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5. El traductor: Rufino de Aquileya24

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Tiranio Rufino nació hacia 345 en Iulia Concordia, pequeña ciudad entre Altinum y Aquileya, con toda probabilidad en el seno de una buena familia, según el testimonio de Paladio:

“A su lado (de Melania la anciana) vivió también el nobilísimo Rufino, italiano, natural de Aquileia, hombre dotado de una firmeza de carácter y de una tenacidad muy semejante a ella. Éste fue elevado más tarde al sacerdocio. Difícilmente podría hallarse en este siglo otro varón más erudito y al mismo tiempo más modesto que éste”25.

Entre 358/360 y 366/368, Rufino residió en Roma cursando los estudios latinos de gramática y retórica; allí adquirió un sólido conocimiento de los autores latinos clásicos. Trabó amistad con san Jerónimo y formó parte con él del grupo ascético que alrededor de 370 buscaba recrear en Concordia, su patria, la vida monástica e intelectual de Oriente.

En su Apología contra Jerónimo (401), Rufino declara que recibió el bautismo en Aquileya contando con poco más de treinta años, o sea, en 371 o 372:

“Estuve viviendo en el monasterio, donde, junto a los demás que conocía, teniendo unos treinta años, fui regenerado por el Bautismo, y recibí el sello de la fe por las manos de aquellos santos hombres, Cromacio, Jovino y Eusebio, todos ellos nuevos obispos, altamente estimados en la Iglesia de Dios, el primero de los cuales había sido presbítero de la Iglesia bajo Valeriano, de feliz memoria, el segundo archidiácono, el tercero diácono y mi padre espiritual, mi maestro sobre el Credo y los artículos de la fe”26.

El grupo ascético de Aquileya duró hasta el año 373, momento en que se disolvió aparatosamente debido a ciertas riñas y malentendidos. Entonces Rufino, con el propósito de abrazar la vida monástica, embarcó rumbo a Oriente, pero tomando la dirección de Egipto, y arribó a Alejandría en la primavera de 373 o un poco más tarde.

En Egipto, Rufino conoció a Melania la Anciana, quien había arribado allí antes que él. En tierras egipcias Rufino permaneció por espacio de ocho años, repartidos en dos períodos: seis años y, tras un breve intervalo, otros dos.

En 380 se trasladó a Jerusalén y se retiró al monasterio construido sobre el Monte de los Olivos, del cual llegará a ser el superior; más adelante, en esta etapa de su vida, recibirá la ordenación sacerdotal. Melania la Anciana se estableció en un monasterio homólogo en el mismo sitio y su relación con Rufino se hizo más sólida aún, llegando éste a ser, según expresión de Paulino de Nola (+ 431) «compañero de santa Melania en la vida espiritual»27. Paladio en su Historia Lausíaca elogia la hospitalidad ofrecida durante años por los dos monasterios del Monte de los Olivos y el empeño de Rufino y Melania en ayudar a cuantos lo necesitaban a mantenerse firmes en la ortodoxia:

“Ambos dieron hospitalidad durante estos veintisiete años, a los que por un fin piadoso se hallaban de paso en Jerusalén: obispos, monjes y vírgenes.

Contribuyeron a porfía a la edificación religiosa de todos los peregrinos e hicieron volver a la unidad de la fe a cuatrocientos solitarios que vivían adheridos al cisma de Paulino.

Así también convirtieron e introdujeron en el seno de la Iglesia a todos los herejes pneumatomáticos, al par que obsequiaban a los clérigos de los aledaños con donativos y alimentos”28.

En Palestina, Rufino estableció buenas relaciones con los obispos de Jerusalén. Sacó provecho de las enseñanzas de Cirilo de Jerusalén (+ 387), y de la relación excelente entablada con el obispo Juan (387-417), quien lo ordenó sacerdote entre 390 y 394.

En el año 397, después de la dolorosa controversia con Jerónimo sobre la traducción de Orígenes y sobre la versión de la Biblia del hebreo o de los LXX, Rufino regresó a Roma y continuó viviendo vida comunitaria, en el monasterio de Pinetum, no lejos de la ciudad eterna. Aquí, interrogado sobre la vida monástica en Oriente, comenzó a traducir las Instituciones de los monjes de san Basilio. En su Prefacio (v. 6) nos dice: “Transcribiré, de san Basilio, obispo de Capadocia, hombre famoso por la fe, las obras y la gran santidad, las instituciones de los monjes. Las escribió a modo de respuestas -como de cierto derecho santo-, dirigidas a los monjes que lo interrogaban”. La traducción de estas Instituciones fue una de las primeras versiones que publicó a su retorno de Oriente.

En la Cuaresma del 398 ya lo encontramos en Roma. Los celosos cristianos de la aristocracia romana se volvieron hacia Rufino, y en este tiempo su ocupación principal consistió en difundir, mediante traducciones, a los Padres Griegos, todavía poco conocidos en Occidente. Al año siguiente publicó la versión latina del De Principiis de Orígenes.

Desde 399, Rufino residió en Aquileya, donde lo alcanzó la animosidad de su viejo amigo quien, habiéndose enterado de su traducción de Orígenes, reaccionó enérgicamente. Hacia 400, Rufino se vio obligado a dirigir al papa Anastasio (399-401) su Apología a Anastasio obispo de Roma con el fin de disipar toda duda respecto de su adhesión a doctrinas sospechosas, y en 401 publicaba también su Apología contra Jerónimo, después de la cual tuvo el acierto de no seguir alimentando la controversia.

En 407, Alarico emprendió, por tercera vez, el intento de invadir Italia. También Aquileya fue testigo de los muchos habitantes de Iliria que optaron por huir para encontrar refugio en Roma. Ante esta amenaza también Rufino decidió partir hacia Roma (407/408). Poco tiempo después se trasladó al monasterio de Pinetum, luego siguió hasta Sicilia donde enfermó gravemente y poco después murió.

Los últimos años de Rufino fueron fecundos en diversas traducciones, particularmente de obras y homilías de Orígenes; y también en algunos escritos propios. Su último trabajo, la traducción del Comentario sobre el Cantar de los Cantares de Orígenes, quedó inconcluso al sorprenderlo la muerte en Mesina, entre octubre de 411 y los primeros meses de 412 (otros la sitúan entre 410 y 411).

24 Para una visión más amplia, cf. Françoise THELAMON, art. Rufin d’Aquilée, en Dictionnaire de Spiritualité, T. 13, Paris, Beauchesne, 1988, cols. 1107-1117; y Angelo DI BERARDINO (Dir.), Patrología. III. La edad de oro de la literatura patrística latina, BAC 422 (1986), pp. 291-300.

25 Historia Lausíaca 46; trad. de L. Sansegundo Valls en Paladio. El mundo de los Padres del Desierto (La Historia Lausíaca), Madrid, Ed. Studium, 1970, p. 210.

26 Apología contra Jerónimo I,4; CCL 20 (1961), p. 39.

27 Ver Paulino, Epístola 28,5; ed. G. Santaniello en: Paolino di Nola. Le Lettere. II (24-51), Napoli, Ed. Redenzione, 1992, pp. 130-133.

28 Historia Lausíaca 46; trad. cit., pp. 210-211.

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