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LIBRO SEGUNDO

Aún no resultaba largo el volumen de mi libro ni daba muchas vueltas al desplegarse: bien podía con todo derecho alargarse más 115 . Pero receló de que el esfuerzo continuado cediera al hastío, hasta el punto de que al lector le asustara tomar en sus manos una obra interminable. La demora en [5] acabar de comer suele producir repugnancia a los manjares; el agua, cuando hay sed, resulta más agradable a pequeños sorbos; a quienes están fatigados el mojón que trae grabado un crecido número de millas parece ofrecerles un alto en el camino. Repartiré en dos librillos el rubor que me atribula y [10] que habría sido preferible padecer de una sola vez.

Liberados, por fin, del temporal que nos asediaba, nos fue dado hacernos a la mar desde el puerto de Pisa 116 . Sonríe sosegada la llanura marina rizada por los rayos del sol, y el agua, abriéndose en surco, susurra con ligero acento. Empiezan [15] a verse las pendientes del Apenino por donde brama Tetis repelida por encumbrado monte 117 . Quien desee abarcar con la mirada a Italia, dueña de todas las cosas, y representársela toda ella de una vez en su mente, hallará que en [20] su desarrollo es semejante a una hoja de encina: se estrecha al converger el hueco de sus lados. A lo largo su recorrido consume diez veces el espacio de cien millas desde territorio de los lígures hasta el estrecho de Sicania. A lo ancho penetran con furia perniciosa el mar Tirreno y el Adriático [25] produciendo diversos golfos. Sin embargo, por la parte en que la tierra se estrecha más al aproximarse ambos mares sólo alcanza ciento treinta millas. Entremedias corre la cordillera en dirección oblicua a ambos mares opuestos, por donde Febo trae y retira una y otra vez el día. Con sus cumbres [30] orientales amenaza las aguas de Dalmacia y con las cimas occidentales corta los mares azulados de Etruria. Si reconocemos que el mundo ha sido creado según un designio determinado y si tamaño artifìcio implica un proyecto divino 118 , entonces la divinidad, para guarnecer el Lacio, ha situado como centinela la barrera del Apenino apenas accesible [35] por caminos de montaña. La naturaleza, recelosa de la codicia, consideró que los Alpes eran escasa defensa frente a los pueblos del norte, al igual que tiene atrincheradas las partes vitales tras muchos otros miembros y no tiene echado [40] solamente un cierre a las exquisiteces que ha producido. Ya en aquel entonces la que había de ser Roma se hizo digna de un largo cinturón de fortificaciones y tuvo solícitos a los dioses. Por eso resulta más dolorosa la fechoría del funesto Estilicón 119 , porque fue traidor del secreto del Imperio. Mientras se afanaba en sobrevivir a la estirpe romana 120 , su locura sanguinaria enmarañó cielos y tierra, y mientras temía [45] lo que a él mismo le había hecho temible, azuzó las armas de los bárbaros al exterminio del Lacio. En las entrañas desguarnecidas metió un enemigo en armas, estando así el engaño más expedito para causar la desgracia. Incluso Roma estaba abierta a sus compinches vestidos de pieles 121 , y [50] cautiva previamente a su captura. Y no sólo ha procedido como un traidor en lo relativo a los ejércitos getas: anteriormente había reducido a cenizas el amparo de los Oráculos Sibilinos 122 . Odiamos a Altea por la muerte que ocasionó al consumirse el tizón; las aves lloran, según creencia, la cabellera de Niso 123 . Pero Estilicón pretendía arruinar las [55] garantías del hado acerca de la eternidad del Imperio y acelerar las ruecas colmadas de futuro. ¡Cesen en el Tártaro las torturas de Nerón y que una sombra aún más lúgubre consuma [60] las antorchas de la Éstige! 124 . Aquél ha abatido a una inmortal, éste a una mortal; aquél, a la madre del mundo, éste, a la suya sólo.

Pero acaso hemos estado harto locuaces en esta digresión; volvamos ya al viaje relatado en nuestro poema. Deslizándonos rápidamente, llegamos a unas murallas radiantes de blancura. Autora de su nombre es la que brilla gracias a [65] su hermano el Sol 125 . La piedra de los bloques que allí se dan aventaja a los lirios reidores y reverbera adornada de tenue resplandor: tierra rica en mármoles que con su esplendoroso colorido desafía orgullosa la pureza impoluta de las nieves *** 126


115 No parece caber duda sobre si Rutilio empleó el rollo de papiro o el códice de pergamino. En todo caso resulta evidente la referencia a dos opuscula —las dos partes del libro— casi iguales, de lo que KEENE (págs. 227 s.) dedujo la pérdida del final de la obra.

116 Comienza el 8.° día de navegación (principios de noviembre del 415 ó 2.a mitad de noviembre del 417), del Portus Pisanus a Luna, de 44 millas de singladura.

117 Se inicia el elogio de Italia en correspondencia con el de Roma del libro I; toda la descripción está tomada de PLINIO , Hist. Nat . III 43, con ligeras variantes. Tetis, hermana de Océano, designa aquí el mar.

118 Concepto de carácter estoico; cf . también v. II 36.

119 Famosa invectiva contra Estilicón (vv. 41-60), general y tutor de Honorio. Se hizo sospechoso de traición por connivencia con Alarico con la probable intención de tomar el poder para sí o para su hijo Euquerio. Sobre esta figura, véase el estudio ya clásico de MAZZARINO citado en la Bibliografía.

120 Se alude a Roma. A Estilicón sólo se le acusaba de haber favorecido a los bárbaros, pero Rutilio le achaca la destrucción del genus romanum , la apertura del arcanum Imperii , es decir de Roma, y la aspiración a la tiranía, según explica MAZZARINO , pág. 289, n. 1.

121 Se alude a la política de Estilicón de convertirlos en foederati dentro del ejército romano.

122 Los Libros Sibilinos se consultaban en caso de grave crisis. Su sacrílega cremación resultó fatal según Rutilio, única fuente de la noticia. El hecho debe situarse entre el 402, fecha de la última referencia a su consulta (CLAUD ., Guerr. Gét . 231 s.), y la muerte de Estilicón en 408.

123 Altea, madre de Meleagro, que indignada por la muerte que a sus hermanos causó su hijo durante la caza del jabalí de Calidón volvió a arrojar al fuego el tizón de cuya consunción las Moiras habían hecho depender el destino de Meleagro. Escila, hija de Niso, rey de Mégara; por amor a Minos, enemigo de su patria, le facilitó la victoria cortando a su padre un cabello de púrpura u oro que lo hacía invencible.

124 Rutilio sitúa a Estilicón en el infierno.

125 Se refiere a Luna, actual Luni, junto a Carrara, donde el poeta acaso hizo escala tras una singladura de 44 millas desde el Portus Pisanus . Allí se daban el mármol blanco y el de veta azulada, aquí aludido. Véase su historia y bibliografía en DOBLHOFER , vol. II, págs. 284 ss.

126 Hasta aquí el texto transmitido por la tradición. Sobre los fragmentos aparecidos recientemente, véanse referencias en Bibliografía e Introducción, pág. 29.

El retorno. Geógrafos latinos menores.

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