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CENANDO A LA LUZ DEL COACHING

Mark llegó puntual a la cena, como siempre. Esperaba que sus amigas no se retrasasen mucho; como ejecutivas que eran, andaban siempre muy ocupadas con sus reuniones y solían presentarse tarde. Para su sorpresa, su amiga Ángela ya había llegado. Estaba sentada en la barra, observando discretamente a la gente que había allí. Mientras esperaba a Rosemary, le contó a Ángela —la coach— que su amiga andaba metida en un proyecto de investigación a nivel mundial. Tratándose de ella, seguro que era tremendamente interesante. A Ángela le fascinó, puesto que él siempre le había hablado muy bien de Rosemary. Según sus propias palabras, se trataba de una persona muy inteligente y brillante, dotada de una mente sagaz, ingeniosa e intuitiva.

Rosemary llegó por fin, y entre ambas se creó una empatía inmediata.

Una vez sentados a la mesa, y ya habiendo decidido qué tomarían para cenar, se lanzaron de cabeza a charlar sobre la idea o hipótesis de trabajo que Rosemary se traía entre manos.

Rosemary le comentó a Ángela que necesitaba conocer su opinión, ya que ella hacía coaching, y suponía que a su consulta acudiría mucha gente, hombres y mujeres, a contarle sus cuitas, sus inquietudes, sinsabores vitales y todo eso. Le comentó que tenía una idea, una especie de intuición de las suyas. A raíz de la teoría desarrollada y acuñada como «hombre metrosexual», se le había ocurrido que quizá... no se tratase simplemente de eso, de un cambio meramente superficial y hedonista, sino de algo mucho más profundo y amplio... Más... ¡Cósmico!, en palabras de Mark.

A Ángela le interesó el tema, razón por la cual le pidió que se explicase.

Rosemary les contó que, desde hacía años, leía y escuchaba teorías que hacían referencia a un cambio de conciencia planetaria, relativas a una evolución colectiva tanto de Gaia como de sus criaturas. Esto se venía palpando a muchos y variados niveles, en la multitud de cambios que se estaban experimentando. En opinión de ella, la Tierra, Gaia, estaba en revolución, mostrando claramente los despropósitos a los que la someten los humanos, y a los que ellos se someten a sí mismos. Asimismo, les contó que hacía años había leído el Mayan Oracle. En él se habla de una «llamada cósmica o petición de ayuda», de una convocatoria galáctica para responder a una llamada de auxilio de Gaia —un SOS en toda regla lanzado por Gaia—, pues iba a tener lugar un cambio de conciencia planetaria y se necesitaban voluntarios para dicho proceso. Se presentaron seres, sería mejor decir almas, muy evolucionadas, esto es, de un elevado nivel de conciencia. Seres, en definitiva, que habían demostrado ser guerreros de luz, portadores de la antorcha, seres alados que no sucumbieron a la oscuridad, sino que la vencieron. Y esos voluntarios se han encarnado, es decir, han nacido como humanos, están entre nosotros para poder asistir a Gaia y a sus hijos e hijas en este momento de cambio de conciencia planetaria.

Todo este relato les pareció fascinante a sus amigos. Y dado que era un tema que Mark dominaba, éste se sumó al relato de Rosemary y comentó la existencia de teorías de gente muy sesuda que auguraban un cambio de conciencia planetaria, un final del mundo tal y como se conoce.

Ángela comentó que nada de lo que ellos decían se le antojaba descabellado, ya que la familia tradicional, la pareja a la antigua usanza, está en crisis. La sociedad entera estaba en crisis. Nada satisfacía. La gente era presa de la manipulación de los gobiernos. La publicidad no hacía sino enredar, vender la moto... a la gente.

Rosemary le dio la razón. Aunque trabajase en el sector, aunque le doliese... le dio la razón. La publicidad, según ella, no es que engañe... Simplemente trataba de cubrir un agujero emocional, compensar la falta de imaginación de la cual adolece la vida cotidiana, aportar un poco de ilusión a un mundo cansino, desengañado de sí mismo..., decepcionado de las promesas de la sociedad capitalista. Simplemente trataba de aportar sueños, ilusiones, una pizca de imaginación... colorear una realidad demasiado dura, gris, triste...

Una realidad que, en opinión de Ángela, habían creado entre todos.

Mark precisó que todos contribuían a ella. Razón por la cual se imponía un cambio de conciencia, un despertar, una re-evolución a nivel individual...

Y Ángela añadió que creía sinceramente que era la mujer la que debía liderar ese cambio de conciencia, ya que en lo emocional no se había evolucionado nada. Más bien se había involucionado o des-evolucionado. A nivel tecnológico, la sociedad había avanzado en treinta años lo que no había avanzado en siglos. Logros tecnológicos impensables a principios del siglo XX, o sea, hace escasamente cien años, es decir, nada. Porque cien años son muy poco comparados con el tiempo de existencia de la Tierra. A ese nivel, la evolución y revolución ha sido increíble. Pero en lo social, en lo emocional o en lo humano-espiritual... ¡Cero patatero! No se había evolucionado nada de nada. Incluso se diría que se había des-evolucionado. Para muestra, lo avanzados que estaban en cuanto a derechos de las mujeres y convivencia respetuosa entre los dos sexos en la sociedad egipcia de los faraones. Por no hablar de la evolución de conciencia y nivel de madurez que al parecer tenía gente de otras civilizaciones muy anteriores a la nuestra. Puede que no tuviesen coche, lavadora, teléfono móvil, ni fuesen a la Luna... pero tenían conciencia del alma, respetaban a la gente mayor...

Ante semejante discurso valiente, Mark comentó que nunca antes había visto tanto asilo para gente de la tercera edad. Nunca antes se vio cosa semejante. Los viejos estorbaban. La muerte y la enfermedad daban miedo, asustaban. Se pretendía ignorarlas. No se las quería ver. Se fingía su no existencia. Y, de eso, según él, tenía mucha culpa la publicidad. Esto le hizo lamentar que su amiga Rosemary trabajase en ese sector, en su opinión, idiotizador de la conciencia humana...

Ángela apuntó que un cambio de conciencia planetaria, humana pasaba porque las mujeres liderasen una re-evolución en lo emocional. Ponerse la corona. Estirarse y decidirse a dejar de pedir perdón y de estar resentidas con su cuerpo de mujer, su identidad femenina... Según ella, las mujeres han aprendido a odiarse como mujeres, pero no entre ellas sino a ellas, esto es, a lo que representan.

Rosemary apuntó que a ella también se le había ocurrido teorizar sobre ello. Contó que, una vez, en el gimnasio, en la sauna, coincidió con unas chicas que se quejaban amargamente, protestaban acerca de la regla. La «plasta», así se referían a la regla. Ella les preguntó acerca de su grado de satisfacción laboral, si se sentían felices y satisfechas con sus vidas laborales, o si pensaban que el hecho de ser mujer les suponía trabas, y el tener que luchar más, trabajar más o tener que hacer más en algún sentido para demostrar que valían tanto o más que un hombre... Le respondieron con una retahíla de quejas amargas acerca de lo que supone ser mujer en el mundo de la empresa, la maldita maternidad como yugo que las ata a la regla y a tener que quedarse en casa cuidando del bebé, o el tener que llevar a los niños al médico cuando están enfermos mientras el marido sigue escalando posiciones en la empresa y no se le puede molestar. ¡Le parecía estar escuchando a mujeres de 1950 y pico...!

Ángela comentó que la sociedad había cambiado en lo superficial, esto es, se ha maquillado la situación. A pesar de que la mujer se hubiese incorporado al mundo laboral, tuviese más derechos, una independencia económica... La sociedad en general no había cambiado los parámetros, seguían siendo los hombres los que dirigían el mundo. Para no tener que hacer frente a una revolución femenina, que no feminista, en toda regla, crearon una especie de Matrix en el que integraron a las mujeres y les hicieron creer que era la realidad... Esto es, que son libres, iguales, independientes, que tienen derecho a un puesto de trabajo en igualdad de condiciones que el hombre. ¿Y qué decir del mundo de las relaciones sentimentales? La pareja estaba en crisis. Según muchas mujeres, no había hombres que valiesen la pena.

Y Mark añadió un poco de prueba empírica al discurso de Ángela al decir: «Para muestra, mis tres amigas: tres mujeres brillantes, inteligentes, rondando los cuarenta, un poco arriba o abajo, y solas, sin pareja». También él lo estaba, lo cual venía a corroborar la teoría de que el mundo entero estaba en crisis emocional.

Ángela explicó que, antaño, las mujeres tenían un rol muy definido en cuanto a lo que podían hacer y se esperaba de ellas. Si bien los hombres habían escrito la historia a su conveniencia, razón por la cual nos han escondido a mujeres realmente maravillosas y brillantes que han existido en todos los siglos y mucho antes de que las mujeres recobrasen la cordura y se lanzasen a conseguir el sufragio universal. Por consiguiente, había que recobrar la memoria del alma. Ésa que se refería a que nadie es mejor ni peor según su género, origen social o país de procedencia o raza. Las almas se encarnan en dos tipos de cuerpos, a saber, hombre o mujer, y ahí deberían acabar las diferencias. Sin embargo, culturalmente se les ha inculcado a los seres humanos que son diferentes, que los unos son mejores que los otros por esto y por lo otro... A las mujeres les habían vendido la idea de que ellas son menos por el hecho de ser mujeres. Y, cuando descubrieron que no es cierto, que no es así, y se pusieron en pie de igualdad, los hombres, en general, habían respondido desde el miedo, es decir, boicotearon su levantamiento y revolución, y lo hicieron principalmente no casándose con ellas, haciéndoles la vida imposible, una suerte de conspiración silenciosa e inconsciente. Porque ellos no eran conscientes de que se estaban rebelando contra el hecho de que las mujeres hubiesen roto con los patrones tradicionales y los roles establecidos dentro de la pareja donde ella era la cuidadora, la nutridora, y él era el protector, el proveedor. En la actualidad, eso había cambiado: ellas eran proveedoras, protectoras y podían sobrevivir por sí mismas. Es más, en breve a los hombres ya no se les necesitará ni para procrear...

¡La bendita reproducción asistida!

Rosemary pensaba para sí: «Esto explica en parte la situación actual: los hombres se sienten perdidos en un mundo cuyas reglas ya no han escrito ni creado, no aciertan a resolver el acertijo vital que se les presenta, y lo único que saben hacer, en general, es defenderse como pueden, esto es, desprecian a las mujeres inteligentes, sabias, brillantes, hermosas y valientes... No huyen de las reinas sino que las castigan, que no es lo mismo. Las castigan enamorándose de ellas y dejándolas por otras de inferior rango —las damiselas de diadema floja—. Las dejan no porque no las amen, sino porque las odian por no saber cómo relacionarse con ellas... ¿La solución pasa por volver al hogar, esto es, a los fogones? Menudo atraso. Tanta revolución feminista para ahora tener que renunciar a todo eso, y todo por un amor contaminado, un amor de mentira hijo del miedo y del desdén...».

Ángela la sacó de su ensimismamiento al alegar que ellas podían cambiar el mundo: «Hay que ayudar a la mujer a ver y aceptar que ella no es culpable del desaguisado emocional en el que se halla sumido el planeta. La mujer no es la culpable, es la que ha despertado antes, por necesidades varias. Ahora le toca el turno al hombre, el cual debe madurar y ponerse al nivel emocional de la mujer con rango de reina. Asimismo, las mujeres con rango de damisela de diadema floja también deben madurar. Ellas tienen que reconciliarse con sus identidades corporales, asumir que su alma ha escogido ese cuerpo de mujer independientemente de que el tener hijos biológicos esté o no en su cuaderno de bitácora. Porque venir a la vida humana en cuerpo de hombre o de mujer no se basa en la procreación, sino en el tipo de misión que trae consigo el alma. Hay que aclararle las ideas a la mujer. Despejarle las telarañas que le han atontado el sentido durante tantos años. Ya está bien de pretender que, por ejemplo, una mujer que no tiene hijos tiene más propensión a tener cáncer de mama. ¿Por qué no dicen lo mismo de los hombres que no procrean? ¿Por qué no se habla de la incidencia que puede tener la variable ser padre o no en el cáncer de próstata o de testículos? ¿Por qué no se correlacionan estas dos variables? Sencillamente porque no tienen nada en común. El cáncer es el síntoma de una causa que está en otro lugar. Me refiero al aspecto psicosomático. La mujer se siente culpable por no haber cumplido con el precepto social: el hecho de ser mujer la obliga a ser madre, y si ella tiene otras aspiraciones u otras ideas... ¡acaba por entrar en conflicto con dichas ideas y consigo misma! Y se genera un desencuentro que se muestra en forma de depresión o de enfermedad. ¡Cuántas mentiras nos han contado! A mi consulta acuden tanto hombres como mujeres, ansiosos de cariño, hambrientos de una relación sentimental duradera, sensata, sólida, comprometida... estable... Se nos ha hecho creer que el amor está fuera de uno, que debemos hallar a alguien a quien amar. Y, siendo eso cierto, es también una trampa mortal. ¿Por qué? Simplemente porque nadie puede hacer por nosotros lo que nosotros no somos capaces de hacer: si alguien no se ama a sí mismo, tampoco podrá jamás sentir y apreciar el amor de otro ser. Amarse a uno mismo es el camino para que otros te amen, y para tener una relación de verdad, sana, comprometida y honesta con otro ser humano del género que sea. Y no se puede hallar fuera aquello que no existe dentro», dijo Ángela, finalizando su discurso improvisado.

Rosemary estaba absolutamente de acuerdo. Ella sabía, debido a su posición de observadora privilegiada desde el mundo de la publicidad, que era más fácil manipular la sociedad ahora que hace veinte años, cuando ella había empezado a trabajar en el desarrollo y análisis de estrategias publicitarias. La gente estaba menos ansiosa, había menos precariedad emocional, menos despiste existencial, o se notaba menos. Ahora era un desastre. Era muy fácil embrujarles y hacerles consumir.

Según Mark, los publicistas tenían la culpa.

Rosemary se defendió alegando:

—Está bien, lo admito. Pero reflexionemos un poco. La sociedad en sí misma nos ha sorprendido incluso a las agencias de publicidad, ya que ella ha liderado el cambio...

Pero Ángela la interrumpió con una pregunta de aclaración. Quería saber qué quería decir específicamente con eso de que «la sociedad había liderado el cambio». ¿Acaso ella misma se había puesto la soga al cuello?

Rosemary respondió:

—Más bien sí. La sociedad ha tomado los elementos y les ha dado la vuelta. Nosotros, el mundo publicitario, en suma, no teníamos la intención de ir más allá de la provocación del consumo. Por eso digo que ha sido la sociedad la que ha cogido el «elemento» y lo ha transformado en una necesidad vital, es decir, en la variable determinante del sentido de la vida o de la identidad humana... Ahora ya no se trata sólo de poseer tal o cual elemento, ya sea coche, móvil o lavadora..., de última generación, sino que además has de cambiarlo rápidamente. La satisfacción que produce un producto se agota enseguida. Eso te da una idea de la superficialidad de la integridad humana... de la desconexión del alma. Viven en un mundo de realidad al más puro estilo Matrix, satisfacción inmediata, reposición inmediata... ¡Hay tanto donde elegir, que para qué me voy a quedar con una cosa cuando puedo cambiar tan fácilmente, con tanta rapidez y siempre obteniendo el beneficio de la novedad...!

—Eso... ¡eso mismo sucede con las parejas! —precisó Ángela—. Tanto para hombres como para mujeres emocionalmente disfuncionales, dicho en lenguaje menos psicoanalítico, esos que tienen fobia o pánico al compromiso..., el mercado actual de carne, o sea, de ligoteo, es como un enorme supermercado de oferta inagotable donde elegir a voluntad, y donde se puede cambiar con suma facilidad, es decir, que la rotación del producto es fantástica...

—Con lo cual, para qué comprometerse si hay tanto donde elegir... Esa oferta tan elevada, diversa y accesible, unida a la superficialidad de que hace gala actualmente el ser humano, hace que el mundo de las relaciones humanas sea un caos absoluto. Ante semejante panorama, parece como si actualmente no tuvieses más alternativa que quedarte soltera... o «casarte contigo misma», antes que unida a un «caprichitos», o sea, un inmaduro o imberbe emocional —dijo Rosemary.

Eso era lo que, en opinión de Ángela, la hacía insistir en que las mujeres tenían que liderar una re-evolución y dejarse de tonterías. Es decir, dejar de ir detrás de hombres que les pasan un papel de lija por el corazón. Aunque algunas no opinasen así, y se quejasen amargamente de ellos. A pesar de la ostentosa incongruencia. Tan sólo había que echarle un vistazo a cómo se anunciaban en las webs de singles.

Rosemary se alegró al oír esto, ya que a ella, con toda esta teoría del hombre metrosexual, la histeria consumista y el despiste existencial... se le había ocurrido hacer una investigación, estudiar al hombre y ver si sólo copiaba a la mujer en eso de ponerse cremitas y maquillaje, depilarse, cuidar de su cuerpo, esto es, en lo hedonista. O, por el contrario, el cambio, la copia en suma, afectaba a otras esferas o áreas.

Según Ángela, acababa de dar con una veta de oro. Razón por la cual se ofreció a adentrarse con ella en esa procelosa cueva y ver hasta dónde les llevaba la aventura de... ¡ir en busca del hombre metroemocional!

El último sapo que besé

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