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¿QUÉ ES UN CUENTO SANADOR?

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Todos los cuentos son, en potencia, sanadores o terapéuticos. Cuando un cuento hace reír o llorar —o las dos cosas—, la risa y las lágrimas pueden ser sanadoras. En los cuentos populares y los cuentos de hadas, a través de sus temas y resoluciones, se encuentra esa posibilidad de sanación: pueden ofrecer la esperanza y el valor necesarios para enfrentarse a las vicisitudes de la vida, afirmando así nuestra capacidad para cambiar y avanzar.

El ecologista de fama mundial David Suzuki opina que los cuentos pueden ayudar a “sanar” nuestro planeta al crear una conexión espiritual con el lugar. Si, por ejemplo, un simple cuento ambientado en la naturaleza es capaz de conectar a los niños con la playa, el río o el bosque de su entorno, es posible que, a medida que se vayan haciendo mayores, estos niños se conciencien de la necesidad de protegerlos y cuidarlos. Los cuentos pueden contribuir, por lo tanto, a que desarrollemos y fortalezcamos nuestra relación holística con el medioambiente.

La propia experiencia de escuchar un cuento, independientemente del contenido, puede ser “sanadora”. Si a los niños les ofrecemos regularmente una sesión de cuentos, podrán desarrollar y fortalecer la concentración y activar la imaginación. Hoy en día estos efectos son un bálsamo sanador especialmente beneficioso, ya que los niños pasan muchas horas en estado pasivo viendo la televisión y películas en DVD. Mientras que dichos medios tecnológicos presentan una imagen fija, creada de antemano, que el espectador debe aceptar sin recurrir a sus propias capacidades creativas, un cuento, por el contrario, requiere y estimula la creación imaginativa de imágenes internas.

Además del potencial sanador que generalmente poseen los cuentos, ante situaciones concretas, un determinado cuento puede ayudar o incluso sanar el comportamiento derivado de ellas. Atendiendo a la finalidad de este libro, he denominado a estos cuentos “sanadores” o “terapéuticos”, entendiendo ambos términos como sinónimos.

Si consideramos que sanar significa “devolver la salud, recuperar el equilibrio, volver a recuperar completamente el estado saludable”, los cuentos sanadores podrían describirse como “aquellos cuentos que devuelven el equilibrio y la integridad a un comportamiento o situación en desequilibrio”.

A decir verdad, contar cuentos terapéuticos es una manera delicada, fácil y a menudo muy efectiva de abordar temas controvertidos con los niños, porque la estructura del cuento ofrece un medio sanador que permite que los niños se embarquen en un viaje imaginativo, en lugar de aleccionarlos o hacer comentarios directos sobre su comportamiento. Al identificarse con el protagonista o los protagonistas, el niño se empodera, puesto que se superan los obstáculos y se alcanza una resolución.

Los cuentos se podrían comparar con los remedios naturales u homeopáticos, dado que, al igual que la medicina natural, se valen de las fuerzas y capacidades latentes en el niño para restablecer el equilibrio. Con todo, aceptar esta fórmula de contar cuentos se asemeja, en ocasiones, a la lucha que surge ante la aceptación de las terapias alternativas: el sentido común nos dice que deberíamos recibirlas con los brazos abiertos, pero el mundo de la publicidad y el de la ciencia se oponen radicalmente. Asimismo, a quienes poseen una mentalidad más materialista les cuesta más aceptar que es mejor tratar un problema convocando las fuerzas imponderables y ocultas de la imaginación que abordándolo directamente.

Afortunadamente ya se están produciendo ciertos cambios, aunque lentamente. Desde tiempos inmemoriales se han utilizado los cuentos como una herramienta poderosa para educar y “sanar”; hoy en día, ha surgido la emocionante tendencia de volver a despertar este arte antiguo. Existe un pequeño grupo, que poco a poco va en aumento, de pensadores, investigadores, profesores y maestros —vinculados al mundo de la educación— que otorgan el debido reconocimiento a todas estas formas expresivas e imaginativas de pensar y aprender, y que están contribuyendo, por lo tanto, a que renazca el arte de contar cuentos y se utilice como herramienta terapéutica.

Mantengo la esperanza y el sueño de que una vez más volvamos a contar con maestros, profesores y familias que utilicen el poder de los cuentos y de la imaginación en su función de educadores y guías de los niños de su comunidad; que apoyen las capacidades de los niños con el método ante el cual responden mejor y que, además, les encanta: la imaginación. Después de todo, son estas capacidades las que unen a comunidades enteras y hacen posible que las relaciones humanas valgan la pena, pues nos permiten tantear las experiencias de los demás.

101 cuentos sanadores

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