Читать книгу La herencia maldita - Nathan Burkhard - Страница 13
CAPÍTULO 8:
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Un año desde que pude sentirla al borde de la muerte, del colapso, un año desde que la vi pasando por el umbral de la muerte y después de eso no pude recuperarme, mi estado iba empeorando día a día y mi desesperación por encontrarla me volvía loco, mi apetito fue disminuyendo con el paso de los días, y para mis padrinos era raro ya que me conocían por mi apetito feroz, y esa mañana no era la excepción, tuve que bajar obligado al comedor a desayunar con ellos. Padrinos, la palabra me era rara, en ese entonces.
Bajé la gradas de la inmensa mansión, camine por los pasillos hasta llegar al comedor, me acerque a la mesa y Cristiano me observó como siempre sobre su periódico matutino —No dormiste bien —volvió a su lectura Otra vez.
Buenos días. Sí, solo hice una pausa intentando reacomodar mis ideas Solo, tengo una pequeña jaqueca increpé, llevándome las manos a la cabeza, sosteniéndola, ya que pesaba como una maldita piedra.
¡Codos, jovencito! Me llamó la atención Rose quien me servía un poco de leche y café Termina el desayuno y podrás descansar un poco.
Gracias señora Rose sonreí ante sus atenciones, obedecerle era muy fácil ya que siempre me trataba con un cariño incalculable, estaba pendiente de mi salud, de mis preocupaciones y miedos. Así que obedecí, no discrepé esa vez, desayuné sin mucho ánimo y regresé a la cama, aunque de un lado a otro no conseguí conciliar el sueño, no pude después de esa sensación tan horrible en el centro de mi cuerpo.
El reloj estaba en nuestra contra, mientras que yo miraba al techo, con los brazos sobre mi cabeza, pensando y recordando cada parte de sus facciones, el terror en su mirada me enfurecía, me lamente no estar con ella en esos momentos, pero era parte de la vida, no podía conseguirlo todo de la noche a la mañana, simplemente debía ser paciente y descubrir por qué sentía sus emociones, penas y dolores siendo los míos, estábamos conectados de una manera que ni yo mismo podía explicar.
Desperté cerca del almuerzo y como costumbre, Cristiano pedía verme, aunque después de mi muy mal día, mi padrino me obligaría a hablar, al llegar a la puerta de su estudio, toque levemente con los nudillos, escuchando —¡Adelante!
Abrí la puerta y encontré a Cristiano nervioso Señor Pschillzer me acerqué al escritorio, a lo que él tan solo sonrió.
Había cambiado mucho en esos días, estaba siendo mucho más educado, pero aún tenía ese humor que destacaba y hacía reír a Cristiano con cada tontería que salía de mi boca.
Max, ya te dije que me llames tío me pidió tomar asiento extendiendo la mano y mostrándole el sillón, así que me acomodé como él le me lo pidió, había cambiado mucho lo aceptaba, siempre estaba muy bien vestido y bien peinado, mis cabellos rubios y mi corte moderno, un poco rapado a los lados mientras que en el centro mis cabellos rubios eran un poco largos, me hacían ver mucho mejor haciendo desaparecer a aquel jovencillo rudo, destartalado y sin familia que una vez fui o seguía siendo.
—Es que aún no me acostumbro a todo esto —acaricié el reloj costoso de mi muñeca, un reloj shoreline.
Sé que pronto te amoldaras a esta vida, es muy pronto para resultados, un año no es mucho y para ti es difícil y lo sé.
Es qué intenté no hablar del tema, así que guardé silencio.
Aun no puedes sacarla de tu mente, por más que intentas hacer tu rutina, ella aparece y no te deja sonrió Sé cómo es esa sensación, el amor.
Levanté la mirada, observando el rostro de Cristiano ¿Qué?
Amas a esa jovencita, puedo verlo, sientes sus miedos, su dolor, lo que la afecta y lo que hace que se estremezca todo su ser, sé perfectamente cómo se siente y bueno yo iba a decirme su más reciente investigación, pero fue interrumpido por los aplausos de su esposa, Rose añoraba cada momento con su familia y pasaba todo su tiempo con nosotros.
Apoyada sobre el marco de la puerta, sonriente y orgullosa de ambos por llevarse tan bien, siempre quiso ver a Cristiano con ese amor paternal Veo que ustedes dos están muy unidos —tomó asiento a mi lado, abrazándome con fuerza.
Señora Rose —respondí.
Ya basta de decirme señora, dime mamá —acarició mi rostro, al sentir esa caricia, tomé la mano de Rose besándole con delicadeza, era una dama, era buena y yo siempre la respeté y ame como lo haría con mi verdadera madre.
Gracias a los dos por darme esta oportunidad —sonreí al ver un cuadro de familia que ni en sueños imagine tener.
Fue algo mágico, ya que habían podido romper las capas de roca que rodeaban mi corazón y por primera vez pude sentir algo aparte de miedo y odio.
—Gracias a ti Max.
—¿Por qué? —pregunté extrañado.
Por permitirnos amarte —respondió a todas mis preguntas aclarando mis dudas, Rose se levantó del sillón y rodeo el escritorio para besar a su esposo y darnos más tiempo a solas, giró sobre sus talones y nos dejó solos.
Creer para mí que tenía esa suerte, era casi imposible, pero agradecía al alma de mis padres por poner a Cristiano en mi camino, más valía tarde que nunca y esa era la razón para dar de mi todo para salvarlos. Cada vez que me veía al espejo era alguien nuevo, ya no había nada del jovencillo sucio, mal educado y altanero que Cristiano encontró en un viaje corto, me habían educado, o más bien, Cristiano había pulido un diamante que se encontraba en bruto.
No diré que no era guapo, más bien mi estatura hablaba por sí sola, mis cabellos rubios y cortos, me daban una imagen fresca, sin mencionar la extrañes de mis ojos con heterocromía, un ojo verde y otro azul, y sobre todo los costosos lujos que mi padre adoptivo me daba, confort, algo que jamás tuve.
Veo que aún no puedes creer lo que pasa en tu vida —dijo al ver que jugaba con mi reloj, era un tic nervioso que apareció una vez instalado en la residencia, era como si tratara de no despertar, que ese sueño siguiese siendo el mismo y no cambiara nada de la perspectiva de lo que era.
En verdad soy muy afortunado de haber caído en tus manos, de haberme enseñado tantas cosas me levanté de mi asiento, sirviéndole una copa de whisky a mi padre, preparándole como siempre dos dedos de puro licor y dos cubos de hielo.
—Gracias hijo —se lo extendí, quien lo recibió con una sonrisa en sus labios.
De nada —le devolví la sonrisa, volviendo a sentarme en los caros sillones y en medio de esa gran escena de fraternidad, ambos sentimos un frío estremecedor congelar nuestros cuerpos, y de la nada se pudo sentir la presencia de algo maligno a nuestro alrededor, sin miedo me puse delante de mi padre extendiendo mis alas, mostrando la diferencia de ellas, diferentes colores, una negra y otra blanca.
¡Bravo! Veo que tienes potencial —aplaudió como un maldito psicópata, la presencia era maldad pura y se regocijaba de algo que no comprendía en su momento.
¡Max! ¡Tranquilo! Te presento a Piora. Te hable de él ¿Recuerdas? Aquel que te dará las respuestas que necesitas bajó la cabeza al ver a Piora en su despacho, cosa que no pase desapercibido, él era el demonio que condenó el alma de mi padre por tenerme a mí en su poder.
El tiempo es un fragmento importante y mi agenda no está del todo libre para ocuparla contigo querido niño, te enseñaré las exquisitas artes del inframundo —extendió su mano, listo para recibirme —Y podrás conocer la verdad de tus orígenes, tenemos una tarde para conversar y una noche para poder discutir qué rol tendrás.
Al escucharlo volví a esconder mis alas, pero la repulsión que sentí no desapareció, mi estómago estaba revuelto y deseaba vomitar, pero por respeto a Cristiano no me lo permití, ya que gracia a ese demonio, Cristiano y Rose seguían aún con vida y yo bajo su ala protectora.
Volví mi rostro hacia mi padre, quien asintió con la cabeza, sabía que él no deseaba eso, y yo tampoco, pero no podía hacer nada, nada para salvarlo, ese demonio le arrebataría la vida si es que no cumplía con sus demandas.
—¡Ve! No tengas miedo —hizo una pausa significativa —Creo que es tiempo que veas a que mundo perteneces y mostrarte cuál es tu misión en esta vida.
Sabes bien que mi misión es velar por Cristiano —discrepé ante sus ideales.
—¡Muchacho! Tu misión será romper el lazo más profundo, la fuerza más extrema de este mundo, deberás romper el gran amor de una pareja de tortolos, esa será tu misión, a cambio de tu gran trabajo te daré lo que más anheles en la vida.
Eres un demonio ¿Cómo confiar en tu palabra? Por un momento pensé en tenerla a ella, pero al ver a Cristiano, su rostro desencajado y sus ojos temblorosos, supe que no debía ser egoísta. Tenía que liberarlo de su condena.
—Sabes bien que sin ti nada puede ser completado —se acercó a mi oído susurrándome —Porque si no cumples, volverás a las cloacas de donde viniste y tu adorado padre volverá al infierno de donde lo saque —ante esas fuertes palabras, supe que estaba atado de pies y manos, él tenía el control absoluto de mis acciones y sobre todo tenía en sus manos la vida de Cristiano y Rose, y era algo que no podía permitir, ellos no eran los culpables de nada.
Sabes bien que cumpliré con cada orden que me des por el bien de mis padres, mientras estén seguros y a salvo me tiene a sus órdenes, señor Esas palabras me despojaron de mi poco orgullo y control, pero todo debía ser por el bien de mis padres.
Cristiano parpadeó varias veces tratando de controlar sus lágrimas, entonces de la nada me extendió un sobre de manila, lo tomé entre mis manos y lo abrí, llevándome la sorpresa de mi vida, no sabía cómo había hecho ese milagro, pero estaba un paso de estar más cerca de ella.
Mi vida cambio por completo en ese instante, desde el momento que tomé el sobre amarillo y vi su contenido, todo cambio, el rumbo de mi vida cambio, agradecí al cielo pero al mismo tiempo maldije mi vida, estaba en medio de una revolución, parecía que estaba en medio de fuego cruzado, por primera vez en mi vida debía elegir entre algo, elegir entre mi alma o mi corazón. La mano de Piora me sacó de mi ensimismo al posarla sobre mi hombro, volví mi rostro viendo su estampa maldecida, mostrándole una sonrisa fingida, desaparecí junto a él, fue el primer día en que vi, que el mundo que me vio crecer no era el infierno que esperaba, había otro mundo al que si debía llamar infierno, un mundo donde preferirías el sufrimiento de la tierra que el propio de ese mundo inexistente y propio de muchos de mi raza.
Simplemente me había equivocado, existía mucho más que un mundo, existía muchos mundos de los cuales ninguno somos parte, solo éramos sombras que pasaban y saltaban de un lado a otro, yo era un hibrido, mitad ángel, mitad demonio, liberado con un alma buena, pero torturado por otra, no pertenecía a ningún mundo existente, solo era la sombra que pasaba de lado a lado buscando un lugar fijo, era como una pisada en medio de la arena que simplemente no permanecía, era borrada antes de que la marea lo hiciese por mí.
Sentir un jugueteo imparable sobre su rostro, la hizo abrir los ojos y cerrarlos al adaptarse al brillo del sol, haciéndola despertar de su somnolencia completamente, abrió los ojos poco a poco, pudiendo ver a Joe a su lado, acariciándole levemente, además de una sonrisa ladeada, era parte de su mundo en ese momento —¿¡Joe!? —pensó que era uno más de sus sueños, pero él estaba realmente a su lado, sorprendida de verlo, no dijo nada por unos momentos, contemplando y grabando ese momento en su memoria.
Simplemente la conversación o más bien discusión había hecho que Joe huyera hace un día la afectó, así que quizás era un sueño más de los tantos que tenía, pero su mano acariciando su rostro le mostró que era real —Veo que te sorprende verme aquí. Lamento no haberte llamado cuando me fui, pero tuve que ver a mis padres —suspiró tratando de ver a sus ojos, tratando de hallar algo entre ellos, pero Joe no encontró más que pena y dolor.
—Pensé que jamás vendrías —Natle tomó su mano, apretándola más a su rostro, tratando de sentir su calor, cerrando los ojos lentamente.
—No, sabes que jamás se separaría de ti. Sé que fue demasiado. Demasiado para ambos —Joe se permitió darle un beso, aunque Natle fue brusca, dándole un abrazo de oso y haciéndole caer de espaldas sobre la cama, subiéndose a horcajadas sobre él, tratando de reír y olvidar, pero ambos no podían, ambos tenían pasados, ambos cargaban cruces que no les correspondía a esa edad.
Lo sé, pero un día no es precisamente demasiado... Somos jóvenes pero cansados de una vida como esta, pero no es necesario que dejes tus oportunidades en otros sitios por venir conmigo.
Fue suficiente castigo estar separado de ti por casi un día y digamos que las vacaciones forzadas ya se están acabando, solo nos queda un día —exclamó Joe —Y me rehusó a pasar temporadas largas si ti.
Natle los asfixiaba de mimos, y Joe aprovechaba cada instante, acariciando y viéndola, grabando su imagen como si fuese la última —Lo siento —se disculpó para luego quitarse de encima.
—Qué te parece si vamos a tomar un helado y pasamos unas cuantas horas juntos —tomó sus manos jugando con sus dedos.
—Espero que sea de vainilla con chispas de chocolate —quiso evadir el tema.
Será mucho mejor que eso. Ve a darte un baño y nos vemos abajo en media hora le dio un beso en la mejilla y desapareció de su habitación, era una extraña costumbre, aunque ciertamente esos poderes daba la ventaja de estar a tiempo en lugares precisos sin mayor esfuerzo.
Con una sonrisa imborrable de su rostro, se levantó haciendo un día más de rutina, pero con un tiempo extra, un tiempo a solas y un tiempo para poder escapar de su realidad.
Miaka sin embargo, había desaparecido como en incontables veces en los últimos meses, apareciendo en el interior de la casa de los abuelos de Natle, vio al anciano en la cocina dándole un gran susto al presentarse en la casa sin previa invitación —¡Michael! —el abuelo dio un respingo ante la voz llevándose una mano al pecho ante el martilleo de su corazón —Necesito hablar contigo a solas, por favor es urgente.
—Por Dios Miaka ¿Qué pasa contigo? Casi me da un infarto —tomó un sorbo de agua mientras que con la otra mano presionaba su pecho.
Podemos hablar en tu estudio.
—Espero que sea algo bueno —sonrió, tratando de romper la tensión, llevándole hasta ese gran estudio donde guardaba más que libros, historias sin fin y mucha cultura para compartir, cerrando la puerta para que nadie les pueda interrumpir —¡Cuéntame! ¿Qué pasa con ustedes ahora? En que puedo ayudarte.
Solo necesito que guardes esto en tu caja fuerte —le entregó la daga de Bendora, dejándola en sus manos.
¿Qué es esto? Le sostuvo, observándole con detenimiento, tratando de estudiar su mecanismo y su estructura.
Es la daga de Bendora, una reliquia familiar y detestaría perderla mintió, era más que ello.
Bien, no te preocupes estará muy segura aquí bajo llave —el anciano abrió el cajón de la derecha de su escritorio sacando una caja pequeña con una combinación de cuatro dígitos, asegurándola en la caja, volvió al cajón de su escritorio —¡Ves! Aquí estará segura.
Te lo agradezco, Michael exclamó tranquilo Miaka. El abuelo sonrió a la vez que acarició su cabeza Pero debo irme, me parece que saldrán de paseo con los padres de Joe y Mariont.
Sí, lo sé, mi esposa decidió dejarme hoy, ya sabes que no me gusta salir en esta época del año, prefiero limpiar mi estudio, no aguanto este clima.
Siempre tú y tus hábitos de limpieza, lo que más amas en la vida son tus libros y... —al unísono mencionaron mi nombre —¡Natle!
Es mi nieta predilecta, no puedo negarlo tan solo miró la foto que tenía en su escritorio de cuando era pequeña Me recuerda tanto a mi hija recordó con melancolía Cuídale mucho Miaka, mi corazón no resistiría perder de nuevo a mi hija.
¡Lo haré! Sabes que lo haré —despareció de la casa de los ancianos para poder reunirse con los demás.
Michael al verse solo en su estudio, tomó el retrato de su nieta y sonrió, no entendía cómo era posible que su nieta se pareciera a su difunta hija, quizás por ello su esposa la nombró como ella cuando la encontraron esa noche de invierno. El invierno más crudo de la época.
El anciano tragó el duro nudo que se le formó en la garganta, el cielo le había entregado la oportunidad de volver a tener en sus brazos a su querida niña, a Natle Tess.
Bajó a reunirse con sus padres, Natle les vio ya sentados a la mesa y con una sonrisa en los labios se acercó a ellos —¡Buenos días! tomó asiento al lado de su hermana
Buenos días cariño respondió Jonathan al mismo tiempo que leía el periódico del día.
Saldré con Joe le avisó ella mordiendo su labio inferior y esperando una respuesta.
¡Qué casualidad! sonrió su padre Los padres de Joe nos invitaron a cenar, el único que no ira será el abuelo ¡Ya sabes cómo es él! Y ahora supongo que tú tampoco —Gesticuló con la mano sin darle importancia, Jonathan siempre intentaba mantenerse neutro en cada decisión.
El abuelo prefiere limpiar su biblioteca antes que estar presente en una reunión a la cual no le dará importancia.
Sí, lo sé. Pero preferiría que vengas a cenar jovencita la observó tras el periódico ocultando su sonrisa.
Antes de que Natle pudiera responder, escuchó el rugir de una motocicleta, era casi las diez de la mañana, muy exacto para ser preciso ¡Mamá! ¡Papá! Nos vemos después, denle un beso a los abuelos y que los quiero mucho.
—Natle llega temprano, ve de frente a casa de los abuelos le recordó Jonathan, viéndola salir como un pequeño petardo por la cocina.
Una vez solos, su esposa lanzó la toalla de cocina sobre la mesa con fuerza Se supone que debes infringir reglas Jonathan, ese muchacho pasa aquí con ella casi las 24/7 y que se vaya con él así de repente. No estoy de acuerdo que Natle mantenga tan estrecha relación con ese muchacho, no después de lo que escuchamos.
Michel, por favor. No delante de Gabrielle bajó el periódico dejándolo en la mesa, tomó su taza de café y le dio un largo sorbo No entiendo que te molesta, el amor es así. Deberías recordarlo.
Michel por un instante quiso gritar, pero ella tan solo giró sobre sus talones y salió de la cocina, estaba dispuesta a seguir con sus planes.
¿Qué conversación? preguntó de repente Gabrielle a su padre.
Tú solo termina tu cereal, son conversaciones de adultos, no de niñas.
Tengo quince.
Para mi eres una niña. Termina tu cereal ordenó volviendo a sostener el periódico.
Gabrielle rodó los ojos y se llevó una cuchara de cereal a la boca, algunas veces creía que su padre era demasiado condescendiente con Natle, mientras que con ella era duro e inflexible, todo lo contrario con su madre, aunque en esa familia todo se trataba de bandos y ella había elegido el mejor.
Con una sonrisa en su rostro Natle salió a su encuentro, no dudo en correr y lanzarse sobre sus brazos, dándole un beso apasionado.
Al fin salió ¡Aleluya! —le sostuvo de la cintura, pegándola hacia su cuerpo, abrazándole tiernamente.
—Date prisa, debo llegar a casa de mis abuelos a cenar logró zafarse, subiendo a la motocicleta.
—¿Nada de besos? Estas matándome —expresó con ironía.
—No hablemos de muertes inminentes, solo cállate y conduce hizo una mueca, siguiendo el camino para una cita romántica en una bella mañana. Tomándole de la cintura, Joe hizo rugir el motor y aceleró, sacándola de la tranquila zona de Philadelphia.
Minutos después, Jonathan abrió la puerta del pasajero para su hija menor y su suegra mientras que su esposa tomaba posición del asiento del copiloto, el padre de familia tomó su lugar tras le volante y encendió el motor dejando atrás la casa. Pero por un breve instante deseó regresar y convencer al abuelo de que los acompañara, pero al verlo por la ventana supo de inmediato que Michael no deseaba ir.
El abuelo observó por la ventana como su familia se iba en el auto, para él era una tradición observar hasta que los perdiera de vista, pero en ese momento no logró perderlos del todo, ya que una extraña sensación de apoderó de él.
No paso ni diez minutos cuando vi al auto partir, volvió la cabeza hacia atrás, y no pudo entender cómo es que esos tres intrusos habían logrado entrar a su segura casa —¿Quiénes son ustedes? —preguntó con el ceño fruncido, mientras que yo comencé a buscar entre los cajones de su escritorio, me habían dado instrucciones claras, deseaban una daga y la necesitan con urgencia, Sarah lanzaba por la habitación los libros y por supuesto la amante de Piora tan solo sonrió en respuesta, esa mujer no movió por el momento ni un dedo en búsqueda del objeto.
—Tienes algo que nos pertenece —inquirió ella con desdén.
Me dieron una orden, encuentra la daga y tráela.
Sentir el viento sobre su rostro congelando sus mejillas y haciendo volar sus cabellos era la mejor sensación que podía tener, el otoño era su estación favorita, Joe tenía las mejores ideas y rutas para un paseo, sobre todo para una escapada de sus padres y por supuesto de las miradas inquisitivas de Michel. Aceleró hasta que en minutos las casas y zonas residenciales quedaron atrás dando paso a un recorrido de cerca de una hora con cuarenta minutos, Natle tan solo disfruto de su recorrido, pero sospechaba a donde se dirigían, al primer lugar que visitaron juntos, el lugar donde supo que amaba a Joe.
Estacionó la motocicleta y se quitó el casco, ambos volvieron el rostro y vieron la estatua de la Libertad, las nubes estaban oscuras dándole un aspecto lúgubre —Recuerdas que aquí vinimos la primera vez que escapamos.
—No creo que podría olvidar fácilmente ese detalle —Natle se bajó de la motocicleta, se quitó el casco entregándoselo a Joe, dio unos cuantos pasos hacia adelante, admirar esa belleza monumental era simplemente magnifico —Nuestra primera cita.
—Si es que se pudo llamar cita —se encogió de hombros, bajando de la motocicleta y acercándose abrazándola por detrás de ella, tomándola de la cintura y apegándola a su pecho.
—Fue un momento perfecto.
—Por qué te empeñas a hablar en pasado —besó su cuello depositando en ella un estremecimiento momentáneo.
—Porque así fue, lo hicimos el año pasado —tomó las manos de Joe sobre las suyas, haciendo del momento más íntimo —Fue un año caótico, lleno de dolor, enfrentamientos de los cuales solo un mal sinsabor de boca se queda impregnado sin darte opción a poder saborear otras cosas.
—No, me temo que eso es mentira, me enseñaron a poder valorar cada minuto que tengo contigo, con nuestras familias —hizo una pausa significativa —Algunas veces, cuando recuerdo lo que vivimos, el día en que nos conocimos, algo me impulso a sacarte de Ben Corp, algo me impulsaba a tomarte entre mis brazos y sacarte de inmediato de allí, desde el día en que te conocí supe que te tendría para siempre —susurró pegando su barbilla sobre la coronilla de la pequeña cabeza de Natle.
—Supongo que en algún momento lo haremos —se encogió de hombros, pero cuando su mirada se fijó en la estatua, sus ojos dieron un brillo inexplicable, cerrándolos de inmediato no pudo controlar una extraña sensación sobre la boca de su estómago —Deberíamos irnos, ya.
—¿Por qué? El día ni ha comenzado —inquirió él extrañado por el cambio de humor de su novia.
—Solo creo que deberíamos irnos, quiero volver a casa, podremos hacer algo allí —quitó las manos de Joe, giró sobre sus talones y fue directo a la motocicleta, tomó el casco y se lo puso.
Dijo algo que te molesto acaso fue más una pregunta que una afirmación, frunció el ceño y la vio nerviosa, pero no entendía absolutamente nada ya que en cuestión de segundos algo cambio y no sabía por qué.
No, no es eso. Solo abrió la boca para poder explicarle, pero no pudo, bajó los hombros y cerró la boca Vayamos a casa, por favor.
Quizás se había apresurado en algunas cosas, pero su actitud extraña, sus preguntas y respuestas esquivas solo lograban confundirlo más y preocuparlo incluso, pero no podía negarse a regresar de manera inmediata, además las nubes anunciaban una gran tormenta, algo que no estaba programado en el pronóstico del tiempo de esa mañana, Joe giró y caminó hasta la moto, subió a ella, se puso el casco y encendió el motor, esperando a que ella subiera para poder acelerar y salir de allí, el regreso sería incluso más rápido de lo que él tenía planeado.