Читать книгу "Quiero escribir mi historia" - Pablo Francisco Di Leo - Страница 13
Desilusiones y rupturas: ventanas a las formas de amar
ОглавлениеLas experiencias de los jóvenes identifican como significativas determinadas instancias de ruptura, ya que evidencian, en diferente grado, la ausencia de soportes más o menos visibles, más o menos opacos. A partir de las rupturas es posible reconstruir el ideal que prima en la construcción de los vínculos de pareja. Las experiencias vividas como fracasos en las parejas suelen hacer referencia en los relatos de los jóvenes a estas formas regidas por el amor romántico:4 “Ya no siento mariposas cuando estoy con él”, o referencias al lugar de la iniciación sexual, sobre todo en las mujeres: “Yo creo que el primero no se olvida nunca. Es por eso también que me gustaría estar siempre con él, pero si no se da, qué más queda” (Nora).
En los relatos biográficos es posible encontrar referencias a diversos tipos de relaciones eróticas (noviazgos, relaciones de pareja estables, casuales, etc.) que mantienen los jóvenes entrevistados, y también menciones puntuales a rupturas de esas relaciones. En muchas oportunidades estas rupturas son vivenciadas como fracasos personales que ponen a los jóvenes en situaciones de balances introspectivos sobre los procesos de selección de pareja. En estos acontecimientos puntuales, las reflexiones sobre las experiencias vividas dan cuenta de los diversos amortiguadores en que los jóvenes se sostienen posruptura, exponiendo el proceso de desestabilización del soporte que representaba la pareja por un lado, y el refugio afectivo por otro, que en su condición de soporte-amortiguador, aliviana la cargas sobre los jóvenes –las relaciones fraternales con hijos y/ sobrinos son uno de los ejemplos de esta forma de amortiguación afectiva ya analizada–. Asimismo, y lo abordaremos a continuación, las rupturas y desilusiones de pareja también permiten dar cuenta de las tensiones entre los imperativos normativos y las prácticas de los jóvenes. Diversas preguntas pueden ser formuladas para dar cuenta de estos procesos y tensiones: ¿Quiénes son aquellos que pueden formar una pareja? ¿Quiénes son aquellos que, por sus características, se tornan deseados, queribles? ¿Qué elementos intervienen en la construcción de esos sujetos de deseo? Estas preguntas hacen referencia a tensiones que es preciso enmarcar en el contexto particular de nuestra investigación y de las características propias de los barrios donde habitan nuestros entrevistados.
El progresivo encierro barrial genera condiciones donde los procesos de elección de pareja exponen alternativos elementos valorados por los individuos en el momento de elegir con quien relacionarse. A diferencia de los recursos, esa suerte de capital social que los individuos disponen de forma discrecional (Martuccelli, 2007a), los soportes, por su carácter relacional, no poseen características de tipo instrumental, y se encuentran en un constante proceso fluctuante de reactualización de su valor simbólico y material. Sin embargo, en algunas oportunidades, las relaciones familiares permiten y limitan la generación y apropiación de ciertos elementos valorados en los contextos de elección de pareja. Es en esas instancias donde se corporizan las tensiones por el desplazamiento de los dominios en torno a las expectativas de reparación y cuidado, antes presentes en prácticas y/o relaciones de tipo institucional por fuera de la intimidad de las parejas. Las redes familiares y vinculares dentro del barrio otorgan un estatus valorado, y también influyen en la consolidación y el éxito de las parejas. José Luis relata que se juntó con su ex pareja porque era “una chica muy sencilla, muy buena, muy trabajadora”, sin embargo, y a pesar que ella se ajustaba a determinados valores, la influencia de las redes familiares condicionó la ruptura de la pareja:
A mi familia no le gustó para nada que yo me junte con una mina que tenga dos hijas, con una mina que ya tiene su vida armada y que va a ser difícil la convivencia y no… no aceptaron.
Resulta claro que la influencia de los vínculos familiares debe apoyarse en otras instancias para que la ruptura, como en este ejemplo, se produzca. Los grados de ajuste entre los candidatos reales y los modelos normativos5 de amor pueden así producir o acentuar estigmas, generar estereotipos. Estos ajustes pueden ser analizados a partir de los modelos de romance e imaginarios de pareja que intervienen en la construcción de los vínculos conyugales y noviazgos.
La normatividad hegemónica supone al amor, entendido como una manifestación de la sexualidad atravesada por el género, como un concepto que emerge con características universales, asimilado y reducido a una única forma de amor legítima: el amor romántico (Fernández, 1994). En este tipo de amor no prima el ardor sexual donde el placer y la pasión podrían habitar (Giddens, 1992), sino la idealización del otro que conlleva el seguimiento de determinadas narrativas de amor ideal o imperativo romántico, que encuentran en el matrimonio heterosexual uno de los horizontes de completud subjetiva y de realización personal. Este modelo normativo de amor define las formas de amar, como también los fracasos devenidos en desamores producto de los desfases entre esos modelos normativos y las experiencias subjetivas, familiares y propias. Las rupturas al exponer la ausencia del vínculo afectivo producto del desencuentro permiten dar cuenta de las tensiones entre los ideales que confluyen en la configuración de los relaciones de pareja.
Estas formas de amar, apoyadas en la universalización de la moral moderna conyugal6 (Foucault, 2010), chocan contra una realidad que les impide alcanzar las realizaciones normativas idealizadas: “el uno para el otro”, “hasta que la muerte nos separe”, elementos que se sostienen en el ideal de fusión. Desde esta óptica, los sentidos y las valoraciones otorgados a ciertas etiquetas: “buen partido”, “buena piba”, “mala yunta”, “loquito”, “cachivache”, etc., ponen en evidencia, más que características intrínsecas de los actores o sus prácticas, los ajustes con determinados modelos normativos de género. En los relatos de los varones entrevistados suelen aparecer referencias de distancia y cercanía con estas construcciones normativas. En particular el rol del hombre como proveedor del hogar parece ser uno de los primeros sentidos emergentes. En lo que respecta a las mujeres, este ideal se juega en la maternidad y el cuidado de los otros. En los relatos de las entrevistadas es posible rastrear que el hecho de tener hijos aporta un antes y un después en la vida. Otorga un lugar social prestigioso que supone el pasaje a la adultez, la posibilidad de escapar de situaciones familiares agobiantes y la concreción de la propia familia.7 Sin embargo, tal como intentamos esbozar previamente, estas referencias a los lugares tradicionales en las organizaciones familiares dentro de los hogares son puestas en cuestionamiento por los mismos jóvenes que las generan.
Estos desfases entre los ideales acerca de la concreción de pareja y familia más tradicionales, y los sentidos emergentes con relación a las nuevas reflexividades propias de la modernidad tardía, generan tensiones que se exacerban en el contexto barrial sobre la base de las limitaciones espaciales que los procesos macro fueron produciendo.