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CRÍTICA A LA IDEA DE PROGRESO

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La historia no tiene fin, por más que les pese a los partidarios del Consenso de Washington, porque no tiene finalidad (Lefebvre, 1970). No tiene un objetivo que cumplir. Es un devenir, un proceso, no un progreso. Infinito si consideramos el universo, aún en expansión, y que puede serlo también (al menos con una existencia tan duradera como lo sea la del sol que nos alimenta) en cuanto al devenir humano, aunque solo si somos capaces de lograr un desarrollo sustentable. La historia no es una línea, o, si la queremos dibujar como tal, será una línea quebrada, con marchas adelante y atrás, avances y retrocesos, consecuencia de la evolución natural y de la acción (muchas veces contradictoria y en conflicto) de los agentes históricos.

La idea de progreso es una idea tramposa porque mezcla tres conceptos diferentes: a) la defensa, desde la Ilustración, de la racionalidad económica capitalista, disfrazada de única razón posible, lo cual significa la imposición del desarrollo de la cultura occidental a todo el mundo y el sometimiento humano a la economía; b) su reducción al progreso científico-técnico, que lleva a afirmar barbaridades, como el que todo avance científico-técnico debe ser hecho aunque sea moralmente negativo, sometimiento también a la técnica; c) la continua aspiración a la realización de la libertad humana (individual y social). Solo en este tercer sentido me considero «progresista». La historia, insisto, funciona a base de avances y retrocesos y un mismo hecho histórico tiene aspectos positivos y negativos. Un ejemplo basta: nadie puede negar los inmensos avances que significó el descubrimiento de la escritura y luego de la imprenta, pero al mismo tiempo la primera se convirtió en factor de dominación burocrático (los que sabían escribir), mientras que la segunda convirtió el analfabetismo en marginación social.

Las contemporáneas teorías del caos reafirman claramente la crítica a la idea de progreso y de linealidad. En gran parte porque la historia la hacemos los individuos, de comportamiento libre, aunque no independiente, condicionado natural y socialmente.

La historia es pasado, de él venimos y él nos ha hecho; presente, que es también cambio, construcción del futuro (de hecho, el presente desaparece rápido), y futuro, que unos y otros hacemos en el presente. La historia no está predeterminada, depende de lo que hagamos individual y colectivamente, es cambio, aunque no progreso lineal. Sí que existe, sin embargo, una historia potencial, aquella por la que actuamos los diferentes agentes históricos.

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