Читать книгу 101 cuentos sanadores - Susan Perrow - Страница 18
RESOLUCIONES POSITIVAS
ОглавлениеEn los cuentos terapéuticos, la resolución se traduce en la recuperación de la armonía o equilibrio en una situación o comportamiento que ha sido disruptivo o ha perdido el equilibrio. Aunque la resolución se sitúa al final del cuento, en líneas generales, es mejor reflexionar al respecto desde que se inicia la planificación del cuento. Si la resolución no está clara, entonces será difícil saber cómo trabajar con las metáforas y el desarrollo; por esa razón tomé la decisión de comentar este aspecto de la estructura desde el principio.
Es importante que la resolución ofrezca una reafirmación, en vez de crear un sentimiento de culpa. En el cuento “La trompa del elefante” (página 97), por ejemplo, el comportamiento de golpear a los demás está en desequilibrio y es inaceptable para los hermanos y hermanas de Tembo, que intentan alejarse de él mientras va dando golpetazos y porrazos a lo largo del día. No se sienten seguros porque no pueden adivinar en ningún momento qué va a hacer exactamente con su fuerte trompa. Entonces, Tembo se cae por las rocas resbaladizas, pero ahora sus golpetazos y porrazos no pueden ayudarle, de modo que termina atascado en una poza al fondo de los acantilados, lejos de su familia. Con la ayuda de la abuela elefanta y la “cuerda” y que forman los elefantes con sus trompas y colas por fin rescatan a Tembo. A través de las metáforas de “obstáculo” y de “ayuda” (que se comentan en las páginas 38 y 39), el cuento ofrece un sencillo viaje transformador que se inicia cuando “se utiliza la fuerza para hacer daño” y termina “cuando se utiliza la fuerza para ayudar”. Al elefantito no se le hace sentir culpable por su comportamiento, sino que el desarrollo del cuento conduce, de forma natural, a una resolución positiva en la que se restablecen el equilibrio y la armonía. Por el contrario, en el cuento tan entretenido de Rudyard Kipling sobre el elefante y su trompa —incluido en su libro Precisamente así—, el equilibrio solo se recupera al final, cuando al elefantito —previamente el afectado— se le concede el poder de hacer daño a los demás; por lo tanto, no se le puede considerar un cuento sanador en el sentido literal y profundo de la palabra.
En el cuento “Pequeño Lobo” (página 196), no sirven de nada los esfuerzos de la madre para animar a su hijo a unirse al resto de la manada y aprender las costumbres del clan de los lobos. Sin embargo, es evidente que su falta de interés indica que hay un desequilibrio. ¿Puedes imaginarte un lobo sentado en la nieve, tapándose las orejas con las garras y con los ojos bien cerrados? Entoncers, al sufrir la vivencia de caer en la trampa del cazador (el viaje), la experiencia de desequilibrio es llevada al límite, pero se resuelve inmediatamente después, cuando rescatan al lobo y lo liberan para que pueda correr con el resto de la manada. ¡Qué alivio para Pequeño Lobo y también para el interesado oyente!
Según el tipo de comportamiento y de situación, se requieren diferentes planteamientos. En algunos casos son bastante directos; por ejemplo, si se escribe un cuento para un niño que está continuamente diciendo palabrotas o palabras “feas”, la resolución evidente será sustituir las palabrotas por un uso más constructivo de la voz; de este modo, en “Pitón canta y la osa danza” (página 253), la serpiente termina por utilizar su voz para cantar bellas canciones.
En el cuento “Los caballos arcoíris” se presenta un enfoque más complicado, puesto que está dirigido a los niños de la nueva Sudáfrica y trata el tema de la antidiscriminación (página 209). El cuento conduce al oyente atento a través de conflictos de intolerancia y orgullo; lentamente las minúsculas nubes grises creadas por esos conflictos cubren el cielo, empieza a llover y se inunda la tierra. La necesidad común de encontrar un refugio obliga a todos los caballos a reunirse en una gruta en lo alto de las montañas. Al final ceden sus coloridas crines de arcoíris para ayudar a tejer unas alas con el fin de que el caballo dorado pueda volar por el cielo y traer de vuelta la luz del sol. La resolución transformadora se produce cuando el comportamiento de intolerancia se convierte en una actitud de “aceptación” o tolerancia por decisión propia, no a través del castigo o la imposición.
Sin embargo, en un cuento escrito para un niño de padres separados, la resolución sería menos evidente; aquí se precisaría de una reflexión profunda, ya que el cuento no debería dar más esperanza de la que ofrece la vida real, es decir, ¡no se puede sugerir que los padres volverán a estar juntos otra vez! Tal vez sea necesario realizar algunas preguntas que ayuden a organizar la resolución: ¿siguen en contacto el padre y la madre?, ¿pasan tiempo con el niño?, ¿alguno de los dos ha desaparecido de la vida del niño? Podría ser también una oportunidad para que los propios padres capten un mensaje en el cuento y cambien su actitud; como, por ejemplo, aprender a ser coherentes y entender la importancia de priorizar las necesidades del niño. Quizás el cuento podría tratar de una madre y un padre peces que viven separados, cada uno en su laguna entre las rocas. El niño pez podría nadar de una laguna a la otra a través de un camino de algas y corales. ¿Las algas podrían susurrar una canción especial? El padre o la madre podría cantar esta canción cuando llevara al niño de una casa a la otra; de esta manera, se reduciría la ansiedad que surge a menudo en esos momentos de traspaso de responsabilidades. Se podría incluir en el cuento la metáfora de la luz intensa del sol que se filtra a través del agua e ilumina cada laguna en momentos diferentes. Si no es conveniente que las dos lagunas estén cerca (es posible que los padres estén distanciados, física o emocionalmente), podrían estar en los extremos opuestos de un ancho arrecife o podría haber entre ellos algún promontorio rocoso o una playa (¡o una gran extensión del océano!). Pensar y elaborar estos desarrollos y resoluciones diferentes puede ser un bálsamo reparador tanto para los padres, el terapeuta o el maestro como para el niño.
Cuando se escribe un cuento para un niño que tiene un amigo o un familiar con una enfermedad terminal (o que ya ha fallecido), sería totalmente inadecuado crear cuentos donde el enfermo se recupera y vive feliz para siempre. El creador de cuentos tiene una gran responsabilidad, ya que debe intentar crear una imagen más importante para llegar a una resolución que lleve al oyente a un lugar incluso más elevado o diferente del terrenal. Por otro lado, sería ideal que, cuando los padres escriban cuentos para sus propios hijos, lo hagan desde sus propias convicciones religiosas o filosóficas. Asimismo, los maestros o terapeutas deben tener en consideración las creencias de la familia a la hora de escribir un cuento. Véanse cuatro ejemplos en los siguientes cuentos: “La mariposa” (página 133), “El manto de luz del abuelo” (página 133), “La paloma arcoíris” (página 137) y “El cerezo y su amigo dorado” (página 132).
Independientemente de lo simple o complejo que sea el desarrollo del cuento, es fundamental que la resolución implique un final feliz y lleno de esperanza. En los cuentos terapéuticos, al igual que en los cuentos populares y los cuentos de hadas, subyace el tema profundo del bien que vence al mal, porque los niños del mundo entero necesitan escuchar este mensaje esperanzador; esto quiere decir, por lo tanto, que el género de cuentos “reales” con finales tristes debe introducirse gradualmente según la edad de los pequeños y fascinados oyentes. Los niños mayores —en el último curso de primaria o ya en secundaria—, que estudian la vida de los personajes célebres de la historia, pueden soportar los finales tristes o trágicos; están preparados para hacer frente a la cruda realidad de los primeros exploradores que sufrieron una muerte muy dura debido a la hambruna o a las historias de guerra llenas de desolación y desesperación. Sin embargo, en el momento de tomar decisiones, no olvides que los niños mayores, los jóvenes e incluso los adultos necesitan igualmente la satisfacción y el alimento de un “final feliz” de vez en cuando. ¡En el caso de las terapias, la mayoría de las veces es lo que realmente necesitan!