Читать книгу Tendencias actuales en economía circular: instrumentos financieros y tributarios - Rodolfo Salassa Boix - Страница 11

2. … y las críticas

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Sin embargo, el concepto ha recibido también algunas críticas, que ponen el énfasis en distintos aspectos. La revisión de la literatura de del Río et al (2021) muestra que las principales críticas a la misma son tres: 1) no existe una clara definición de la EC y, por tanto, la EC puede significar diferentes cosas para diferentes actores (11 publicaciones identifican esta deficiencia); 2) el concepto no es nuevo (10), la EC es sólo un concepto “paraguas” que incorpora conceptos ya existentes sin desarrollar un contenido nuevo (9) y; 3) no es bien entendido por los actores económicos, decisores públicos e investigadores (7).

En efecto, una de estas críticas al concepto de la EC tiene que ver con la originalidad del mismo. Algunos autores afirman que este concepto recicla enfoques anteriores y no aporta nada sustancialmente nuevo, que la EC sería algo así como “vino viejo en botellas nuevas” (véase, por ejemplo, Reike et al 2018, Ghisellini et al 2016, Korhonen et al 2018a, Lieder and Rashid 2016). Es cierto que muchas de las ideas que conforman la EC se encuentran explícitamente incluidas en enfoques como la Ecología Industrial o la Economía del Rendimiento (o economía del producto-servicio, véase Stahel 1989), entre otros. La Ecología Industrial, que centra su atención en el cierre de los flujos de materiales y energía, se encuentra en el núcleo de la EC. La dimensión de “retención de valor” de la EC ya se encontraba más o menos explícitamente cubierta por la Ecología Industrial. La Ecología Industrial subraya que los productos de un proceso de producción pueden ser un insumo para otros procesos, imitando lo que ocurre en la naturaleza (véase Graedel y Allenby 1995). Por otro lado, un componente clave de la EC es el cambio de una filosofía consistente en “comprar-vender-productos” a otra que busca “compartir, alquilar e intercambiar servicios”. Esto contribuye directamente a la desmaterialización de la economía. Este aspecto de producto-servicio, que es otro elemento de la EC, es otra forma de cerrar los ciclos anteriormente mencionados.

No es menos cierto que ya los economistas ambientales David Pearce y Kerry Turner, allá por el año 1990, dedicaban un capítulo entero a la “Economía Circular” en su famoso libro titulado “Economía de los Recursos Naturales y del Medio Ambiente” (Pearce y Turner 1990), en el que recogían un enfoque sistémico de las relaciones economía-naturaleza con vínculos entre diferentes agentes, y la idea de que los residuos pueden ser insumos en otros procesos de producción. Sin embargo, creemos que esa falta de originalidad no invalida necesariamente el concepto. Que sea antiguo no significa que no tenga relevancia ni utilidad. Quizás es incluso más bien al revés: el concepto no surge de la nada, sino que se basa en otros ya discutidos y posiblemente mejorados en el transcurso de la actividad científica. Además, resulta un indiscutible mérito del enfoque el haber sido capaz de integrar y conectar de forma coherente corrientes de la literatura ambiental (o disciplinas) que estaban en cierta forma “aisladas” entre si, o al menos sobre las que no se había realizado un esfuerzo de integración explícita, tales como la Ecología Industrial, la Economía del rendimiento, el enfoque de la cuna-a-la-cuna o el de biomimetismo (biomimicry).

Otra de las críticas tiene que ver con el realismo de la arriba mencionada visión de las relaciones que propone entre, por un lado, los procesos de producción y consumo y, por otro lado, los ecosistemas. Algunos autores defienden que una Economía Circular “absoluta”, es decir con cierre completo de ciclos de materiales y energía, no es posible ni viable. Pero puede ser una visión final que resulta útil como guía orientadora de los pasos a seguir.

Varios autores critican la solidez científica del concepto. En este sentido, lo consideran endeble. Algunos critican que su significado es vago y difuso. Por ejemplo, Reike et al (2018, pág. 259) afirman que “todavía no se ha establecido un acuerdo sobre que significa el concepto” y que “diferentes autores asignan diferentes atributos y significados a la EC, lo que implica que las conceptualizaciones divergentes de la EC dominan en la literatura” (Reike et al 2018, pág. 247). Para Kirchherr et al (2017, pág. 221), la EC significa “muchas cosas diferentes para diferentes personas”. Además, se critica que el concepto no es robusto, o que su construcción científica es débil. Para Korhonen et al (2018a), el contenido científico del concepto de EC es superficial, desordenado y en gran parte poco explorado. “La EC parece un conjunto de ideas vagas y separadas derivadas de varios ámbitos y conceptos semi-científicos” (Korhonen et al 2018a, pág. 37). Para Korhonen et al (2018b) la CE puede calificarse como un “concepto esencialmente discutido” que se caracteriza porque “existe acuerdo sobre los medios y objetivos del concepto, pero desacuerdo sobre cómo definirlo, que unidades de análisis utilizar para capturar su dinamismo, cuáles son sus pilares conceptuales y cuál es la metodología de investigación apropiada” (Korhonen et al (2018b, pág. 545). Para Blomsma and Brennan (2017, pág. 610), el concepto de la EC “no tiene claridad teórica ni paradigmática”.

Aparte de esta crítica general, algunos autores critican aspectos específicos. Por ejemplo, SKENE (2018) cuestiona las bases biológicas que sostienen la EC. Este autor observa que el mundo natural opera de una forma muy diferente a la que defiende la literatura de la EC, argumentando que “la economía de la naturaleza está basada en un sistema abierto, no uno cerrado, que la naturaleza opera utilizando ciclos cortos, no extendidos en el tiempo, que la naturaleza es subóptima, no óptima y que la naturaleza es eco-ineficiente, no eco-eficiente” (SKENE 2018, pág. 479), concluyendo que “la EC está en contra de las leyes de la termodinámica y los principios de la naturaleza. Teniendo esto en cuenta, es muy improbable que el concepto facilite un futuro sostenible” (SKENE 2018, pág. 488). Millar et al (2019, pág. 14) argumentan que “los círculos cerrados de materiales son teórica y prácticamente imposibles”. Korhonen et al. (2018a) realizan una crítica parecida.

Otro foco de crítica ha sido su utilidad y, en particular, su superioridad con respecto a conceptos previos, como el de Desarrollo Sostenible o el de Eco-innovación, así como su relación con respecto a estos. Este resulta, para nosotros, el foco de crítica más importante de la EC.

En gestión ambiental y, en general, en la gestión del bienestar social, resulta fundamental identificar cual es el objetivo final por alcanzar para luego ir descendiendo hacia objetivos intermedios y conceptos instrumentales que permitan avanzar hacia los objetivos, de forma que se puedan conectar políticas públicas adecuadamente para lograr esos objetivos. La pregunta es, por tanto, ¿cuál debe ser el objetivo y cuál el instrumento? Proponemos en este trabajo que 1) el objetivo, que debe ser general e inclusivo de los diferentes aspectos, sea el D.S. y; 2) que la eco-innovación sea el instrumento, que debe poder relacionarse adecuadamente con el objetivo, ser amplio y poder vincularse a políticas. En las siguientes páginas desarrollamos esta idea.

Tendencias actuales en economía circular: instrumentos financieros y tributarios

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