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CUANDO DESPERTÓ, EL TBT SEGUÍA ALLÍ

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Ha pasado mucho tiempo desde que el catedrático de la Universidad de La Coruña, Adolfo Barreiro, y su equipo, publicaran, allá por los años noventa, sus primeras experiencias con el derivado del estaño (también llamado «derivado estánico») TBT. Ciertamente, se ha progresado mucho al respecto, ya que en 2008 asistimos a la retirada del mercado del tributil estaño y de otros compuestos similares. Y, sin embargo, resulta pese a ello enormemente inquietante que nuestro amigo Bruce Blumberg, del Departamento de Biología Celular y del Desarrollo de la Universidad de California en Irvine, no haya dejado un solo mes sin sorprendernos con una nueva publicación sobre la exposición humana a los derivados estánicos como el TBT y sus efectos en nuestro organismo como promotores de la obesidad.

Según Bruce, el propio PVC contiene hasta un 3 % de su peso en derivados organoestánicos. Uno de estos, el conocido como TPT, aún se emplea como fungicida en cosechas de gran valor productivo.

Sin embargo, la gran y muy preocupante pregunta es la siguiente: ¿es el efecto del TBT y sus congéneres el de un compuesto obesógeno? O, dicho de otro modo: ¿es el TBT un compuesto que dentro de nuestro organismo estimula de forma inadecuada la adipogénesis y la acumulación de grasa, altera la homeostasis del tejido adiposo y desajusta el control del apetito y la saciedad? ¿Está contribuyendo a volvernos obesos?

De ser así, nos encontramos ante una pieza más en el complejo puzle de las causas de sobrepeso y obesidad que, afortunadamente, en lo que toca a los TBT, podría evitarse si se procede a controlar más concienzudamente la exposición inadvertida de la población a este compuesto.

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