Читать книгу ¿Cómo correr? - Nicholas Romanov - Страница 14
ОглавлениеCapítulo 4
Los corredores se deslizan con fluidez, con una zancada bien afinada, como el rotor de un motor Wankel. No se derrocha energía, no marchan con fatiga ni botan como los que hacen jogging. Estas personas se deslizan y lo hacen con gran rapidez.
Hunter S. Thompson
ANTES DE EMPEZAR: UN SENCILLO EXPERIMENTO
Tanto si eres un corredor experto que busca mejorar su rendimiento como un neófito completo que acaba de iniciarse en este deporte maravilloso, existe una sencilla prueba antes de comenzar con el método de la postura en carrera. Es una prueba voluntaria y no cuesta nada, excepto tal vez un par de horas de sueño una mañana del fin de semana.
Elige una carrera en tu zona, bastará que sea de 5 o 10 kilómetros, y acude como espectador. Para esta prueba no necesitarás un cronómetro ni una lista de los competidores; todo cuanto necesitas son tus ojos y oídos. Lo que vas a poner a prueba es la ampliamente aceptada teoría de que no existe una forma correcta de correr.
Esa teoría mantiene que la técnica para correr es personal y exclusiva de cada corredor. De hecho, según algunas variantes de esta teoría, incluso se considera peligroso tratar de modificar una zancada «natural» y que hacerlo siempre produce lesiones o un deterioro del rendimiento.
Al comienzo de la carrera, sitúate a 800 metros de la salida, en un punto donde los aficionados que gustan de exhibirse hayan quedado atrás y los corredores «de verdad» vayan en cabeza. A medida que se aproximen, obsérvalos como grupo. Fíjate en la economía de los movimientos, en la expresión serena de sus rostros, en la concentración casi propia de practicantes de Zen.
A medida que el grupo en cabeza llegue hasta tu posición, céntrate en lo que ves y lo que oyes. El golpeo sincrónico de los pies de los corredores es suave, tan suave que el ruido de su respiración quizá sea más audible que el de sus pies tocando el suelo.
Figura 4.1. «Apisonando el suelo».
Sigue escuchando cuando se aproximen los corredores rezagados. Mientras que antes los corredores en cabeza se movían con el susurro de sus pies, ahora se oye un pisoteo mucho más reconocible. La respiración colectiva es más fatigosa —y sólo llevamos 800 metros de carrera—; sin embargo, el sonido dominante ahora es el pisoteo de los pies contra el suelo, cuando no el apisonamiento de la calzada (fig. 4.1).
El periodista Hunter S. Thompson, cuya cita de su libro La maldición de Lono abría este capítulo, describió de manera vívida esta transición entre «competidores» y «corredores» en el Maratón de Honolulú:
Los corredores son distintos. Muy pocos se deslizan por el suelo y muy pocos corren rápido. Y cuanto más lento avanzan, más ruido hacen. Para cuando llegaron los corredores con dorsales de cuatro dígitos, el ruido de la carrera era turbadoramente alto y desorganizado. El susurro uniforme de los competidores había degenerado en un pisoteo y apisonamiento de pies contra el suelo.
Con esta imagen en mente, accede a un punto 400 metros antes de la línea de meta; es decir, un punto demasiado lejos de la meta como para que los más locos comiencen a esprintar, pero donde los efectos de la carrera sean muy evidentes en la postura de los corredores. Al comienzo de la carrera, la diferencia principal fue la imagen general de unos corredores rápidos y otros lentos. Ahora, con todos los participantes dispersos, ya es posible prestar más atención a los estilos individuales.
Lo primero en lo que quizá repares es en que los ganadores son los corredores cuyo estilo ha degenerado menos durante el curso de la carrera. Y aunque su ritmo se haya deteriorado un tanto, todavía se desplazan con economía de movimientos, con el rostro inexpresivo y concentrado. A pesar de los grandes esfuerzos que han realizado, los ganadores son los que tienden a mostrar menos los efectos de la carrera, al menos mientras siguen corriendo.
A medida que el resto del pelotón se aproxime a la línea de meta, fíjate en el estilo de los distintos participantes. Verás todo tipo de movimientos descontrolados: brazos que se mueven atolondrados, pies que tropiezan, cuerpos crispados. Algunos corredores tocan el suelo con los talones; otros casi corren de puntillas. El esfuerzo es mucho más evidente en casi todos los rostros.
¿Qué conclusiones extraes de este experimento? Aunque no esperamos destellos cegadores de clarividencia, es fácil afirmar que los mejores corredores corren de forma más parecida entre sí que los peores corredores. También podemos afirmar que los mejores corredores parecen ser más eficaces y estar más centrados. Y, lo más importante, dada la gran disparidad de estilos en la carrera, está claro que los seres humanos no han sido dotados por la naturaleza con una zancada innata y correcta para correr. Lograrlo llevará tiempo.