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Enseñanzas y violencias

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Una de las prácticas más frecuentemente asociada al despliegue de la maternidad adecuada tiene que ver con la transmisión –en el interior de la familia– de los valores y criterios esenciales para el mantenimiento del orden social. Cuando esta práctica no se produce o se produce deficientemente –debido a, entre otras situaciones, la ausencia física de la madre como uno de los protagonistas principales de este proceso de enseñanza– se generan situaciones significadas negativamente por los sujetos entrevistados que son difíciles de subsanar:

Y mi abuela la dejó abandonada [a la madre del entrevistado]… como que dejó rienda suelta, que haga lo que quiera, ni educación, ni nada. No aprendió ni a lavar la ropa, nada… (Julito)

Los chicos se quedan solos... entonces los chicos van aprendiendo… de la tele… se embarazan… se van a la mierda… (José Luis)

En varias ocasiones se evidencia, desde los relatos biográficos de los entrevistados, que este proceso de transmisión de valores se lleva acabo recurriendo a distintas formas de violencia:5

Yo no quería ir al colegio, pero… me obligaba, y si no, cobraba… No me pegaba mucho, sólo hasta que duela… (José Luis)

Mi mamá dice que yo no aporto nada en la casa, cuando está enojada [porque no hago lo que ella me dice]… empieza a decirme… que no hago nada, que soy inservible. (Nora)

Yo no le pego pero lo asusto. Viste… agarro el cinto y le pego en la mesa así quieto. Si te portás mal… te pego con esto, vas a ver. Sentate ahí, le digo. Y va y se sienta. (Lili)

Estas formas de violencia, asociadas a la enseñanza en el espacio intradoméstico, antes que ser descriptas negativamente por los entrevistados –ya que, por ejemplo, a primera vista parecen contradecir la idea de una madre adecuada, amorosa y paciente– son resignificadas por los entrevistados adquiriendo sentidos biográficamente legítimos:

Mi mamá una vez hasta me llegó a sangrar la nariz… Yo era re rebelde… Y sí, contestaba mucho. Qué sé yo, no quería hacer algo y no lo hacía. Y me oponía. (Nora)

En otras palabras, si bien estas prácticas violentas son evidenciadas por los jóvenes entrevistados, devienen a la vez recursos legítimos a ser usados por la madre, cuando el proceso de transmisión de enseñanzas no puede desplegarse en su totalidad debido a la “incapacidad” o “rebeldía” del enseñado para aprender. La utilización de la violencia, en estos casos, antes que anular el vínculo filial-maternal en tanto soporte, lo legitima biográficamente reafirmándolo:

Mis abuelos son muy estrictos en el sentido de la educación. Yo no quería ir al colegio pero mi abuela me obligaba, y si no cobraba. En ese momento no me gustaba nada, la pasaba mal, pero era para mi bien, yo quería manejar mi situación siendo chico, yo creía que lo sabía todo, pero en ese momento no sabía nada. Ahora le agradezco mucho a mi abuela por las cosas que me hizo, por haberme educado. Yo me considero educado. Mi abuela siempre me decía: “Siempre hay que respetar a los grandes, hay que ser obediente, no hay que faltarle el respeto ni a una sola persona”. Yo no quería ir a la escuela, entonces cuando me castigaban iba, al cobrar yo le sentía respeto y después yo hacía lo que ella me decía, no me quedaba otra. No me pegaba mucho, sólo hasta que duela, el dolor de un cinto o de un látigo, porque yo era un tipo que tenía miedo de que me pegue, entonces yo hacía lo que ella me decía. El castigo dependía de la causa; si es muy pesada la causa, es más alto el castigo; si es muy bajo, entonces más bajo el castigo. Es como que te corrige de esa manera, si vos te mandaste una cagada grande, de lo cual fuiste muy consciente, cobrás grande. En ese momento no me gustaba nada, la pasaba mal… no lo acepto como una violencia, lo acepto como una corregida… en ese momento yo era un tipo caprichoso… mi abuela siempre fue muy correcta conmigo… tampoco me hizo la vida imposible… yo creo que… mi abuela me educó muy bien. (José Luis)

Los vínculos filial-maternales presentes en los relatos de nuestros entrevistados se encuentran atravesados por la convergencia entre las dimensiones estatutarias de la familia, las subjetivas y la maternidad adecuada; como ya lo hemos dicho, se configuran como soportes legítimos de los jóvenes que participaron de esta investigación.

A continuación nos proponemos realizar un ejercicio de descripción interpretativa similar al desarrollado hasta aquí, pero focalizando nuestra atención en otro hecho significativo y recurrente en los relatos de los entrevistados. Nos referimos a la experiencia de separación madre-hijo ante diversas vicisitudes que bien pueden ser consideradas como pruebas (mudanzas por cuestiones laborales, divorcios). Este ejercicio está orientado, una vez más, a problematizar la convivencia entre las dimensiones estatutarias y subjetivas de la familia, así como también la idea de maternidad adecuada.



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