Читать книгу ¿Psicólogo o no psicólogo? Cuándo y a quién consultar - Patrick Delaroche - Страница 11

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Las dificultades del niño expresan un sufrimiento
El síntoma es una señal de alarma
♦ La somatización expresa en el cuerpo un conflicto psíquico

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Algunos signos llamados afectos tienen un claro origen psíquico: es el caso de la tristeza debida a un duelo, la cólera cuando no soportamos la frustración o el miedo característico de una fobia animal, por ejemplo. El signo expresa directamente el problema sin resolverlo. Otros, al contrario, sobre todo cuando afectan al cuerpo, necesitan lo que yo llamo ser descifrados, es decir, una interpretación.

En realidad, las dificultades psíquicas no siempre se traducen por medio del comportamiento; también pueden manifestarse (es frecuente en los niños más pequeños) en forma de síntoma físico (ya lo veremos más adelante). Es lo que se llama «conversión»: traducen la entrada en el cuerpo de un conflicto psíquico inconsciente. Esta somatización que se produce en los adultos es aún más frecuente en los niños, sobre todo cuando todavía no saben hablar: rinofaringitis, otitis reiteradas, asma precoz, trastornos del sueño, diarreas, etc. El niño puede utilizar todos estos medios para expresar un sufrimiento. El médico de cabecera o el pediatra deben descubrir el significado de todas estas enfermedades infantiles más o menos relacionadas con el psiquismo naciente.

Más adelante, la enuresis (imposibilidad de retener la orina durante el sueño), la encopresis (incapacidad de retener las heces de día, en general debido a un estreñimiento crónico), el tartamudeo… pueden expresar una hostilidad relacionada con la ambivalencia (es decir, la coexistencia de sentimientos contrarios, como amor y odio, por ejemplo) y con la dependencia. Si pasan por el cuerpo, significa que estos sentimientos no pueden expresarse mediante palabras.

El síntoma físico, sin embargo, puede estar relacionado con las palabras. En el caso de la encopresis, por ejemplo, encontramos en el lenguaje vulgar «me c… en», «vete a c…». El padre, intuitivamente, entiende el significado profundo del síntoma, pero sin extraer plenamente las consecuencias. Cuando un síntoma de este tipo acaba de aparecer, una única entrevista en profundidad con la persona que tiene autoridad sobre el niño puede ayudar a resolverlo.

Cuando el niño crece, pueden aparecer otras formas de somatización hasta llegar a las parecidas a las del adulto.

Óscar, de 13 años, se ha visitado en el hospital por sufrir de lumbalgia, un fuerte dolor de espalda. Le han realizado todo tipo de pruebas sin ningún resultado. Es el primero de la clase, un chico muy inteligente, muy serio, que hasta entonces no había tenido problemas psicológicos. De hecho, al preguntarle sobre su clase, su padre descubrió el pastel: Óscar es víctima de un grupo de compañeros que le tratan de «sabelotodo». Como todos los chicos que son víctimas de otros, le daba vergüenza contarlo e intentaba defenderse solo, sin ayuda de nadie. Este encierro era el responsable de la somatización, aunque Óscar no lo relacionaba conscientemente. Un cambio de instituto bastó para que la lumbalgia desapareciera en dos o tres días.

¿Psicólogo o no psicólogo? Cuándo y a quién consultar

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