Читать книгу ¿La imagen educa? - Sarah Corona Berkin - Страница 15
La Secretaría de Educación Pública y el profesor de educación básica
ОглавлениеSi regresamos a la idea esbozada de la docencia como una profesión de Estado, la reforma trata de deslindar la competencia laboral de los sindicatos, pero estos dieron cierta estabilidad política durante 70 años (Fuentes, 2013). Ahora bien, la disidencia respondió a un sistema fuertemente cerrado y centralista, de manera que la reforma se enfrenta a la fuerza política de una disidencia actualmente estigmatizada por la imagen de protesta violenta.
¿Qué ha hecho la SEP ante este escenario? Las notas que se emiten sobre la política educativa tienen el trasfondo de la imagen que la propia SEP quiere promover. En este sentido, hay una fuerte presencia de la autoridad en turno; es decir, la fotografía que acompaña a las notas es generalmente la del secretario, y con mucho énfasis la del último, Aurelio Nuño. Se ve a un secretario de Educación en una oficina lujosa que contrasta con aulas a la intemperie, sin butacas ni pizarrones y con niños y profesores en condiciones de marginación absoluta. Podemos percatarnos de que el secretario Nuño visita escuelas con niños bien alimentados, pero son escasas las notas que reivindican a los profesores. Surge entonces una duda o acaso sospecha: ¿hay algún interés de la autoridad por ocultar la imagen de los buenos profesores y generar un imaginario colectivo de la necesidad inminente de la reforma laboral promovida por el presidente, dado que lo que se tiene son malos profesores? Y otro cuestionamiento: ¿acaso no es el Estado, por ley, el responsable de la formación de los profesores? Pero empecemos por los asuntos que en este sentido se analizaron.
Ya decíamos que la evaluación a los profesores no se había gestado en el sexenio de Peña Nieto. En el año 2011, en el sexenio de Calderón, se aplicó la prueba universal, la cual estuvo señalada por la corrupción, ya que se fugó información y se vendió el examen. No obstante, la SEP dijo ser la autoridad y la aplicaría aunque hubiera resistencia. Cuando aplicó el Examen de Habilidades y Conocimientos Docentes, reconoció el bajo nivel de los profesores pero afirmó: “Mejor docentes de bajo nivel que aulas vacías”, e incluso señaló que tuvo que bajar el nivel de exigencia porque de lo contrario se quedaría sin maestros pues más de 99,000 profesores deberían regresar a tomar clases, pero no menciona que es precisamente el Estado quien forma a los profesores. En el fin de ese sexenio se deja el campo abierto para la reforma educativa de Peña Nieto, que la anunció inmediatamente después de tomar posesión como presidente de México.
Podemos afirmar que la imagen de los profesores que la SEP dejó mirar es la de incompetencia. En todo caso, su labor se limitó a reformar el plan de estudios en la educación normalista, como si sólo eso bastara para mejorar la preparación y calidad de los futuros profesores.1
En el sexenio de Peña Nieto se ratifica el problema de aspirantes y profesores en servicio que son incompetentes, pero ahora desde un discurso más prescriptivo. La justificación es: acabar con los comisionados, ordenar la nómina magisterial, recuperar la rectoría del Estado, sancionar a maestros faltistas, elevar la calidad y fomentar la autonomía en gestión de recursos. Se observa un discurso como reacción a las manifestaciones de la CNTE; este intenta justificar la implementación de la reforma educativa y generar un imaginario de buenos y malos (autoridades buenas/profesores malos) y otro coercitivo para quienes no se ajusten a la nueva ley. Algunas declaraciones del secretario de Educación van en el sentido de: profesor que falte se le descuenta del salario o se le cesa, según el número de días en que se ausente. Lo que se intenta es derrumbar una estructura de poder construida a partir del clientelismo y el corporativismo; se debe quitar el control a la CNTE. En la escena pública está una imagen oficial de profesores mal preparados y un gobierno dispuesto a recuperar el control laboral. Los profesores luchan por la estabilidad laboral y el Estado, por el control. Ahora bien, las fotografías en la prensa son elocuentes en el sentido de la pugna por el poder y la resistencia. El discurso, como significado social, da cuenta de una crisis educativa que pone en el centro la imagen de un profesor incompetente y preocupado más por conservar privilegios que por la autoformación y la calidad del logro educativo. Es una nueva retórica que se aleja por mucho del tipo ideal y romántico del apostolado magisterial.
Para Aguerrondo (2014), el normalismo, históricamente, dejó marcada una imagen del profesor eficaz, pero ahora se enfrenta a discursos opuestos entre los actores, a los que se suma el discurso de los intelectuales que permean la opinión pública. Lo que sin duda tenemos es la transformación en un contexto laboral complejo y quizá una imagen homogénea y estigmatizada del profesor, que opaca la enorme diversidad de profesores que hay en un país donde persiste una constante inequidad en materia educativa.
Finalmente, el problema docente se va concentrando en algunos estados como Michoacán, Guerrero, Oaxaca y Chiapas, sin que por ello se pueda decir que el resto de los estados ha aceptado la reforma con beneplácito. Incluso, el conflicto llegará hasta los profesores en formación, quienes ven amenazado el acceso automático a plazas docentes de manera tal que ya desde la escuela normal se hacen presentes imágenes de estudiantes, futuros docentes, realizando actos vandálicos, bloqueando carreteras, robando y quemando camiones, tomando instalaciones y enfrentándose a la autoridad para conseguir lo que consideran un derecho heredado: estudiar en una normal pública y tener pase directo a una plaza estatal vitalicia.
En este contexto analizamos las fotografías, de las cuales, para esta publicación, elegimos sólo algunas por razones de espacio.