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Capítulo 1

La necesidad es la madre de la invención.

Jonathan Swift

LA BÚSQUEDA DE LA TÉCNICA PERFECTA PARA CORRER

Una mañana fresca y lluviosa de octubre de 1977 volvía a casa desde el estadio de la Universidad Pedagógica, donde acababa de dar una lección sobre atletismo a mis estudiantes de la Facultad de Educación Física. Por aquella época, la Universidad Pedagógica, situada en la ciudad de Cheboksary, a 963 kilómetros de Moscú, era una pieza clave del asombroso imperio deportivo de la Unión Soviética. Muchos de los atletas que llegarían a colgarse medallas olímpicas, batirían récords mundiales y se integrarían en los mejores equipos soviéticos se matriculaban en esta universidad, y realizaban su entrenamiento diario en nuestra pista y en nuestras salas de entrenamiento.

Como antiguo estudiante de aquella Universidad, ahora era profesor y entrenador de atletismo. No obstante, a pesar de los muchos éxitos de nuestros atletas y del prestigio de la Facultad, mi estado de ánimo estaba en consonancia con aquel día triste y me mostraba alicaído y taciturno.

Tras dos años de trabajo con los estudiantes y cursando mis estudios de posgraduado, aunque ahora contaba con más datos y conocimientos que antes y que hacía mi transición de atleta competitivo a entrenador y científico, me di cuenta de que vivía en una paradoja. También me di cuenta de que toda mi formación universitaria no me había pertrechado para enseñar a mis estudiantes algo en apariencia tan sencillo como correr. El problema no era que yo fuera un mal estudiante ni nada parecido. Al contrario, me había graduado entre los mejores y me estaba preparando para escribir mi tesis de doctorado en el ámbito de la ciencia del deporte.

Era un dilema curioso. Aprovechándome de los maravillosos profesores y de los excelentes manuales, había tenido a mi alcance todo el conocimiento que sobre correr se había acumulado en el campo científico y en la práctica educativa de aquella época. Pero lo que yo quería —un método que enseñase la técnica para correr— no existía en la teoría ni la práctica.

Lo que sí existía era un cúmulo de puntos de vista distintos, por lo general contradictorios, sobre la importancia de la técnica en la carrera y los métodos para enseñarla. Una teoría prevalente afirmaba que para los seres humanos correr era algo natural y no debía ni podía enseñarse, ya que el estilo individual para correr era algo determinado, sobre todo al nacer, por la estatura física. Otra idea muy difundida era que la técnica apropiada para correr de velocistas, mediofondistas y fondistas era distinta y, por lo tanto, requería diferentes formas de enseñanza en cada caso.

Con independencia de a qué lado de la pista estuvieran, los entrenadores y profesores más cualificados estaban de acuerdo en cierta actitud respecto al atletismo. Casi sin excepción, creían que correr era un ejercicio sencillo y que los mejores corredores eran los que combinaban el entrenamiento más duro con una herencia genética superior. Siguiendo este razonamiento, creían que a diferencia de otras pruebas de atletismo como los saltos, las carreras de vallas o los lanzamientos o, en lo que aquí nos concierne, otras disciplinas de movimiento como el ballet, el karate o la danza, donde la técnica sí se considera de vital importancia, había poca necesidad de prestar atención a aspectos específicos de la técnica para correr.

Se acepta en todo el mundo que dominar cualquiera de aquellas especialidades requiere una dedicación intelectual y psicológica para estructurar los movimientos fundamentales, generar una imagen mental y perfeccionar los movimientos repetitivos. Por el contrario, se esperaba que creyéramos que correr, tal vez el movimiento más esencial del ser humano, no requería entrenamiento técnico alguno.

Así, me sorprendía ser consciente de que, desde un punto de vista biomecánico y psicológico, básicamente no sabía qué es correr. Por consiguiente, no sabía qué tenía que enseñar ni cómo enseñárselo a mis estudiantes. Me sentía impotente ante este reto. Sin nadie al que plantear mis preguntas, sabía que tendría que resolverlo por mi cuenta. La pregunta llevaba mucho tiempo madurando, pero nunca me había resultado tan urgente darle respuesta como aquel día triste y gris.

Llevaba cierto tiempo tratando de resolver el acertijo de qué enseñar y cómo hacerlo. En mi búsqueda había estudiado artes marciales, danza y ballet. Como vivía en Rusia, donde el arte y la tradición del ballet se habían llevado a la perfección, el ballet me resultó en especial fácil. Tenía amigos bailarines y pude asistir a sus ensayos y actuaciones, con lo cual mezclé el trabajo con el placer.

Mis observaciones sobre algunas de las mejores bailarinas del mundo me plantearon una pregunta candente: ¿por qué los movimientos de ballet, los bailes y el karate son tan perfectos (fig. 1.1)? ¿Podría reducirse todo al número de repeticiones de ejercicios sencillos? Y la respuesta llegó esa grisácea mañana de otoño como una visión repentina…, ¡todo es sencillo!

La simplicidad en sí es la clave. La formación en ballet, danza, artes marciales, etc., se produce por medio de posturas o, para ser más precisos, mediante una serie incontable de posturas. La perfección del movimiento se consigue mediante la transición fluida entre posturas ensayadas hasta la perfección. Como si se tratara de un puzle, de repente todas las piezas encajaron en su sitio. Los patrones neuromotores son más fáciles de adquirir y enraizarse por medio de la fijación espaciotemporal de movimientos del cuerpo; es decir, mediante posturas.

Entonces tuve que plantearme otra cuestión. ¿Cuáles eran esas posturas al correr y cómo aislar las posturas clave de entre el número infinito de posturas con las que el cuerpo se mueve en el tiempo y el espacio? ¿Cuáles eran los criterios para elegirlas? Decidí concentrarme en las posturas que hacían hincapié en el equilibrio, la compactación del cuerpo, la disposición de los músculos para hacer el trabajo requerido para cambiar de una postura a otra.


Figura 1.1. Enseñanza de la técnica mediante posturas.

Tras años de estudio y observación, al fin sentí que estaba listo para iniciar el trabajo de mi vida, para encontrar la verdadera naturaleza de la carrera, descomponerla en las posturas que la integran y desarrollar un sistema para enseñarla a todo el mundo.

Ahora me encuentro casi 25 años después de aquel día gris de octubre. Tras tomar aquella decisión, he dedicado mi vida laboral al conocimiento de una de las actividades más fundamentales del ser humano y al desarrollo de una técnica que permitiese a todo el mundo correr más lejos, más rápido y con menos esfuerzo y desgaste para el cuerpo.

En esos 25 años, muchas cosas han ocurrido en mi vida. Conseguí emigrar de Rusia con mi mujer, Svetlana, y mis hijos, y me instalé en Miami (Florida). En Florida abrí mi negocio como entrenador de corredores profesionales, trabajando con personas y pequeños grupos al tiempo que refinaba mis teorías sobre la técnica correcta para correr.

Al mismo tiempo comencé a establecer contacto con diversas organizaciones nacionales y clubes de atletismo. He trabajado en el comité nacional de entrenadores de Triatlón de Estados Unidos, dirigiendo seminarios y talleres con los mejores entrenadores y triatletas del país, He viajado a los Juegos Olímpicos de 2000 en Sídney como asesor y entrenador de triatletas de Gran Bretaña. En 1997 saqué mi primer vídeo, que corredores y entrenadores de todo el mundo siguen comprando.

Durante todo este tiempo me he propuesto trabajar con corredores de todos los niveles, desde olímpicos hasta octogenarios. A mi entender, si en verdad hay una técnica correcta para correr, tendría que funcionar con todo el mundo, no sólo con los corredores de elite de categoría mundial. De hecho, aunque me he sentido muy orgulloso al ver bajar de manera considerable las marcas parciales de mis triatletas olímpicos, he sentido más satisfacción, si cabe, con atletas de mediana edad que estaban a punto de dejar de correr por sufrir lesiones crónicas y ahora corren sin dolor, más rápido y con menos esfuerzo que hace 20 años.

Al aumentar mi conocimiento sobre la técnica para correr, mi frustración de 1977 se ha ido transformando. Hubo una época en que me debatía por descubrir la naturaleza del acto de correr, ahora me siento frustrado cuando observo a gente que quiere correr bien, pero está en inferioridad de condiciones por su falta de conocimientos sobre la técnica correcta.

Es para esas personas para las que he escrito El método de la postura en carrera. Este libro representa 25 años de reflexión, investigación y trabajo de campo en el laboratorio humano. Mi máxima esperanza es que proporcione un método a todos los que quieran correr mejor de lo que alguna vez creyeran posible. Y que, a la vez, su salud mejore y sus vidas se enriquezcan al dedicarse al deporte más humano y elemental.

¿Cómo correr?

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