Читать книгу Buscando una esperanza - Valmy Ardila - Страница 12

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Tras haber recibido tan grata noticia, me comuniqué con el médico especialista. Llevamos la prueba de embarazo y se la entregamos. Él nos esperaba sonriente, simpatizando con nuestro sentir como padres y lleno de satisfacción como galeno. Una vez que procedió a examinarme, a medida que iba haciendo la ecografía, señaló:

—“Aquí está el saco embrionario”.

Sin embargo, la expresión de su rostro cambió de alegría a preocupación. Empecé a preguntarme qué ocurría, cuando el doctor prosiguió:

—“Cerca del saco embrionario hay un coágulo de sangre, y se visualiza una zona de desprendimiento de aproximadamente 20%. Esto debe ser tratado como una amenaza de aborto. En un 90% de los casos esto podría llevar a una pérdida espontánea. No te asustes si tienes un pequeño sangramiento. Sin embargo, existe también la posibilidad que este coágulo se reabsorba y el embarazo prosiga. Estos son los dos escenarios que tenemos”.

Al leer la incertidumbre de nuestros rostros, añadió:

—“No se desanimen. Vamos a tener calma y fe. Debes guardar reposo absoluto por una semana y te evaluaré al cabo de este tiempo nuevamente”.

Salimos del consultorio muy tristes. Era inevitable no sentirse así. En todo el camino a casa no se pronunció una palabra. Silencio absoluto. Mi esposo y yo luchábamos entre el deseo de tener este hijo y la posibilidad de perderlo. Tratando de darnos un poco de ánimo, cada noche orábamos juntos, pidiéndole a Dios que todo prosiguiera bien. Una vez más me hinqué delante de Dios y de San Antonio y le dije: “Si permites que nazca, llevará tu nombre”.

Durante estos días nuestra familia nos acompañó muy de cerca. Me ayudaban con las labores de casa y trataban de asegurarse que guardara el reposo que me había indicado el doctor. Los días pasaron, y el tiempo de la nueva evaluación había llegado. Esta vez, el doctor al hacer otra ecografía menciona:

—“El coágulo de sangre desapareció, es decir, se reabsorbió. ¡Esto es bueno! El saco embrionario parece estar bien. Sigues embarazada.” A esto agregó: “Debemos hacer chequeos semanales para ver cómo va evolucionando todo”.


La esperanza llegó de nuevo a nuestros corazones. ¿Estaríamos aún más cerca del milagro tan deseado? Ahí estaba un pequeñito luchando por su vida, luchando por venir al mundo desde su concepción. Con la esperanza renovada, una esperanza capaz de vencer los miedos, mi esposo y yo entendimos que podíamos seguir adelante sólo agarrados de la mano de Dios. Sin Él nada sería posible. Era Él quien mantenía vivo el gran milagro en mi vientre. De Él procedía la calma y fuerzas necesarias en estos momentos.

Buscando una esperanza

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