Читать книгу ¿Psicólogo o no psicólogo? Cuándo y a quién consultar - Patrick Delaroche - Страница 19
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¿Cuándo consultar?
Malas razones para no consultar
♦ La idea de que podemos solucionarlo solos
ОглавлениеEl sufrimiento de los hijos fragiliza a los padres. Cuando tenemos un hijo, deseamos transmitirle la mejor parte de nosotros mismos; tanto si queremos como si no, intentamos imponerle esta parte a pesar nuestro. Nuestro hijo hereda la parte más secreta de nosotros, la que nace del reto que nos imponen la vida y el misterio de nuestra presencia en la Tierra. Lo educamos para prepararlo a afrontar la existencia, a tener en cuenta la realidad. Siempre mantenemos la esperanza de que garantice el relevo, ciertamente, pero también de que se tome la revancha de sus padres sobre lo que ellos no pudieron lograr debido a su nacimiento, al destino o a las circunstancias. Cualquier fracaso del niño afecta a este núcleo íntimo, y es importante ser consciente de ello. Es una de las raíces del sentimiento de culpabilidad que afecta a todos los padres que consultan al especialista, aunque hayan hecho «todo lo que era necesario».
El niño sufre, aunque hayamos hecho todo lo posible para evitarle este sufrimiento. A pesar del afecto, los esfuerzos materiales, el tiempo… no hemos conseguido resolver su problema. Convencidos de que somos nosotros los que debemos encontrar soluciones, pensamos que no somos buenos padres, aun cuando se trate de una enfermedad orgánica; por ejemplo, la madre se acusa de no haber tapado lo suficiente al niño, aunque haya pillado el virus del sarampión por contagio. Con más razón cuando se trata de problemas psicológicos, se acusará de no haber hecho lo necesario o, aún peor, de no ser el padre que tenía que ser. Sin embargo, como en el caso de cualquier infección, ni el cariño, ni el tiempo, ni los esfuerzos materiales bastarán para curar al niño, aunque puedan ayudar.
Los padres preferirían sufrir ellos mismos los problemas en lugar de vivirlos, impotentes, por medio de su hijo. Su reacción se acerca a la del instinto animal: preferirían sufrir en lugar del niño los peligros o las dificultades que lo amenazan. Entonces, cuando el afectado es el niño, la inquietud de los padres desorientados se transforma en reproches, los que se harían a sí mismos; en pocas palabras, se crea un círculo vicioso.
Los padres, por lo tanto, pueden dudar en consultar a un psiquiatra debido a la culpabilidad. Harán todo lo que puedan para compensar lo que consideran un perjuicio y, por ejemplo, aumentarán las recompensas y los regalos hacia el niño, que este recibirá con un placer mitigado. Cuando ya han dado el paso, algunos se toman mal la más mínima observación del especialista porque se hace eco de esta culpabilidad inconsciente. Es importante saber que entre lo que engloba esta observación y el eco inconsciente que esta hace resonar hay un abismo, el cual explica por qué la consulta al especialista puede hacernos tambalear tanto.
La búsqueda de la verdad, la verdad íntima del individuo que sufre, tal y como proponen el psicoanálisis y todos los métodos que derivan de él, no es ni fácil ni indolora. Esto explica por qué la psicoterapia analítica, incluso cuando pasa por el juego y el dibujo, asusta. Pero estos miedos imaginarios también son los que impiden estar mejor. Por ello deben formularse claramente para poder ser abordados con tranquilidad y superados. Siempre nos sorprenden las formas inesperadas que adopta este miedo: el sentimiento de los padres de ser responsables de las dificultades de su hijo, que parece a primera vista muy consciente y, además, muy natural, es una forma que adopta este miedo en el que nos apoyamos para pedir ayuda a regañadientes y querer solucionarlo solos.