Читать книгу Antología de prosistas castellanos - Ramón Menéndez Pidal - Страница 4
ALFONSO EL SABIO
(1220-1284)
Y SUS CONTINUADORES
ОглавлениеMientras la poesía castellana venía cultivándose desde el siglo XII, y había producido, ya hacía mucho, una obra maestra como el Poema del Cid, la prosa tan sólo empezó a tener un cultivo literario en el reinado de San Fernando († 1253), y no produjo obras verdaderamente notables sino en la corte de su hijo Alfonso X. La poesía aparece con un carácter popular o nacional, y se enlaza desde su comienzo con la poesía de otros idiomas románicos, con la francesa, con la gallega y la provenzal principalmente. La prosa aparece con un carácter más erudito, ejercitándose en obras científicas o didácticas, copiadas o inspiradas en las literaturas más sabias de entonces: la latina, la árabe y la hebrea. En este primer período de su desarrollo, la prosa se ejercita principalmente en traducir las materias que hasta entonces se expresaban sólo en las lenguas doctas de la época; en las traducciones se procuraba una fidelidad más literal que literaria, y en todo caso los varios estilos de los autores traducidos se sobreponían al estilo del adaptador castellano.
Mucho de esto se ve en varias de las grandes obras emprendidas por Alfonso el Sabio, y muy particularmente en la Crónica general de España, que empezó a componerse en su reinado, hacia el año 1270, y en la cual se seguía trabajando durante el reinado de su hijo Sancho IV, en 1289. El estilo de la Crónica ofrece sus sencillos encantos, precisamente a causa de la gran variedad que reviste, según traduce las apasionadas Heroidas de Ovidio, los elocuentes y sentenciosos exámetros de la Farsalia de Lucano, el bullicio anecdótico de Los Césares de Suetonio, la penetrante y cruda minuciosidad de los historiadores árabes, el simbolismo retórico de los poetas musulmanes, los heroicos versos de los juglares castellanos, el bíblico lirismo de San Isidoro o la honda emoción personal del arzobispo don Rodrigo, que a jirones rasgan la dura sequedad de las crónicas medievales.
Así, la prosa de la Crónica tiene el gran atractivo de ser un reflejo multicolor de las más elevadas corrientes de arte que se dejaban sentir en las diversas generaciones que convivieron y se sucedieron en la corte castellana, durante los dos reinados de Alfonso X y de Sancho IV.
Mas a pesar de esta múltiple influencia de los textos traducidos, la Crónica General ofrece una marcada originalidad, lo mismo como compilación histórica representativa de la más vasta cultura de la época, que como obra literaria en que el lenguaje está sometido a una elaboración artística. De diversos testimonios consta que, aunque Alfonso el Sabio no escribía enteramente por sí las obras que llevan su nombre, él dirigía a los redactores a quienes se las encomendaba y corregía lo que éstos hacían, cuidando muy especialmente de que los idiomas doctos, de donde se tomaban las materias diversas, no estropeasen la pureza del castellano, y de que la lengua, en general, fuese elegante. En el prólogo del Libro de la Esfera se dice que el rey «tolló las razones que entendió eran sovejanas et dobladas et que non eran en castellano drecho, et puso las otras que entendió que complían; et quanto al lenguaje endreçólo él por sise»[1].
El vocabulario y la construcción son, en efecto, muy castizos, y el lenguaje, en medio de su sencillez, posee una poderosa eficacia. El relato conserva todavía ciertas fórmulas de las narraciones populares, no hechas para la lectura, sino para la recitación en público, como aquellas en que los juglares se dirigían a sus oyentes. Así, la Crónica se dirige a menudo a su público: E sabet que... Ya oistes de suso... en esta manera que vos avemos contado... conviene que vos digamos... Igual práctica se observa en los primeros prosistas franceses, por ejemplo en Villehardouin.
La inhabilidad para el paso de la narración en verso de los juglares a la narración prosaria de la historia, se observa en la escasez de formas del período, manifestada, sobre todo, en la pobreza extrema de las conjunciones. Es de gran monotonía la larga serie de cláusulas, yuxtapuestas casi únicamente por medio de la simple conjunción copulativa e.
Presentamos a continuación dos muestras de la Crónica. La primera está escrita en el reinado de Alfonso X, y es principalmente un arreglo, o mejor, una traducción de Suetonio; la segunda está redactada en la corte de Sancho IV, y es una anécdota, probablemente tomada de la tradición oral. Se notará entre ambos trozos alguna considerable diferencia de lenguaje, a pesar de que el primero no representa el habla más antigua empleada en la parte de la Crónica compuesta bajo Alfonso X, ya que la lengua más arcaizante es la usada en los 100 primeros capítulos de la obra. Por ejemplo, la apócope de la vocal e final (siet, por «siete»; franc, por «franque», moderno «franco»; yl, por «y le»; cuemol, por «como le»), y a veces la de la o final (poc a poco, much a menudo, tod el pueblo), se practica en el primer trozo de la Crónica, siguiendo el uso predominante en el castellano durante el siglo XII y primera mitad del XIII; pero tal apócope es ya casi desconocida en el segundo trozo, usándose, por lo general, tan sólo en el caso del pronombre le cuando va tras las partículas que y no, o tras un verbo (quel, por «que le»; nol, por «no le»; díxol, por «díjole»). De este modo, en los escasos veinte años que dura la elaboración de la Crónica, observamos a ojos vistas una de las más importantes evoluciones del español literario: la pérdida de las terminaciones agudas en consonante, que le asemejaban antes al francés, y la preferencia marcada por las terminaciones llanas en vocal, que le asemejaban al italiano. Otras muchas diferencias podrían observarse; por ejemplo la preposición pora que se ve en el primer fragmento, tiene ya en el segundo la forma moderna para. Por éste y otros casos se manifiesta cómo la lengua literaria evolucionaba, sobre todo en cuanto a la estructura de las palabras, más activamente en este primer período de su desarrollo que durante todos los sucesivos.