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2. Madres e hijos: múltiples modos de construir y significar los vínculos filial-maternales

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Soledad Vázquez y Pablo Borda

Desde la interpretación de las ciencias sociales la familia resulta ser un ámbito de socialización de las personas, y en su interior se despliega un significativo proceso de construcción y transmisión de la identidad, así como también de una serie de cuidados e intercambios de sentidos relacionados con la procedencia, saberes heredados y la adquisición de un capital simbólico entre las distintas generaciones. Estas características de la institución familiar forman parte vital de la construcción del lazo social, garantizando a cada generación el establecimiento de un nexo con su pasado (Kaufman, 2006).

Si bien es cierto que la familia es una de las instituciones modernas productoras y reproductoras del orden social, resulta necesario, para adentrarnos en las propuestas del presente trabajo, mencionar que ha experimentado transformaciones en las últimas décadas, las cuales hacen cada vez más visibles los límites y las contradicciones inherentes a su configuración otrora soterrados.1 Estos cambios tensionan la forma, el rol y el funcionamiento tradicionales que configuraban a la institución como un soporte de los sujetos, poniéndolos a la vez en la necesidad de resignificar las experiencias vivenciadas en el ámbito familiar.

Las formas de construir y practicar los vínculos filial-maternales son una dimensión constitutiva de la institución familiar en la que esos cambios y mutaciones se expresan con nitidez. Por ello este capítulo focalizará su atención en los modos en que esos vínculos son relatados y significados por los jóvenes que participaron de nuestra investigación. Desde una perspectiva en la que convergen la sociología del individuo, la propuesta epistemológico-metodológica del enfoque biográfico y los argumentos centrales del debate en torno a las experiencias de maternidad, nos proponemos explorar los modos en que los jóvenes entrevistados significan los vínculos construidos con sus madres.

El capítulo está organizado en cuatro partes. Luego de realizar algunas precisiones conceptuales, en la primera sintetizamos las principales herramientas para desplegar nuestro problema. En “Los bordes de la maternidad” analizaremos la convergencia entre las dimensiones estatutarias y subjetivas de la institución familiar que hemos visualizado en los relatos de los jóvenes que participaron de nuestra investigación, focalizando nuestra atención en los vínculos filial-maternales. Este recorrido se hará dialogando con los aportes conceptuales de la sociología del individuo y el debate en torno a las maternidades que despliegan ciertos estudios que adscriben a la perspectiva de género. Luego, en “Enseñanzas y violencias”, como así también en “Separaciones: ausencias, dolores y resignificaciones biográficas”, abordaremos dos experiencias recurrentes descriptas en los relatos, vinculadas a la construcción y práctica de las relaciones filial-maternales, profundizando aun más el análisis en torno a esa convergencia. Como podrá apreciarse, esas experiencias dan cuenta de una resignificación subjetiva de esos vínculos por parte de los jóvenes entrevistados que permite su legitimación social al tiempo que invisibiliza la exterioridad de los mismos como soportes. Por último, haremos algunas reflexiones finales.

Algunas precisiones conceptuales. El proceso de producción de los relatos biográficos de nuestros entrevistados nos permitió visualizar, desde sus significaciones, la convergencia entre las dimensiones estatutarias y las subjetivas de la configuración familiar que proponen Kathya Araujo y Danilo Martuccelli (2012) para el análisis de las relaciones familiares en Chile. Estas categorías dan cuenta del debate existente entre dos formas de concebir los vínculos filiales: por un lado, aquella que “insiste en [su] carácter fuertemente institucional, su capacidad para producir el orden social y engendrar individuos a la vez autónomos y conformes a las exigencias de la sociedad”, y, por otro, la que “sin negar la remanencia de estas funciones, prefieren subrayar [el proceso de] desinstitucionalización o la destradicionalización” que la familia estaría atravesando a partir de las mutaciones sociales e institucionales que se vienen produciendo en las últimas décadas (144).

Específicamente, nos referimos a la convivencia entre aquellas acciones protectoras desplegadas entre sí por los miembros de la familia, que contribuyen a producir y reproducir el orden social existente en el espacio doméstico –dimensión estatutaria– y aquellas experiencias de resignificación biográfica orientadas a singularizar las vivencias en el interior de cada familia –dimensión subjetiva– sosteniendo, como lo hacen esos autores, lo siguiente:

La familia […] está en muchas de sus relaciones aún masivamente gobernada por una lógica institucional que dicta a sus miembros un conjunto de obligaciones a las cuales se ciñen, comenzando por la responsabilidad económica que les toca a unos y otros, y siguiendo por la función universal de apoyo que todos esperan que ella cumpla […] [Es] un compromiso, sellado institucionalmente, entre intereses económicos y simbólicos, que facilita la acumulación de bienes y permite construir protecciones –emocionales y materiales–, las que se han vuelto tanto más importantes cuanto los individuos viven en medio de una inconsistencia posicional estructural. [En este sentido, la familia sigue] cumpliendo un conjunto de funciones esenciales para el mantenimiento y la reproducción del orden social. Las mutaciones que ella conoce desde hace décadas no la han vuelto incierta ni han destruido todas sus características tradicionales […] No obstante, y de otro lado, también es cierto que […] la textura de las relaciones entre padres e hijos ha sufrido transformaciones relevantes que renuevan las prácticas e interpretaciones de las jerarquías y las solidaridades […] [En este marco] la prueba familiar [es] una prueba dual: la familia es institucional en ciertas relaciones y no en otras. [Se trata de] una dualidad presente, en dosis diversas, en todas las familias. (Araujo y Martuccelli, 2012: 144-145)

Además, y en diálogo con los citados análisis enmarcados en la sociología del individuo, veremos a continuación que los entrevistados reivindican diversas cualidades de lo que hemos dado en llamar maternidad adecuada (apropiada) al referirse a las maternidades practicadas por diferentes mujeres cercanas a ellos; al propio ejercicio futuro de la maternidad o paternidad, y a los vínculos filiales maternales que se despliegan en sus propios hogares. Esta noción alude a un modo hegemónico y legítimo de ejercicio maternal que invisibiliza otras formas de vínculos maternos-filiales, refiere a una forma de practicar la maternidad que guarda estrechos nexos con la dimensión estatutaria de la familia. En efecto, la maternidad adecuada y esa dimensión dan cuenta, entre otras características de la institución familiar, de las prácticas productoras y reproductoras del orden social en el interior de los espacios domésticos.

La noción madre adecuada2 remite también a los debates teóricopolíticos desarrollados en los últimos años entre una serie de reflexiones que adhieren a la perspectiva de género y aquellas propuestas académicas e iniciativas gubernamentales (originadas con y en la modernidad, consolidadas hacia mediados del siglo XX) que parten del supuesto de que hay un único modelo válido para el ejercicio de la maternidad inscripto en la naturaleza del sexo femenino. En términos generales, uno de los principales argumentos de las reflexiones relacionadas con la perspectiva de género es que las maternidades son prácticas enmarcadas históricamente, no naturales ni neutrales. Implican, entre otros elementos y dimensiones, relaciones de poder, resistencias, placeres, protecciones, sostenes más o menos legítimos, frustraciones, violencias y pasiones. Configuran una categoría relacional que vincula las prácticas desplegadas por múltiples actores: mujeres y varones, adultos, jóvenes y niños, ciencias médicas y prácticas dirigidas al cuidado de la salud no médicas, y agentes de políticas públicas (Nari, 2004; Darré, 2008; Felitti, 2011).

Para los esquemas interpretativos tradicionales las madres no adecuadas son las mujeres que, desoyendo el mandato natural inscripto en el sexo femenino, se apartan del modelo maternal hegemónico y sus prescripciones: las muy jóvenes, las pobres, las que desarrollan tareas extradomésticas, las física, mental o anímicamente débiles; las que se niegan a amantar, las que abandonan a sus hijos, las infanticidas, las que abortan, las solteras, las que conforman familias monoparentales u homoparentales. En otras palabras, las que no han sido debidamente maternalizadas (Nari, 2004), es decir las que no han incorporado (o lo han hecho deficientemente) las prescripciones de ese modelo hegemónico sobre la “buena” práctica maternal. Por ello, estas madres se configuran como no madres o madres desviadas para este enfoque.



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