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Por qué a algunas mujeres, damiselas de diadema floja, no les interesa que los hombres dejen de ser malos y sepan expresar sus emociones

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Posibles respuestas:

1. No lo admiten, porque es la revancha femenina, o sea, el hembrismo —machismo en cuerpo de mujer— campando a sus anchas: «Ahora nos toca a nosotras darles en los morros y vengarnos de ellos».

2. Algunas están convencidas de su superioridad moral, perdón, emocional, por lo que no pueden ni quieren admitir que ellos también saben amar y sentir. Si lo admitiesen, ¿qué les haría, a ellas, superiores a ellos? Obviamente, se trata de un complejo de inferioridad que se disfraza de superioridad.

3. No se puede ir contra natura: demasiados estudios científicos avalan las diferencias entre hombres y mujeres y eso sigue dando munición para la guerra de los sexos. A los humanoides no les gusta ser iguales ni vivir en armonía. Por consiguiente hay que perpetuar la guerra; caso contrario, no sabrían qué hacer con sus vidas. Y está demostrado científicamente que el cerebro de una mujer es emocional, y el de un hombre no lo es. Es más, el cerebro masculino no registra el tono de voz femenino por lo que... ¡ésa es la razón de que no les presten atención cuando ellas hablan...! Vamos, ¡la pera en patinete!

4. Les gusta tener inferiores a los que maltratar porque ellas, las damiselas de diadema floja, se sienten inferiores y quieren hacer catarsis con alguien. ¿A quién si no culparían de todos sus males y tendrían como «cubos de su basura emocional»?

5. La base del victimismo. Mientras alguien tenga la culpa de sus males, no tendrán que buscar en su interior, instrospeccionarse ni asumir responsabilidad alguna.

6. La libertad de ser una misma es demasiado intensa para las damiselas de diadema floja que asumen que «ser femenina es sinónimo de tonta, lerda, inferior, mala, tetada, sexy, pendón...». A las damiselas no les gusta la igualdad, prefieren las desigualdades porque éstas les proporcionan coartadas socialmente aceptadas y de amplio espectro.

7. Si los hombres supiesen amar y fuesen emocionales, ¿qué les quedaría a ellas? Algunas no saben que son un universo maravilloso repleto de capacidades, dones y demás maravillas, amén de un alma divina por descubrir y honrar.

8. Falta espiritualidad. Hemos asumido que somos nuestros cuerpos e identidades humanas exentas de una conexión espiritual o almista, es decir, carentes de alma y de su consiguiente responsabilidad extensiva a otras «encarnaciones terrenas» (en la línea que preconizan las culturas orientales, en concreto la budista), o de la relativa al alma en sí misma (religión católica). No somos meros cuerpos que respiran sin mayor implicación ni repercusión de sus actos en dicha vida terrena. Somos seres espirituales viviendo una experiencia humana. Si bien esto último lo saben los humanos, y lo ignoran los humanoides, a juzgar por sus comportamientos muy congruentes con su modo de pensar políticamente correcto, según el cual «la religión es el opio del pueblo y ha de ser sustituida por la religión laica del consumismo feroz, devoradora de todo sentido común y alienador de toda singularidad». Por cierto, las damiselas pertenecen al club de los humanoides.

9. Falta humanidad. Porque si vivimos al margen de nuestra realidad divina vivimos, asimismo, de espaldas a nuestra emocionalidad. Mucho me temo que ese consumismo despepitado y adictivo haya extendido sus tentáculos hasta el ámbito de la pareja y les haya hecho creer a los humanoides (los cuales son de credulidad fácil) que el «amor se termina cual colonia en frasco» y, además, ¿para qué aguantar con un mismo modelo de hombre o de mujer cuando es tan fácil cambiar, y encima te financian el cambio en cómodos plazos? El consumismo adictivo basa su fuerza en un marketing devastador del sentido común y espantador del análisis racional. «No pensar» es la consigna del mundo consumista. No hay que pensar, sólo imaginar. Imaginar que cualquier ítem material nos proporcionará alegría, estima, seguridad, serenidad, prestigio, compañía, éxito, amor. A las damiselas, estas consignas mercantilistas les encantan, por aquello de que les atontan la diadema y les aíslan del dolor emocional que habita en el remoto latido de sus psiques.

10. Se fomenta la infidelidad a uno mismo. No hay que ser fiel a los principios que uno/a lleva en el alma, no. En su lugar hay que seguir los preceptos del Club del Redil, ser un redilero aborregado que se someta a las normas y abomine de sus valores. Se ha convencido a la gente (los humanoides) de que «ir de flor en flor», pasarse por el arco de triunfo a cualquiera, meterse de hoz y de coz en cualquier cama de olvidable y resacoso despertar... es «ser IN», o sea, que lo progre es apuntarse al pendoneo, aunque ello suponga llenarse de bazofia el alma y de mierda el corazón. La liberación femenina aún no ha tenido lugar, como tampoco ha tenido lugar la liberación masculina. Las mujeres/damiselas son las que más han mordido el anzuelo de la falsa liberación: pueden acostarse con quien quieran sin que se las señale con el dedo, ¡tal y como hacen esos hombres a las que ellas tanto odian porque les rompen el corazón y les denigran la estima! Las damiselas querían ser iguales, y la flojera de su diadema les impidió ver que copiaban lo peor de los comportamientos masculinos, unos ciertamente misóginos. Quizá muchas no sepan que misógino significa que odia a las mujeres. Lo moderno es irse al catre con cualquiera, exhibir las tetas y mover el tantam para llevarse al huerto al primer pelele masculino que cruce su territorio de liberación femenina... Ahora bien, esto ya lo hizo Eva... O sea, que es más viejo que la tos... Que se sepa, no nos aportó mucho a las mujeres en general que nuestra denostada Eva se comportase con semejante ligereza en el paraíso... ¿O acaso nos han contado mal la historia?

11. Liberación sexual no es igual a liberación emocional. Por consiguiente, las mujeres deberían aprender a protegerse, cuidar de su psique, respetar su alma y no tirarse de cabeza a la primera piscina que pillen sin pararse a pensar si hay agua... ¡Elemental comprobación! (Que conste en acta que no considero que haya que casarse para acostarse con alguien. El único matrimonio que vale, o debería valer, es el del alma.) Por eso, siempre que una mujer se pierda el respeto a sí misma, no cuide de su integridad moral, espiritual ni psicológica, no es liberación sino tontismo en lo que está incurriendo, lo cual es válido para los hombres, exactamente igual.

12. Ah, lo olvidaba. Muchas damiselas siguen aferradas a un hombre que les ningunea el alma, desvalija el corazón y hace trizas la cuenta de la dignidad y todo porque: a) está mal visto no tener churri, b) el matrimonio proporciona caballero acompañante para ir de compras, al cine, etc., c) dos economías son mejor que una, d) la soledad es muy mala, e) las separadas son unas fracasadas emocionales, f) a partir de los 40, las mujeres se vuelven invisibles, g) todos son iguales, ergo, para qué cambiar, h) está rico, rico (potentado), i) los hombres son así...

13. Es una forma indirecta (y retorcida, además de inoperante) de vengarse del padre que nunca supo reconocer su valía, inteligencia, sensibilidad, emocionalidad y/o trató mal a su madre (la de ellas), ninguneándola como esposa y como mujer: una mujer venga a otra mujer. O sea, solidaridad femenina contra los hombres malos. Lo malo de todo esto es que la supuesta venganza no repara el daño emocional y suele generar a su vez más destrozos...

El último sapo que besé

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