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2 de febrero - Espiritualidad

La Palabra se hizo hombre, ¿o piedra? – parte 1

“Entonces la Palabra se hizo hombre y vino a vivir entre nosotros” (Juan 1:14, NTV).

¿Te has fijado en que el mensaje de la Biblia es revolucionario? Estamos tan acostumbrados a una imagen preconcebida, clásica y conmovedora de la Biblia, que hemos perdido de vista que es radical, transformadora y revolucionaria. Para nosotros, los samaritanos siempre son los buenos, los paralíticos siempre reciben lo mejor, los últimos siempre son los primeros, el reino de los cielos es de los niños... pero parece que no captamos el verdadero significado de todas esas afirmaciones bíblicas.

Aunque nosotros hoy las escuchemos como si fuera una música de fondo, en su tiempo asombraron por completo a sus oyentes. Las Escrituras constantemente denuncian el mundo de abuso e hipocresía al que hoy estamos acostumbrados, y proclaman un nuevo y radical orden; sin embargo, vivimos como en un sopor, acomodados al orden de cosas que conocemos.

Las imágenes que la Biblia presenta del reino de Dios son una refutación clara de toda la estructura de poder sobre la que se fundamenta este mundo. Se revierte el orden existente de depredadores y presas, amos y esclavos, favorecidos y rechazados, y se reemplaza por un nuevo mundo de interdependencia y gracia. Cuando ese futuro maravilloso se deja entrever en nuestro presente, la gente queda estupefacta.

En el reino de Jesús, Dios cuenta con los ignorados, los pródigos son mimados y las prostitutas tienen más probabilidad de salvación que ciertos predicadores. Pero el cristianismo hoy en día gira mucho en torno a nosotros mismos. Justificamos cualquier cosa si se hace por el “bien”. Hemos creado una cultura a nuestra propia imagen, la bautizamos y ya no notamos la diferencia.

Los dirigentes religiosos no tenían problemas con Jesús, siempre y cuando su mensaje se quedara en papel y no se pusiera en práctica en la vida real. Las palabras escritas no les preocupaban porque podían manipularlas para que apoyaran la estructura que los mantenía a ellos en el poder y a todos los demás por debajo. Pero la Palabra se hizo hombre, y eso era algo que ellos no podían tolerar. Las palabras en el papel podían ser fácilmente ignoradas; pero la Palabra hecha carne, la palabra en acción, lo transformaba todo.

Continuará.

Sin miedo al fracaso

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