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Cuando los afectos soportan

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La presencia de políticas informales de privatización de los cuidados, ante el retraimiento del Estado a través de sus canales institucionales, permiten visibilizar las carencias materiales que, a pesar de su crudeza, no deben ocultar otro tipo de incertidumbres más vinculadas a la existencia de los jóvenes entrevistados. Es así como, frente a una imposibilidad de recurrir a soportes de tipo material o al menos de recurrir en menor medida a ellos, los soportes asociados a lo afectivo resultan en el recurso propio de mayor importancia del cual disponer o, en todo caso, anhelar. Sin embargo, es necesario precisar que esos lugares de resguardo se encuentran afectados por tensiones que exponen el carácter inestable y frágil de tales refugios afectivos.

En los relatos de los jóvenes entrevistados podemos destacar una serie de variantes vinculares en que las relaciones afectivas íntimas y cercanas cobran una notoria y expresa relevancia para los individuos que las narran. Partiendo de estas premisas, a continuación analizamos cómo las relaciones próximas se constituyen en refugios afectivos que encauzan las elecciones de rumbo en la vida. Las relaciones fraternales que se establecen con niños, hijos y/o sobrinos; los procesos de constitución y ruptura de las parejas y las formas normativas de amar asociadas a dichos procesos relacionales anclan en estos jóvenes condiciones de sobrevivencia. A propósito de ello, nos comentaba Lili con relación a sus hijos:

Si no los tuviera a ellos, sería cualquier cosa, menos feliz. Estaría tirada en una esquina, drogada, borracha, sin tener por quien vivir o, capaz, no estaría. Pero ellos son las personas por quien yo vivo, por las que lucho y sigo adelante.

En la transferencia al dominio íntimo de expectativas de resolución de conflictos y cuidados antes a cargo de un amplio abanico de instituciones y redes vinculares, también se expresan las reales posibilidades de supervivencia de los jóvenes. La mención a estar no sólo es retórica, sino que las formas de (sobre)vivir se encuentran estrechamente vinculadas a los entornos construidos por los jóvenes, donde las relaciones afectivas cobran niveles crecientes de importancia. Para Lili, la existencia de sus hijos se expresa como un acontecimiento que le otorga un anclaje para seguir viviendo o, en sus palabras, seguir estando.

Para Charly, un acontecimiento muy significativo fue haber conocido a sus sobrinos y experimentar el amor que siente por ellos. Como veremos, estas relaciones son muy anheladas sobre todo cuando existe la posibilidad de perderlas. En el caso de Charly se expresa a través del sufrimiento que le produjo no poder estar con los niños cuando fue detenido y debió pasar tres meses en la cárcel sin verlos.

En lo que refiere a los procesos de constitución y ruptura de las parejas, también es posible observar expresiones de praxis afectivas que funcionan como importantes soportes que permiten recobrar el camino de los imaginarios socialmente legitimados.1

Al hablar acerca de su novia, Purly señala:

Tengo que dejar un poco la joda, un poco la joda para estar más tiempo con ella […] mirá, gorda, no me fui con los pibes a la joda, a tomar nada, por quedarme hablando con vos, para que sepas que me importás más que una joda.

Como propone Epele, el rescate por amor, como política informal orientada al cuidado y a la supervivencia en contextos de privatización de los cuidados, implica como contrapartida del proceso la exposición del carácter de soporte de los vínculos afectivos, aunque tal vez esto no conlleve necesariamente la conciencia plena de tal proceso. El romance como rescate a través de la constitución de una pareja pierde de este modo su caracter restrictivo como forma afectiva y se expresa como soporte por la intervención de otro y por el otro, incluyendo en la intimidad relaciones de afecto y emociones ligadas al cuidado y al bienestar como también situaciones de violencia y peligros para la salud y la supervivencia. Este escenario da cuenta de cómo ciertas relaciones, a pesar de los inconvenientes que puedan traer aparejadas, se constituyen en refugios afectivos cimentados en su condición de soportes. No son escasas aquellas relaciones afectivas que se encuentran atravesadas por situaciones de violencia y/o riesgo, como violencia familiar o conyugal, participación en actos delictivos, consumos de drogas y las consecuencias que estas actividades, por su carácter ilegal e ilegítimo, conllevan a pesar de ello, logran imponerse para los individuos como sostén, como refugio.2

En estas relaciones afectivas no sólo es posible observar una dualidad entre situaciones de violencias e instancias de afecto y cuidado –en el sentido de refugio antes descripto–, sino también a partir del interjuego entre ideales y normativas en función de adecuarse a los imaginarios imperantes. En este sentido, en los resultados de una investigación sobre la sociedad chilena, Kathya Araujo y Danilo Martuccelli (2012) presentan y describen tres ideales que concurren en la constitución de los imaginarios de pareja: el ideal protector, el ideal de fusión y el ideal de independencia. El ideal protector “se trata de un imaginario de pareja construido alrededor de la figura de alguien que asegura, da estabilidad y protege” (Araujo y Martuccelli, 2012: 187). El ideal de fusión es un modelo múltiple que supone la fusión de dos personas en una, y se presenta en dos vertientes ideales de amor: el amor pasional y el amor conyugal. La primera de las vertientes es la que sostiene que se trata de una relación en la que los amantes sólo se aman mientras no se pueden amar, aparece como el amor en situaciones desaconsejables y se caracteriza por el sostenimiento más allá de las adversidades. Adquiere características pasionales y supone un reemplazo de la seguridad por la entrega. En la segunda vertiente del ideal de fusión, la conyugal, nos encontramos con la formalización del amor a partir del matrimonio, donde la idea parece puesta en la posibilidad de superar juntos cualquier adversidad. Al ser la pasión uno de los elementos primigenios de las relaciones donde predomina el ideal de fusión, las rupturas y desilusiones suelen expresarse y vivenciarse más intensamente. El ideal de independencia “supone el reconocimiento de ámbitos específicos para cada miembro de la pareja” (204), que encuentra su raíz en la admisión y el reconocimiento del otro en todas sus particularidades. Los jóvenes, según nuestros resultados, reflejan las tensiones de algunos de estos aspectos presentes en los ideales mencionados, sin que ello implique una identidad integral a alguno de ellos que redunde en la adscripción a un único ideal. Sin embargo, en los relatos de los jóvenes, con referencia a su situación de pareja o noviazgo, elementos presentes en algún ideal predominan sobre otros.

Retomando la narración de Purly, estar con su novia se presenta como alternativa a la joda, que si bien por un lado puede asociarse a situaciones recreativas, por otro también se presenta como una instancia cargada de sentidos de riesgo e inseguridades que refuerza la idea de la pérdida de rumbo. El rescatarse por amor confluye con el ideal protector, donde ella –la novia de Purly– corporiza un ancla existencial que estabiliza un mundo que se experimenta material y afectivamente inseguro. Esta protectora es una cuidadora, quien rescata y permite el rescate de otros. Como señalan Araujo y Martuccelli (2012), esta protección es una respuesta posible a la multiplicación de los riesgos de vida que los individuos deben enfrentar.

El corpus de los relatos biográficos de los jóvenes nos permite dar cuenta de las tensiones entre los ideales de pareja, donde la predominancia de uno de ellos no anula la presencia de elementos de otros. Al contrario, como lo manifiestan los relatos, conviven simultáneamente en los mismos discursos que guían los patrones de pareja. Particularmente en los relatos biográficos de los jóvenes varones es posible distinguir las tensiones entre los mandatos normativos tradicionales en torno a la familia y a las responsabilidades masculinas, y las actuales lógicas identitarias que guían las formas de configurar los vínculos afectivos. Así, se presentan referencias que remiten a la familia nuclear tradicional moderna como modelo de lazo familiar deseado; la figura del buen partido sostenida en el ideal del hombre protector es un ejemplo de ello. En ese modelo ideal se construyen las figuras materna y paterna como pareja armónica, soportada por los lineamientos dictados por el imperativo romántico sostenido en el ideal de fusión, y con capacidad de generar (reproducir) a partir de valores puros en concordancia con el ideal de amor conyugal. En el caso de José Luis, un aborto espontáneo se convierte en un acontecimiento que expone las tensiones entre diversas posiciones discursivas que sostienen los ideales de pareja antes descriptos:

Si venía ese hijo, no iban a pasar estos problemas, porque capaz que él te fortalezca la familia, entonces ahí nos uníamos todos, ¿no? Me doy cuenta que para esto todavía no estoy preparado; para bancarme una familia no estoy preparado.

Podríamos preguntarnos, ¿qué significa estar “preparado”? Tradicionalmente se entendía esa preparación como una serie de instancias que permitían ir acumulando diversas experiencias, saberes y recursos que daban cuenta de las condiciones de posibilidad de una posición social determinada: el padre de familia. Elsa López y Liliana Findling (2012) señalan que la preparación del rol de padre no sólo se asienta en cuestiones económicas, sino en un crecimiento personal asociado a aspectos de necesidad afectiva. Estar “preparado” como condición para las paternidades es un concepto que escapa a los intentos de referentes explicativos tradicionales que abarquen integralmente su sentido. Al contrario, en la ambigüedad aparente del concepto se encuentran presentes las confrontaciones entre ideales y las posibilidades de acción de pareja que, lejos de anularse unos a otros, conviven en diferentes instancias de predominancia. Por ello, si los sentimientos de realización personal y fidelidad hacia sí mismo, elementos centrales en el ideal de independencia, han ganado más espacios en la modernidad tardía, y algo de ello tensiona en estos jóvenes, esto no implica la desaparición de aspectos relacionados con los ideales de protección o fusión. La referencia discursiva da cuenta de elementos que aún se anclan en personajes sociales presentes en imaginarios de pareja más tradicionales, como veremos más adelante.

Las referencias de los jóvenes con relación a la adecuación a ese estado de preparación no se circunscriben sólo a la incertidumbre económica circundante y/o a las acumulaciones de recursos (económicos, simbólicos), ya que también hay referencias a emociones, sensaciones corporales e instancias reflexivas. En los sentidos que los jóvenes les dan a sus experiencias es posible encontrar las marcas de los desfases que se vivencian en la modernidad tardía: una mayor reflexividad en los relatos y una imposibilidad de adecuar las prácticas individuales a un personaje social. Es ilustrativo, en este sentido el relato de José Luis ante el fracaso con su reciente pareja, acontecimiento señalado como significativo por el entrevistado:

No… no lo puedo aguantar, no sé, soy un tipo muy… en ese sentido soy un tipo no muy fuerte para recibir los golpes sobre el pecho y llevar atrás la familia. No, me di cuenta que no estoy todavía preparado para eso; me falta mucho todavía para llevar bien una familia tranquilo, y saber poner bien en balance para no ocurrir un error así como ocurrió ahora.

El fracaso de la pareja como acontecimiento significativo –en este último caso descripto– expone y suscita la reflexividad, lo que conlleva al planteamiento de balances introspectivos en los cuales los individuos son puestos a prueba.3 La reflexión introspectiva da cuenta también de cómo estos acontecimientos se constituyen en mojones de sentido que estructuran las temporalidades de las historias de vida que estos relatos conforman. El fracaso en la pareja, como acontecimiento significativo en la vida de los jóvenes entrevistados, puede constituirse en un concepto que permite observar la dinámica entre las dimensiones que sustentan el imperativo del amor romántico así como también los procesos de constitución de sujetos de deseo. A continuación avanzamos en hallazgos en ese sentido.



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