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17 de enero - Biblia

El primer mandamiento

“Les doy este mandamiento nuevo: Que se amen los unos a los otros” (Juan 13:34).

Honra a tu padre y a tu madre. No robes, no codicies ni cometas adulterio. Acuérdate del sábado... Son palabras que nos ayudan a vivir mejor. Fueron dadas a los seres humanos caídos y pecaminosos. Adán y Eva no necesitaban tener dos tablas de piedra colgadas del árbol de la vida para recordar que no debían mentir ni codiciar al cónyuge de otro.

Después del sacrificio de Jesús, ya no sacrificamos corderos, no nos preocupamos por estar ceremonialmente impuros, ni apedreamos a los adúlteros; pero ¿cómo sería si pudiéramos volver atrás en el tiempo, al principio del mundo? ¿Qué mandamientos les dio Dios a Adán y Eva cuando aún no tenían pecado?

“Tengan muchos, muchos hijos; […] dominen a los peces y a las aves, y a todos los animales que se arrastran”, leemos en Génesis 1:28. Dios nos puso en este planeta para que lo trabajemos. Tal vez hemos cumplido la parte de “tengan muchos, muchos hijos” bastante bien, pero no lo hemos hecho tan bien a la hora de cuidar de nuestros amigos del reino animal. Desde el megaterio (un perezoso gigante del tamaño de un automóvil que vivía en América del Sur), pasando por el poderoso mastodonte, hasta el humilde pájaro dodo, hemos cazado a los animales hasta su extinción; hemos contaminado el aire, la tierra y el océano en nombre del “progreso”.

Dios anunció que todos disfrutarían de una buena dieta vegetariana, incluso todos los animales (Gén. 1:29, 30). Y finalmente, cuando su última creación se completó y se veía bastante bien, se tomó un descanso: “El séptimo día terminó Dios lo que había hecho, y descansó. Entonces bendijo el séptimo día y lo declaró día sagrado, porque en ese día descansó de todo su trabajo de creación” (Gén. 2:2, 3). Ahí está la respuesta. Dios nos ordenó trabajar, cuidar su creación y descansar semanalmente en honor del Creador. Esto sería lo que caracterizaría nuestras vidas si nunca hubiéramos pecado. El trabajo construiría el carácter y el sábado nos mantendría enraizados espiritualmente.

Hay gente muy legalista, pero generalmente lo son por una razón: porque los Diez Mandamientos dicen lo que no debemos hacer, lo cual los hace a ellos sentirse más “santos” que los demás (en realidad no necesitan otro Dios, ya que ellos mismos son su propio dios). Jesús, sin embargo, resumió la ley en una frase: “Que se amen los unos a los otros”. Hay una gran diferencia, ¿no crees?

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