color y una sonrisa ladeada con un sexy hoyuelo a la izquierda de su mejilla, estaba con una camiseta blanca y unos vaqueros desgastados, el joven señaló hacia atrás, intentando gritar, advertirle, Natle frunció el ceño y se volvió hacia lo que ese muchacho señalaba, la mano de Joe halló su camino hacia su garganta, asfixiándole, pero esa mano se trasformó en el ser que tanto temía.

Hadeo la sujetó del cuello intentando asfixiarla —Eres mía —dijo, mientras que el muchacho sin nombre golpeaba el espejo con fuerza, tenía la necesidad de sacarla de allí, necesitaba de alguna manera encontrarla.

Natle desesperada por una salida, abrió los ojos, desorientada, respiró profundo tratando de alejar ese sueño, pero no pudo ya que lo vio de pie ante ella, Hadeo había regresado y esta vez para tomar lo que por derecho le correspondía, su vida.

—¡NO! ¡NO! —gritó con desesperación, su cuerpo comenzó a temblar, al igual que su corazón, parecía ciertamente una película de terror, bajando los pies de la cama, con la intención de escapar, la silueta sin forma se acercó a ella y trató de tomarle del cuello, pero se levantó tan aprisa que salió disparada hacia la puerta, tratando de abrirla, por alguna razón la perilla no giraba como debía, volvió el rostro hacia atrás notando que la sombra se acercaba a ella más y más, sabía que gritar tan solo empeoraría las cosas, sus padres podrían salir lastimados y ella no permitiría que sangre inocente sea derramada nuevamente, mientras ella estuviera con vida lo evitaría a toda costa.

Volvió el rostro, notando que cada vez estaba más cerca, extendiendo su mano hacia ella, hasta que pudo reconocer su voz —Tu sangre, tu vida, cada gota de ellas... Me pertenece... Sé que regresaré y por fin podré destruirte querida mía... Tus miedos son tus peores enemigos, el miedo de perder a este muchacho por el cual has dado tu vida, será tu perdición. Sé que quedare en ti, ¡Sufrirás!, perderás tus poderes, perderás tu vida de ángel y yo regresaré a ti por ti, pero antes mataré a todo aquel ser que ames... Eso no podrás evitarlo.

—Dios mío —rogó ella al borde del colapso, con la respiración entrecortada y un punzante dolor en el pecho cerró los ojos con fuerza, pudo sentir las manos apoderarse de sus brazos y apretarlos con rudeza —Por favor no me hagas más daño —rogó una vez más.

Joe la vio levantarse de la cama entre susurros y sollozos, la vio correr hacia la puerta y mirarlo como si no lo conociera, esa mirada de miedo y terror en su mirada parda lo había dejado perturbado, ella jamás lo había visto de esa manera, cómo si él fuese a hacerle daño, como si él fuese a matarla, trató de acercarse a ella y calmarla, pero no lo lograba, tan solo la veía en un intento de abrir la puerta pero ésta no cedía a la petición de una confundida y asustada Natle —Cariño, cariño. Soy yo, Joe. Natle por favor —se acercó a ella levantando las manos y mostrándole que no le haría daño, pero ella no respondía más que con suplicas.

La tomó de los brazos sintiendo un duro golpe en el estómago no por aquella desorientación, sino por aquella suplica que hacía, fue como recibir un duro golpe en la boca del estómago tan duro que incluso sintió que le quito la respiración —Cariño, cariño... Soy yo, soy yo… Es una pesadilla, es una pesadilla.

No supo en que momento la sombra tomó el rostro de Joe, desvaneciendo esa oscuridad nubilosa como en un acto de magia, con la vista borrosa ante sus lágrimas, su mentón temblando y negó con la cabeza —¿Joe? —con los ojos desorbitados ante la sensación de pánico, cayó lentamente por la puerta, mientras que él la siguió arrodillándose a su lado.

—Soy yo, soy yo.

—Lo siento, en verdad lo siento —se disculpó aun confundida por lo que pasaba. Negó con la cabeza efusivamente —No sé qué sucedió.

—¿Qué viste?

Siguió negándose a responder con la verdad, decirle que vio a Hadeo escabulléndose sobre ella sería admitir que no había dejado atrás ese episodio traumático, en esos meses no pudo evitar quitar el rostro de Hadeo de su mente, no podía olvidar sus palabras que se aproximaban como canticos tétricos sobre sus oídos, estaba exhausta, sin embargo, se quedó unos minutos más tratando de no volver a tener miedo, las promesas de Hadeo no fueron vacías, pero si dieron paso a que su vida siguiera el curso que necesitaba para tenerla cerca —No vi nada, nada.

Estrechándola entre sus brazos en un intento por calmarla supo que mentía —Por favor, tranquilízate cariño.

—Lo siento, lo siento… Yo, no sé. No sé. —intentó explicar, pero él no deseaba empujarla a recordar ese traumático sueño, sobre todo ver esa mirada de terror en sus ojos, cómo si él intentará hacerle daño, era como una pesadilla que lentamente se volvía real y con el paso de los días, notaba que Natle se distanciaba de él poco a poco.

—Shh... Tranquila, tranquila, no importa ahora, nada importa.

La herencia maldita

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