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18 de enero - Vida

Vive la vida

“Si alguno quiere ser discípulo mío, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda la vida por causa mía, la encontrará” (Mat. 16:24, 25).

La vida es una carrera. La vida es un viaje. La vida no es un deporte de exhibición. La vida es aquello en lo que decidimos convertirla. La vida no es un ensayo general. O como Shakespeare dice en su obra Como gustéis: “El mundo es un gran teatro, y los hombres y las mujeres son los actores”; lo cual suena profundo y poético, aunque en mi caso pareciera que perdí el guion.

En realidad, nos despertamos un día y, sin haberlo pedido, aparecemos en este planeta quebrantado. Pronto, se supone que debemos saber cómo sobrevivir por nuestra propia cuenta, como si todo estuviera preprogramado.

Con suerte, conocemos a alguien que a su vez conoce a alguien que podría ayudarnos a que nos vaya mejor. Posiblemente terminemos pobres y solos. Al final, parece que la vida es una apuesta en la que lo que tiene que pasar ocurrirá de todos modos.

¿Es así realmente la vida? ¿Consiste solo en ganar dinero y mantenernos saludables? ¿Hay algo más que meramente disfrutar lo que podamos mientras dure? ¿Algo más que simplemente tratar de impresionar a personas a las que realmente les damos igual; aprender cosas que no tienen importancia; y obtener logros que no durarán? Tal vez tenemos todos los valores al revés, o tal vez no deberíamos tratar de encajar en un mundo en el que todo está al revés.

“Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda la vida por causa mía, la encontrará. ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde la vida?” (Mat. 16:25, 26). La lucha por la supervivencia puede funcionar a corto plazo, pero al final nos habremos perdido. Jesús ofrece una invitación maravillosa a vivir una vida que gira alrededor de algo más que la mera supervivencia. Es arriesgada, pero gratificante. Es peligrosa, pero satisfactoria. Él te estirará, te moldeará y te romperá, pero te convertirá en una “nueva creación”.

No es un asunto de poder o de quién se lleva los méritos. Se trata de dejar que Dios te use de formas que nunca te imaginabas. Se trata de arriesgarlo todo por lo que realmente crees. Se trata de rechazar los estándares de grandeza del mundo y defender algo más grande que tú.

Entonces sí estarás viviendo de verdad.

Sin miedo al fracaso

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