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LA COMUNIDAD

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El hombre nace en comunidad. Es, ya de origen, a la vez social e individual, lo cual es importante porque en la prehistoria se forma el fondo básico de nuestro ser, que no puede ser erradicado, se forma la historia positiva de la humanidad, los momentos «progresistas» (en el sentido aceptado) de esa historia, la que nos puede llevar al mejor mundo posible por el que algunos luchamos y al que quiere contribuir este libro.

De todo ello sabemos poco, pero sí algo. Sabemos que lo básico es el componente social. Podría multiplicar los ejemplos, me conformaré con una sola visión global:

Los hombres primitivos, hasta tal punto identifican su vida con la vida de la tribu, que cada uno de sus actos, por más insignificante que sea en sí mismo, se considera un asunto de toda la tribu. Toda su conducta está regulada por una serie completa de reglas verbales de decoro, que son fruto de su experiencia general, con respecto a lo que debe considerarse bueno y malo; es decir, beneficioso o pernicioso para su propia tribu. Naturalmente, los razonamientos en que están basadas estas reglas de decencia suelen ser, a veces, absurdos en extremo. Muchos de ellos tienen su principio en las supersticiones [...]. El derecho común del salvaje es su religión; es el carácter mismo de su vida. La idea del clan está siempre presente en su mente; y por eso las autolimitaciones y el sacrificio en interés del clan es el fenómeno más cotidiano. Si el salvaje ha infringido algunas de las reglas menores establecidas por su tribu, las mujeres lo persiguen con sus burlas. Si la infracción tiene carácter más serio, lo atormenta entonces, día y noche, el miedo de haber atraído la desgracia sobre toda su tribu, hasta que la tribu lo absuelve de su culpa. Si el salvaje accidentalmente ha herido a alguien de su propio clan, y de tal modo ha cometido el mayor de los delitos, se convierte en hombre totalmente desdichado: huye al bosque y está dispuesto a terminar consigo si la tribu no lo absuelve de la culpa, provocándole algún dolor físico o vertiendo cierta cantidad de su propia sangre. Dentro de la tribu todo es distribuido en común; cada trozo de alimento se reparte entre los presentes. (Kropotkin, 1989).

No hemos de caer en el mito del «buen salvaje»,8 pero, dentro de la múltiple diversidad de las tribus, hemos de recordar (y aprender de) las virtudes de la comunidad.

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