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1 Crónicas judiciales

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Isabelle Delpla 59

Jerusalén, 11 de abril de 1961: “Están presentes más de quinientos periodistas acreditados por los diarios más importantes del mundo, prestigiosas figuras del mundo de la información junto con juristas y observadores oficiales de diversos países” (Maurice Bitter, Combat).

Jerusalén, 20 de junio de 1961: “Público como en los primeros días al reanudarse este martes el juicio a Eichmann. Hasta las butacas reservadas al periodismo están casi todas ocupadas por numerosos enviados especiales de la prensa mundial, venidos a Jerusalén para esta segunda etapa del proceso” (André Scemama, Le Monde, 21 de junio de 1961).

Jerusalén, 23 de junio de 1961: “En el cuarto día de su declaración, Eichmann habló frente a una sala poco concurrida” (André Scemama, Le Monde, 24 de junio de 1961).

El juicio a Eichmann estuvo marcado por la amplitud internacional y la relativa novedad de su cobertura mediática en la prensa escrita, la radio y la televisión. Entre los periodistas se encontraban, naturalmente, los cronistas judiciales acreditados (Frédéric Pottecher por la RTF, Jean-Marc Théolleyre por Le Monde60, Madeleine Jacob por Libération) y escritores periodistas habituados a las salas de audiencias, como Joseph Kessel, y otros menos acostumbrados, como Roger Vailland, Élie Wiesel, Haïm Gouri, y también juristas, como Lord Edward Russell, e historiadores especialistas en nazismo y antisemitismo, como Léon Poliakov. Algunos eran periodistas improvisados para la ocasión, como Hannah Arendt para The New Yorker y el escritor neerlandés Harry Mulisch para el Elseviers Weekblad.

Esa cobertura, tan notable por su amplitud como por su calidad, no tiene parangón. Por su reflexión sobre la extensión y la naturaleza de los crímenes nazis, el juicio a Eichmann marcó el apogeo de la crónica judicial en tanto género literario y filosófico. Por supuesto que ese género tenía gloriosos antecedentes61 y que ya otros escritores se habían ocupado de cubrir procesos judiciales, como Kessel en el caso del juicio al mariscal Pétain, a Laval y a los líderes nazis en Núremberg, pero sin tanta difusión mediática. En cuanto a los juicios posteriores por crímenes contra la humanidad o genocidio, y a pesar de la excelencia de algunos periodistas especializados, nunca atrajeron la misma concentración de grandes plumas.

Es necesario, por cierto, diferenciar las crónicas de los artículos ocasionales. El joven Robert Badinter, por ejemplo, viajó a Jerusalén y escribió antes de la apertura del juicio (L’Express, 6 de abril de 1961). Grandes juristas se habían manifestado sobre la legitimidad y la competencia de los tribunales israelíes, como Eugène Aroneanu (Le Monde, 12 de junio de 1960; Le Figaro, 14 de junio de 1960), y la prensa debatió la pertinencia de un tribunal internacional (The New York Times, 9 de junio de 1960). Numerosos intelectuales criticaron o justificaron la condena a muerte de Eichmann. Esas tribunas de opinión no se proponían dar cuenta del conjunto del proceso ni de su especificidad, y algunas eran manifestaciones de principios, previos al proceso a Eichmann. En los años que siguieron, se publicaron las pocas obras escritas por corresponsales en Jerusalén, como La Cage de verre (La jaula de vidrio), que reunía las crónicas de Haïm Gouri. El tono personal, abiertamente subjetivo, poético y afectivo de Gouri contrastaba con aquel aparentemente más objetivo y teórico de Hannah Arendt62. Ironía del destino, el libro de Arendt se erigió como referencia y suele ser presentado como una crónica, cuando, en realidad, la autora asistió a pocas de las audiencias63. Durante mucho tiempo, esa obra tapó al Eichmann histórico y judicial, pero también el verdadero trabajo de los cronistas judiciales que verdaderamente daban cuenta del proceso en tiempo real, con sus cuestiones de procedimiento, sus tensiones y derivaciones64.

Como lo señalan los extractos de prensa antes citados, la mayoría de los periodistas no asistieron más que al principio del proceso y de la defensa de Eichmann, y escapaban de las audiencias ordinarias. Por el contrario, los corresponsales de Le Monde, de Libération, de Témoignage chrétien (TC), de The Guardian y del Times siguieron las audiencias día a día. Pottecher65, Gouri y Kessel66 publicaron sus crónicas en forma de libro. Las que solo aparecieron en la prensa quedaron en la sombra o en el olvido, incluso cuando se cumplieron cincuenta años del juicio, y representan un filón mayormente inexplotado. Por su brevedad, el presente artículo no pretende ser exhaustivo ni sistemático y se limita esencialmente a la prensa en inglés y en francés67.

Esas diferentes crónicas condenan el antisemitismo y el nazismo, concuerdan sobre la legitimidad del proceso y los derechos de la defensa. Esa relativa coincidencia contrasta con la prensa egipcia, que refuta drásticamente la legitimidad de Israel y del juicio en sí68, o con la prensa de los países comunistas: el diario soviético Pravda denuncia el juicio como una farsa burguesa y un trapicheo político (28 de abril de 1961), mientras que el diario húngaro Nepszabadsag critica ferozmente a Israel por la generosidad y la clemencia con la que tratan a Eichmann, en comparación con el salario promedio que recibía un obrero israelí (2 de mayo de 1961).

Desde la perspectiva de una mirada contemporánea, esa cobertura de prensa fue de una enorme perspicacia. La mayoría de los asuntos que fueron tema de debate e investigación fueron extensamente tratados y recordados: la opción entre jurisdicción nacional e internacional, el equilibrio entre la acusación y la defensa, el lugar de los documentos y los testimonios, el de los testigos víctimas, las relaciones entre justicia e historia, entre derecho y (geo)política, el rol social, político y pedagógico de los procesos de excepción. Por una parte, muchos periodistas insistieron sobre la insignificancia de un acusado frente a la inmensidad de sus crímenes, sobre lo absurdo de la justicia penal frente a ese tipo de criminales. Por otra parte, los debates que se suscitaron en aquella época sobre la condena a muerte de Eichmann fueron mucho más ricos que los casi inexistentes sobre las penas adecuadas en los tribunales penales internacionales y la Corte Penal Internacional. Incluso se abordaron otros temas, como el rol de antisemitismo en el nazismo, el surgimiento del “criminal de escritorio”, la singularidad del crimen o su comparabilidad, la dificultad de reconciliar la historia de los verdugos con la de sus víctimas, el papel que jugaron los consejos judíos y su colaboración con los nazis.

El momento Eichmann

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