Читать книгу Buscando una esperanza - Valmy Ardila - Страница 10
ОглавлениеEl Resultado Esperado
El doctor me indicó una prueba cualitativa de embarazo a los 10 días del procedimiento, no antes, y pasado este tiempo debía comunicarme con él. Sin embargo, a los tres días comencé a sentirme mal. Malestar general, dolores de cabeza, náuseas, mucho sueño. Pensé, “no es posible que esté embarazada”, “El doctor dijo que podría tomar un mínimo de tres intentos”. Pensaba que mi mente estaba jugando conmigo en ese momento ¿Lo habríamos logrado?
Transcurrieron los días y los malestares continuaban. Sentía un cambio en mí. Finalmente llegó el momento de hacerme la prueba de embarazo. La fecha era 13 de junio, día dedicado a San Antonio de Padua. Cuando me dirigí al laboratorio sentía que él me había llevado hasta allí, por medio de la voluntad de Dios para que todo saliera bien. ¿Era esto parte del milagro? Una vez tomada la muestra de sangre me dijeron que pasara a recoger los resultados a las 3:00 pm.
Durante todo el día estuve ansiosa. Hablaba con mi esposo, quien también manifestaba una gran ansiedad. Pensábamos que no debíamos ilusionarnos fácilmente, pero al mismo tiempo nos preguntábamos: ¿Y si lo logramos? ¡Qué difícil es manejar este tipo de situaciones! Sólo aquellos quienes hemos pasado por ellas podemos identificarnos con lo que sentimos en esos momentos, cuando anhelas ver un resultado “positivo” en una hoja de papel. Tener un hijo, no es como un artículo que se compra en una tienda. Es mucho más que eso . Incluye la voluntad soberana de Dios. Ésta como humanos no podemos controlar, sólo aceptar con sumisión y humildad, confiando que Él quiere lo mejor para nosotros en todo momento.
Trataba de animar a mi esposo con estas palabras. Pensábamos que, si el resultado de la prueba era negativo, podríamos intentarlo una vez más, una segunda oportunidad.
A las 2:30 pm recogí a mi hija del colegio. Ella también estaba emocionada e ilusionada. Por varios años deseaba tener un hermanito en casa y éste podría ser el momento. Me detuve a contemplar la vitrina de una tienda antes de ir al laboratorio.
—“¡Mami apúrate! Vamos a buscar el resultado”.
—“Espérate hija, tenemos tiempo. Podemos comer algo primero o ver algunas vitrinas antes de ir a recoger el resultado. Estoy un poco nerviosa”.
—“¡No mami! ¡No hay tiempo para tiendas! ¡Vamos!”
—“¡Vamos!”
Llegamos al laboratorio. Le di a la recepcionista mi nombre y apellido, y comenzó a imprimirlos. Cuando iba a colocar el resultado en un sobre blanco, mi hija trataba de ver los resultados de forma curiosa. Le dije a Isabella, “Hija recíbelos tú, porque yo sé que salió negativo”.
La recepcionista entrega el sobre a mi hija con una gran sonrisa en el rostro y asintiendo con su cabeza mientras le daba los resultados tan esperados. En este momento interrumpí:
—“¿Qué? ¿La prueba salió positiva?”
Ella asintió nuevamente con su cabeza, mostrando una gran sonrisa en su rostro. Tomé la prueba entre mis manos y leí que efectivamente ¡estábamos embarazados! ¡El resultado era positivo!
Mi hija y yo nos abrazamos. Comenzamos a sollozar de emoción. La dama sorprendida dijo: “¡Felicidades!”
—“Usted no sabe lo que hemos hecho para logar este embarazo,” respondí. “¡Finalmente Dios escuchó nuestras súplicas!”
Ella emocionada como nosotras nos abrazó a mi hija y a mí, y terminamos las tres saltando de alegría como pequeñuelas en la sala de recepción.
Era el momento de avisarle a mi esposo y al resto de la familia para darles la gran noticia. Llamé a mi esposo quien me atendió de inmediato:
—“Amor, ¿qué paso?”
—“¡Estamos embarazados! ¡Vas a ser papá!”
Mi esposo estaba en la oficina y solicitó un permiso para ir a casa a celebrar con nosotros esta gran noticia. Con mi hija, empezamos a llamar a todos nuestros familiares: mis padres, mis suegros, mis cuñados, hermanas y mejores amigos. Cada llamada venía acompañada de gritos de alegría y felicitaciones. Esta noticia era un bálsamo para quienes nos habían acompañado en este camino y quienes también deseaban la llegada de este bebé.
Al encontrarme con mi esposo sólo nos abrazamos llenos de alegría. ¡Lo habíamos logrado! Antes de acostarnos oramos llenos de agradecimiento a Dios y pedimos que todo siguiera avanzando bajo su protección. Sabíamos que todo no estaba garantizado. En nuestro caso, nos había costado mucho llegar hasta este punto y ahora había que cuidarse más que nunca.