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El contraste entre el apartamento de Eve Clarke y el de Cara Dunne era notable. La pintura en intensos colores primarios de los llamativos muebles le daba un aire moderno. Eve sirvió dos tazas de café de una jarra. El aroma no cubría un olor que Lottie reconoció como alcohol y cigarrillos. Se sentó en una silla de color amarillo chillón con cojines rojos y cogió la taza que la mujer le ofrecía.

—Lo de Cara es horrible —comentó Eve mientras se sentaba frente a ella.

El café estaba bueno. Lottie sintió que le calentaba los dedos de los pies. Eve la miraba fijamente, con los ojos muy abiertos tras unas gafas con montura dorada. Sus vaqueros negros estaban planchados, su camisa blanca inmaculada, con dos botones abiertos a la altura del cuello que no ocultaban un anillo de arrugas. Era delgada como un palo, y tendría unos cincuenta y cinco años. Las manos también la delataban. Una quebrada de manchas provocadas por el sol salpicaba su piel.

—¿La conocía bien?

—Solo de vista. —El rostro de Eve no denotaba expresión alguna. No había lágrimas por su vecina muerta.

—Pero sospechó que le había ocurrido algo. ¿Por qué?

—Las paredes en estos apartamentos son como de papel. Si el bebé de mi vecina del otro lado llora, lo oigo. Esos son los Cullen. Nunca escucho nada del lado de Cara. Ni siquiera la televisión.

—Entonces, ¿qué la alertó?

—Oí voces y, luego, nada durante diez minutos. Hasta que escuché un portazo.

—¿Era inusual que Cara tuviera visitas?

—En los últimos meses, sí.

—¿Y usted está en casa todo el día, cada día?

Eve se sonrojó.

—Solía trabajar, pero entonces mi matrimonio se fue a pique. Me fui al extranjero durante unos años. Desde que regresé a Ragmullin, no he conseguido un trabajo.

—¿Cuánto lleva viviendo aquí? —Lottie recorrió con la mirada el ordenado apartamento.

—Casi un año.

—¿Y Cara ha vivido en el piso contiguo todo ese tiempo?

—Estaba aquí antes de que yo llegara.

—¿Vive usted sola? —Lottie pensó que, por el aspecto del apartamento, parecía que nadie viviera allí. Aunque, pensándolo mejor, el olor rancio indicaba lo contrario.

—Sí.

—¿Puede decirme cómo era Cara?

—Inspectora, ¿es esto realmente necesario? Yo solo encontré su cuerpo, no le hice nada.

—Al comienzo de una investigación necesito toda la información posible.

—¿Investigación? Entonces, ¿cree que la han asesinado?

—Yo no he dicho eso. ¿Cara tenía familia?

—No lo sé.

—Bien. —Lottie sentía que la conversación no iba a ninguna parte. Dejó su taza en la mesita de café—. ¿Había estado alguna vez en el apartamento de su vecina antes de esta mañana?

—Nunca.

—¿Y cómo entró?

—Cara llamó a mi puerta unas semanas después de que me mudara. Me preguntó si podía guardarle una llave de repuesto en caso de que se quedase fuera. Acepté. Después de eso, solo hablábamos en el pasillo cuando nos cruzábamos.

—A ver si lo he entendido. Oyó voces y un portazo, así que fue a investigar. ¿Qué hizo exactamente?

—Llamé a la puerta, pero no respondió. Pensé que tal vez había salido. Regresé aquí y fue entonces cuando caí en que había oído dos voces. Me pareció extraño, sabe, porque normalmente no escucho nada.

—¿Qué pasó en ese momento?

—Cogí las llaves y volví a su puerta. Como seguía sin contestar, me convencí a mí misma de que no había nada que perder. Abrí la puerta y la llamé por su nombre. Entonces vi el abrigo colgado en el pasillo. Con este tiempo, nadie sale sin abrigo. Me fijé en que la puerta del baño estaba entreabierta. Pensé, ¿y si se ha caído en la ducha? Decidí echar un vistazo rápido. Fue entonces cuando… Ya sabe… —La mujer soltó un largo suspiro al terminar su discurso.

Lottie estimó que sonaba preparado. Como si Eve hubiera pasado la última hora recitándolo frente al espejo. Por ahora, lo dejaría pasar.

—¿Qué hizo a continuación?

—Volví corriendo, cogí el teléfono y llamé al número de emergencias.

—¿Comprobó si estaba muerta?

El rostro de Eve se cerró aún más.

—Recordé que hay una consulta médica en la planta baja. Bajé deprisa las escaleras y le pedí al doctor que subiera. La revisó y sugirió que esperáramos a la ambulancia y la policía.

Más ADN y huellas, rumió Lottie, si se convertía en una investigación de asesinato.

—De acuerdo —acotó, con un tono de voz neutral.

—¿He hecho algo mal?

—No hay bien o mal. Hizo lo correcto al avisar al médico antes de que llegaran los servicios de emergencia.

Eve exhaló, y una arruga apareció en su frente

—Parecía muerta. Está muerta, ¿no?

—Sí.

—Oh, gracias a Dios. —Eve se sonrojó—. No me refiero a que esté muerta, sino a que no dejé a una mujer moribunda ahí colgada.

—Sé lo que quiere decir. —Lottie se puso en pie—. ¿Cara tenía trabajo?

—Por lo que sé, era profesora.

—¿En qué escuela?

—No tengo ni idea. Como he dicho, no la conocía mucho.

—Una cosa más. Su abrigo y su gorro estaban mojados. ¿Sabe dónde estuvo esta mañana temprano?

—En misa, probablemente. Creo que iba cada mañana.

—¿Era religiosa?

Eve dejó la taza y se levantó para acompañar a Lottie a la puerta.

—¿No lo sabe?

—¿Saber qué?

—Cara estaba prometida, pero lo último que supe es que la boda se había cancelado. Desde entonces, no había vuelto al trabajo e iba a misa cada día. Creo que rezaba para que él regresara.

—¿Quién?

—Su exprometido.

—¿Quién era?

Eve titubeó.

—No tengo ni idea.

—¿Está segura?

La mujer parecía incómoda al asentir. Y Lottie supo que mentía.

* * *

Fuera, en el pasillo, un Jim McGlynn de aspecto furioso confrontó a Lottie.

—En mi opinión, es una pérdida de tiempo llamar a los forenses para un suicidio. Ya tenemos suficiente trabajo. —Estaba vestido acorde a la tarea que le esperaba. Por encima de la mascarilla, un par de ojos esmeralda taladraban a Lottie.

La inspectora ignoró las quejas y dijo:

—¿Has echado un vistazo?

—Acabo de llegar. ¿Me das un momento?

—Cuando lo hayas examinado, quiero ver el cinturón que Cara tiene al cuello. —Se hizo a un lado para dejarlo pasar justo cuando otro hombre aparecía por las escaleras.

El desconocido le tendió la mano.

—Usted debe de ser la inspectora Lottie Parker.

—Así es. —Lottie le devolvió el saludo—. ¿Y usted es…?

—Tim Jones, asistente de la patóloga forense. Creo que tiene una muerte sospechosa a la que quiere que eche un vistazo.

Tras comprobar su identificación, Lottie le señaló la puerta abierta del apartamento.

—Cara Dunne. Colgada de un cinturón atado a una válvula sobre la puerta del baño. He evaluado la escena y no estoy segura de que pueda haberlo hecho ella misma. Necesitamos su opinión de experto.

—Yo me encargo de ella —dijo Jones, y entró en el apartamento detrás de McGlynn.

Lottie intercambió una mirada con Boyd, que estaba de pie junto a la salida de emergencia en el extremo opuesto del pasillo. El sargento se encogió de hombros.

—Una frase poco afortunada —comentó, y se puso a su lado.

—Nada que no te haya oído decir antes —sonrió burlón.

Lottie señaló hacia la puerta.

—¿Ya has salido?

—Te estaba esperando. —El sargento empujó hacia abajo la barra de metal y la puerta se abrió. Unas escaleras de cemento llevaban hacia los pisos superiores e inferiores—. Aunque diría que estoy de acuerdo contigo.

—¿Respecto a qué? —Lottie subió por las escaleras detrás de su compañero.

—Que la muerte parece sospechosa. Si tenemos en cuenta la corta estatura de la víctima y que el taburete era bajo, la cosa no cuadra. Creo que alguien la mató. —Salieron a la azotea del edificio, asegurándose de dejar la puerta entreabierta.

Lottie se apoyó sobre la barandilla metálica y contempló el canal helado y los raíles del ferrocarril. Un tren cambió de vía al entrar en la estación; una estela de vapor quedó flotando a su paso.

—Era profesora. Tenemos que averiguar dónde daba clases, hablar con sus compañeros y localizar a sus amigos.

—De acuerdo.

—Estaba prometida, habían roto hacía poco.

—Interesante. Arroja una luz nueva sobre el hecho de que fuera vestida de novia.

—Y pone a su exprometido en el punto de mira.

Lottie apartó las manos de la barandilla, se quitó los guantes de látex y se echó el aliento en las manos en un intento de transferir algo de calor a sus dedos. Se fijó en una escalera de metal oxidada que bajaba desde el techo por el lateral del edificio. La fuerte nevada había cubierto cualquier huella que pudiera haber.

—¿Sabe la vecina quién es el prometido? —Boyd metió las manos en las profundidades de sus bolsillos mientras la nieve, llevada por el viento, formaba remolinos a su alrededor.

—No. Asegura que no conocía demasiado a Cara Dunne.

—Pero pudo entrar en el apartamento.

Lottie suspiró.

—Tenía una llave de repuesto para emergencias. Entró porque oyó gritos. Tenemos que interrogar al médico de la planta baja.

—Yo me encargo.

—Y tómale las huellas y una muestra de ADN, para descartarlo de la investigación.

—Así lo haré —convino Boyd.

Lottie estudió la línea dura de su mandíbula.

—¿Va todo bien?

—¿Qué quieres decir?

—Pareces distante.

El detective rio.

—Solo estoy cansado de anoche.

—Ah, vale. —Lottie fue hasta la puerta abierta—. Si Cara fue asesinada, su atacante podría haber usado esta salida de emergencia para escapar.

—No hay manera de entrar en el edificio a menos que se deje la puerta abierta, así que o bien el asesino entró por la puerta principal o vive en el edificio.

—O alguien la dejó abierta y le permitió entrar por la puerta de emergencia.

—Les diré a los forenses que busquen huellas —dijo Boyd—, y empezaré con los interrogatorios puerta a puerta. —Pasó junto a Lottie, adelantándola.

Lottie dejó atrás el aire frío para entrar en la relativa calidez del pasillo, pero un escalofrío recorrió su piel. A Boyd le pasaba algo, y sentía que iba más allá del mal humor provocado por la resaca.

—Pueden trasladar el cuerpo a la morgue. —Tim Jones se había quitado el traje protector y lo metía en una bolsa marrón de pruebas. El garda Tom Thornton anotó los detalles en la bolsa con un rotulador y la selló.

—¿Puede decirnos algo, doctor Jones? ¿Cree que se trata de un asesinato? —quiso saber Lottie, contenta de hablar de trabajo en vez de sentimientos.

—Parece sospechoso.

—¿En qué sentido?

—En muchos, pero, para empezar, no sé cómo una mujer de constitución tan delgada habría atado el cinturón a esa altura con tanta fuerza. Aunque se hubiera puesto de pie en el taburete, sigue siendo demasiado baja, y necesitaría más fuerza en la parte superior del cuerpo.

—¿Algo más? —inquirió Lottie.

—Tiene arañazos en el cuello. Hay que practicarle la autopsia.

—¿Hora de la muerte? —La inspectora presionó en un intento de conseguir más información.

—Diría que ha fallecido en las últimas seis horas. De momento no puedo ser más concreto.

—¿Se encargará Jane Dore del post mortem? —indagó Lottie.

—Estoy seguro de que sí, si considero que la muerte es sospechosa. —Jones fue hacia las escaleras.

—Bueno, tenía razón —dijo Boyd.

—¿Sobre qué?

—No es posible que la víctima se haya colgado.

—Cosas más raras han ocurrido. —Pero Lottie estaba de acuerdo con él—. No he visto ningún otro objeto relacionado con la boda en el apartamento, aparte del vestido. Tú interroga al médico, y luego tenemos que conseguir más información sobre la señorita Cara Dunne.

Las almas rotas

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