Читать книгу Sin miedo al fracaso - Tompaul Wheeler - Страница 36

Оглавление

29 de enero - Innovación

La red subterránea

“Yo, el Señor, […] quiero que seas señal de mi alianza con el pueblo. […] Quiero que […] saques a los presos de la cárcel, del calabozo donde viven en la oscuridad” (Isa. 42:6, 7).

Johan Weidner creció viendo cómo se llevaban a su padre preso una y otra vez. Todo comenzó a principios de la década de 1920. Su padre era pastor adventista y, aunque mantenerse fuera de la cárcel se le habría hecho fácil, era para él una cuestión de principios. El gobierno suizo lo multaba repetidamente por negarse a pagar la multa por no enviar a Johan y a su hermana Gabrielle a la escuela los sábados. El pastor Weidner podía pagar la multa, pero estaba convencido de que los gobiernos no deben obligar a nadie a violar su conciencia, por lo que pagar la multa era reconocer que había cometido un delito.

Johan estudió en Francia y en Suiza antes de abrir su negocio. Gabrielle estudió en Londres, donde aprendió idiomas, y después se mudó a París a trabajar para la Iglesia Adventista. Cuando los nazis invadieron Francia, el valeroso ejemplo de su padre los inspiró a lograr lo que hicieron después.

Johan y Gabrielle se unieron a la Resistencia francesa para organizar una red subterránea entre Holanda y París con el propósito de salvar la vida de muchos perseguidos por los nazis. Una red de voluntarios ayudó a judíos, aviadores aliados derribados y otros, a escapar a un lugar seguro. Haciendo uso de pasaportes falsos, Johan se movilizó valientemente por toda la Europa ocupada. La Gestapo lo arrestó y torturó en 1943, pero él no dijo nada. Sin embargo, después de que otro miembro de la Resistencia lo revelara todo el 26 de febrero de 1944, la Gestapo arrestó a Gabrielle, la torturó y la envió a un campo de concentración. En febrero de 1945, el ejército soviético liberó el campo, pero su salud estaba muy quebrantada y murió en cuestión de días.

La Gestapo arrestó a Johan nuevamente y lo envió a Alemania, pero él saltó del tren en marcha y huyó a Suiza. Después de la guerra, gobierno tras gobierno lo honró por haber salvado la vida de más de mil judíos y cien aviadores aliados.

Para Johan y Gabrielle, hacer lo correcto no fue nada fácil. Pero eso era lo único que sus conciencias les permitían, gracias al ejemplo de un padre que valoraba hacer lo correcto más que su propia seguridad.

Sin miedo al fracaso

Подняться наверх