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BIENVENIDOS AL TEATRO DE LOS HORRORES
ОглавлениеEn mis presentaciones a lo largo y ancho de la geografía española, «vendiendo» la hipótesis de la disrupción endocrina para llamar la atención sobre un problema ambiental emergente que sabía de gran calado, he solido recurrir a ejemplos con animales exóticos, que utilizaba para explicar a mis colegas médicos lo que era la disrupción endocrina en el mundo animal.
Entre mis diapositivas había imágenes de caimanes en Florida, de aves americanas como el águila calva o las gaviotas, e incluso de osos polares. Yo explicaba cómo Louis Gillette pretendió toda su vida, hasta su reciente muerte, contarle a la sociedad que los problemas del caimán no nos son ajenos. Para ello me valía de una historia conocida por muchos y que es bien sencilla: en 1980 se produjo el derrame accidental de una balsa de residuos procedentes de una fábrica que producía el pesticida organoclorado dicofol, que en su proceso de fabricación emplea a su vez los pesticidas DDT y DDE. Debido a ese derrame, la población de caimanes del lago Apopka quedó expuesta a estos compuestos organoclorados. No tardaron en aparecer los efectos: en los años siguientes, los caimanes comenzaron a experimentar problemas reproductivos entre los que destacaban los defectos en el desarrollo anormal de los genitales externos de los caimanes que habían quedado expuestos a la contaminación durante la fase embrionaria en el huevo. Pues bien, después, como adultos, esos caimanes presentaban testículos y penes diminutos. Era un claro ejemplo de cómo funciona la disrupción endocrina cuando la exposición es temprana (en el huevo) y la manifestación es tardía (infertilidad del adulto).
Recuerdo que, en las presentaciones que hacía tantos años atrás para explicar lo que es disrupción endocrina, cuando mostraba las fotografías de los caimanes con sus penes diminutos, el público se estremecía igual que si se hallara ante un mago que sacara un conejo de la chistera. Aquellas presentaciones, por qué negarlo, eran un poco como los programas de sobremesa de La 2, con documentales didácticos pero que no escatimaban a la hora de mostrar las imágenes de las leonas atacando en grupo a una pobre gacela.
Hoy, en cambio, ya no necesito mostrar imágenes como esas. De hecho, eliminé esas diapositivas de mi PowerPoint. En su momento fueron útiles para ilustrar la hipótesis de la disrupción endocrina, debido a que en esos casos concretos estaban bien definidos los agentes causales y era muy sencillo establecer la relación causa/efecto y la responsabilidad de diversos tipos de disruptores endocrinos respecto a las alteraciones en los organismos de los animales (ya hemos descrito algunas; otras las citaremos más adelante). A saber:
dicofol → micropene del caimán
bifenilos polibromados → emparejamiento anómalo de las aves
DDE → función sexual de la osa
Todo muy ilustrativo. Una auténtica tragicomedia en imágenes, llena de verdugos y víctimas. Un auténtico teatro de los horrores.
Ahora, en cambio, no tengo que recurrir al exotismo. Me basta con leer y comentar los trabajos de Cinta Porte, una bióloga afincada en Barcelona, para explicar por qué las carpas machos de los ríos Ebro y Llobregat parecen hembras externamente.
Es un fenómeno bautizado con el nombre de «intersex». Engloba aquellos casos en que machos y hembras de una especie que habitualmente eran distinguibles por sus signos externos son ahora muy similares. Creo que, como el caso de imposex, el nombre está muy bien escogido. Se trata de machos feminizados que genotípicamente son machos —es decir, cuyos genes son de macho—, pero que presentan el aspecto externo de las hembras de la misma especie; además, estos machos feminizados han adquirido funciones internas propias de las hembras, como, por ejemplo, la producción en sus hígados de la proteína vitelogenina, necesaria para acompañar a los huevos ¡que ellos nunca van a poner!
En resumen, estamos hablando de machos que funcionan internamente como hembras. La causa parece ser clara: la presencia en el agua de los ríos de contaminantes ambientales con actividad estrogénica o xenoestrógenos que provocan casos más que evidentes de disrupción endocrina estrogénica y androgénica, esto es, de las hormonas sexuales femeninas y masculinas.