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Cuadro 1. Las dimensiones del D.S.

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-Ambiental. Esta dimensión se refiere a la reducción de la contaminación local y la explotación de los recursos naturales en el territorio y el mantenimiento de la resiliencia (capacidad de adaptarse al cambio), integridad y estabilidad del ecosistema.

-Económica. Esta dimensión se refiere, fundamentalmente, al incremento de la renta per cápita y mejoras en el estándar de vida de la población.

-Social. Esta dimensión incluye el logro de la paz y la cohesión social, la estabilidad, la participación social, la inclusión, el respeto a la identidad cultural y el desarrollo institucional. Un incremento de la cantidad y calidad del empleo (trabajos más permanentes y de “alta calidad”), mayores niveles de cohesión social y menores niveles de pobreza mejorarían esta dimensión de la sostenibilidad.

Algunos autores han prestado atención a la relación entre la EC y el D.S. (entre otros, Lieder and Rashid 2016, Geissendoerfer et al 2017, Ghisellini et al 2016, Kirchherr et al 2017, Murray et al 2017, Zink and Geyer 2017, Kichherr and Piscicelli 2019, Millar et al 2019, Korhonen et al. 2018a y Korhonen et al. 2018b). Aunque se considera que la EC tiene potencial para contribuir a las tres dimensiones de la sostenibilidad (Korhonen et al 2018a, pág. 45), se critica que pone demasiado énfasis en una de ellas a costa de las otras, lo que daría lugar a una contribución desequilibrada de la EC al D.S. Curiosamente, mientras algunos argumentan que se prioriza la dimensión económica (Ghisellini et al 2016, Kirchherr et al 2017), otros creen que es a la dimensión ambiental a la que se le da demasiada importancia y que es la dimensión económica la ignorada (Zink and Geyer 2017, Lieder and Rashid 2016, Geisendoerfer et al 2017). Kirchherr et al (2017) y Murray et al (2017) consideran que la dimensión social está ausente en la literatura de EC.

Sin embargo, la crítica fundamental que podría hacerse a la EC en este contexto es que el objetivo final debería ser lograr un proceso de transición hacia el D.S., no necesariamente hacia la EC que sería, como mucho, un instrumento para logar ese proceso (aunque en este sentido compite con otro concepto, el de Eco-innovación, véase más abajo). La razón es que, si la EC es el objetivo, entonces este no es lo suficientemente completo. A diferencia del D.S., le falta la dimensión social, no aborda suficientemente la dimensión ambiental y su base económica, a pesar de incluir la palabra “Economía” no es muy sólida (del Río et al 2021).

Podría considerarse que el objetivo final para el planeta sería mejorar los niveles de bienestar de su población, teniendo en cuenta diferentes horizontes temporales (corto, medio y largo plazo). El bienestar es un concepto con distintas dimensiones, que son precisamente las que integran el D.S.: económica, social y ambiental. El D.S. captura claramente ese enfoque multidimensional, aunque en el pasado se le haya criticado como “demasiado genérico”, “vago” e incluso “inútil”, críticas que aún hoy es frecuente encontrar, tanto en el debate académico como no académico. Por ejemplo, NAUDÉ (2011, pág. 52) argumenta que el D.S. es un “sueño teórico” y no una “realidad que pueda implementarse”. Para Engelman (2013, pág. 3) el D.S. significa cualquier cosa.

Sin embargo, la importancia del concepto en el debate académico y, en general, en el ámbito público permanece intacta. Incluso podría decirse que nunca ha tenido más vigencia, precisamente por esa vocación de ser amplio e integral, recogiendo bajo un paraguas conceptual todos los aspectos que contribuyen al bienestar social, no solo de las generaciones presentes, sino también de las futuras. Lo demuestra que los denominados Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) sean un objetivo final a nivel mundial (cuadro 2).

Tendencias actuales en economía circular: instrumentos financieros y tributarios

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