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3 RABIA, RABIETA: HISTORIA DE UN SECUESTRO EMOCIONAL 3.1 LA RABIA: HISTORIA DE UN ATAQUE

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Una de las emociones más frecuentes y difíciles de gestionar en nuestros hijos es, sin lugar a dudas, la rabia. A nivel cerebral, cada vez que sentimos rabia, se producen dos fenómenos de forma paralela. En primer lugar, se produce una liberación masiva de adrenalina que, como bien sabéis, nos invita a atacar o luchar. Y, en segundo lugar, se segrega cortisol, una neurohormona que se ubica en la corteza prefrontal, lo que nos impide pensar, entrar en razón y dar una respuesta adaptativa. Por lo tanto, cada vez que experimentamos rabia, tanto niños como mayores, liberamos adrenalina y cortisol en nuestro cerebro, lo que implica que tenemos necesidad de llevar a cabo una acción para soltar toda nuestra energía (pegar, insultar, empujar, agredir, etc.) y el cortisol no nos va a permitir pensar y actuar con prudencia. Por eso, cada vez que nuestros hijos se sienten rabiosos o están en plena pataleta, nos da la sensación de que han dejado de ser ellos para convertirse en una “emoción andante”. ¿Le resulta familiar?

Hay estudios que ponen de manifiesto que el cariño, el tacto y el amor de una madre hacia su hijo recién nacido reducen en este la liberación de cortisol. Como bien sabe, el cortisol es conocido coloquialmente como la hormona del estrés. Asimismo, las caricias, los abrazos y la mirada amorosa de una madre hacia su hijo aumentan los niveles de oxitocina, tanto en ella como en su hijo. A la oxitocina se la conoce como la hormona del amor.



Ya sabemos qué ocurre a nivel cerebral cada vez que sentimos rabia, pero también debemos ser conscientes de qué tipo de situaciones pueden provocar dicha emoción en nuestros hijos. Las situaciones que desencadenan rabia, en mayor o en menor intensidad, son cuatro:

1. Injusticia: cada vez que nuestros hijos perciben que algo es injusto, aparece la rabia. Recordemos que el sentido de injusticia es subjetivo y personal, lo que convierte a la emoción de rabia en legítima en todos los casos. Por ejemplo, cuando un profesor castiga a toda la clase por mal comportamiento, los niños que han cumplido con las tareas que había mandado el profesor se pueden sentir injustamente tratados e, inevitablemente, aparecerá en ellos la emoción de rabia.

2. Obligarlos a hacer algo que no quieren: tener que hacer algo que no nos apetece o no nos gusta genera rabia. A todos nos gusta hacer actividades que nos motiven y nos resulten atractivas. Por eso es frecuente que muchos niños, cuando se tienen que poner a hacer los deberes de la asignatura que menos les gusta, se sientan rabiosos, se nieguen a realizarlos o se muestren perezosos para iniciar dicha acción.

3. Parar de hacer algo que les gusta: decíamos antes que a los niños pequeños les gusta dedicar tiempo a hacer lo que les apetece, ya que viven en el momento presente. Por eso, cuando les indicamos que se acabó el tiempo de jugar en el patio o es hora de recoger la videoconsola, se suelen molestar. Algunos niños gestionan mejor el fin de la actividad y otros peor. Pueden mostrarse rabiosos y hasta desafiantes con la autoridad.

4. Necesidad de poner límites: la rabia también aparece cuando tenemos la necesidad de poner límites a los demás, bien porque se estén aprovechando de nosotros, bien porque sentimos que nuestro espacio físico o psíquico está siendo invadido. Nos sentimos rabiosos cuando se vulneran nuestros derechos. Piense, por ejemplo, en un niño al que siempre le quitan la pelota en el patio. Seguro que siente rabia, pues le encantaría poder poner límites y que dejaran de aprovecharse de él, pero quizá no se encuentre con el apoyo y la confianza suficiente para hacerlo.

Ante cada una de estas cuatro situaciones, surge en el menor o en el adulto la necesidad de atacar. La rabia nos invita a la acción y a la lucha, ya que nuestro cerebro libera mucha adrenalina en esos momentos.

Vinculación y autonomía a través de los cuentos

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