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CONTRA LA ECONOMÍA Y EL ESTADO

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Principalmente hemos de aprender la no separación entre los distintos componentes de la actividad social, la economía, la política y la ideología. De hecho, las comunidades existentes los tienen unidos, como explica Clastres (1978), contra el dominio de la economía y contra el Estado:

¿Qué hace en una sociedad primitiva que la economía no sea política? Como vemos, se debe a que la economía no funciona allí de modo autónomo. Se podría decir que en este sentido las sociedades primitivas son sociedades sin economía por rechazo de la economía [...]. No hay pues un rey en la tribu, sino un jefe que no es un jefe de Estado. ¿Qué significa eso? Simplemente que el jefe no dispone de ninguna autoridad, de ningún poder de coerción, de ningún medio de dar una orden. El jefe no es un comandante, la gente de la tribu no tiene ningún deber de obediencia. El espacio del liderazgo no es el lugar del poder, y la figura (muy mal llamada) del «jefe» salvaje no prefigura en nada a la de un futuro déspota [...]. ¿En qué estima la tribu que un hombre es digno de ser jefe? Solo en su competencia técnica, al fin de cuentas: dones oratorios, pericia como cazador, capacidad de coordinar las actividades guerreras, ofensivas y defensivas. Y de ninguna manera deja la sociedad al jefe pasar más allá de ese límite técnico, nunca deja convertirse una superioridad técnica en autoridad política. El jefe está al servicio de la sociedad, es la sociedad misma (verdadero lugar del poder) quien ejerce como tal su autoridad sobre el jefe [...]. Lo que nos muestran los salvajes es el esfuerzo permanente para impedir a los jefes ser jefes, es el rechazo a la unificación, es el trabajo de conjuración del Uno, del Estado. La historia de los pueblos que tienen una historia es, se dice, la historia de la lucha de clases. La historia de los pueblos sin historia es, diremos por lo menos con igual grado de verdad, la historia de su lucha contra el Estado.

Aunque no todo es positivo. He iniciado ya el tema usando la expresión comunismo patriarcal en vez de la habitual de comunismo primitivo.

Es comunismo porque no existe división social del trabajo (solo sexual); el trabajo es colectivo y lo es también la apropiación de este trabajo, incluido el excedente. De hecho, se cumplen en él las tres condiciones que Marx (1968) exigía al Partido Socialdemócrata alemán como características a construir con el socialismo: no escasez, «politecnismo» (que cada cual pueda hacer cualquier trabajo) y trabajo voluntario.

Pero es patriarcal: la antropología (Meillasoux, 1977) y el movimiento feminista han demostrado que son comunitarias, pero no igualitarias. Su base material, que es biológica y se rige por las relaciones de parentesco y la necesidad básica de supervivencia, exige no solo producción sino también reproducción, no teniendo, evidentemente, en esta todos los individuos el mismo papel, lo cual convierte a la mujer en edad de reproducir en el bien más apreciado, en un bien material de hecho. Participa, como todos, en el reparto de los bienes producidos (recogidos o cazados), pero al mismo tiempo es ella misma una mercancía con la que la jerarquía de parentesco (principalmente los ancianos) negocia con los otros. Los jóvenes están además menos considerados por su menor conocimiento, salvo los muy buenos cazadores.

Comunismo patriarcal, pues, surgiendo, ya en el origen de la especie (por razones sociales, no por naturaleza), el patriarcado. Que se mantendrá hasta hoy, en gran parte porque el matrimonio por «linajes», negociado por los padres por razones políticas o económicas, se prolongará prácticamente hasta el Renacimiento. Luego el capitalismo, en la cultura occidental, usará a la mujer como trabajadora, ama de casa y objeto sexual. El modelo anterior se mantiene, sin embargo, en gran parte, en las otras culturas.

Pese a todas sus limitaciones antropológicas, Engels (1972) llega a decir:

En un viejo manuscrito inédito, redactado en 1846 por Marx y por mí, encuentro esta frase: la primera división del trabajo es la que se hizo entre el hombre y la mujer para la procreación de los hijos. Y hoy puedo añadir: el primer antagonismo de clases que apareció en la historia coincide con el antagonismo entre el hombre y la mujer en la monogamia; y la primera opresión de clases, con la del sexo femenino por el masculino.

Lévi-Strauss (1985) señala que la desigualdad hombremujer tiene una base objetiva, la distinta capacidad para el trabajo: el hombre sería más cultural y apto para la caza, mientras que la mujer sería más natural y apta para el trabajo doméstico. Olvida, sin embargo, que el hombre es más «cultural» porque se apropia de la «cultura» existente: las armas (caza, pero también guerra: la mujer no participa para no poner en peligro a los niños que cuida), las técnicas y las magias superiores.

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