Читать книгу Buscando una esperanza - Valmy Ardila - Страница 21
ОглавлениеPreguntas sin Respuestas
Mientras tanto, muchas interrogantes pasaban por nuestras mentes: “¿Qué está sucediendo?”, “¿Cómo pudo ser posible que en ninguno de los exámenes y ultrasonidos se viera que el bebé tuviese una arteria única?”, “Todas las ecografías mostraban el desarrollo de un niño regular, ¿Por qué ninguno de los médicos tratantes pudo ver que había una malformación en su pabellón auricular izquierdo?” Estas y otras interrogantes gravitaban por nuestras mentes; nos preguntábamos una y otra vez, en qué habíamos fallado, el porqué de tantos diagnósticos negativos. Muchas de estas preguntas quedaron sin respuesta por mucho tiempo. Esto era sólo el comienzo de aquella decisión que habíamos tomado mi esposo y yo, cuando aceptamos que todo era un milagro.
Quedaban aún por responder dos grandes enigmas para nosotros como padres: “¿Qué podemos hacer ahora por nuestro hijo?” y “¿Cómo solucionar todo esto?”
Mi esposo visitaba diariamente al bebé en terapia intensiva. Su pequeño príncipe yacía en una incubadora y las enfermeras lo colocaban en sus brazos para que lo cargara y acariciara. Mientras estaba en su incubadora, mi esposo le hablaba, le leía cuentos, compartía momentos que, aunque difíciles, eran preciados.
A pesar de estar en un ambiente hostil y frío, lleno de ruidos de los monitores de las incubadoras, mi esposo trataba de ser el mejor padre y apoyo para su pequeñito. Como área de cuidados intensivos, las normas son bastantes estrictas en cuanto al ingreso, la higiene necesaria, y la vestimenta especial en dicha área. Sin embargo, esta sala era lo más cálido que tenía papá para encontrarse con su bebé; donde el colecho los haría una sola persona.
José Antonio comenzó a complicarse con una neumonía, y estuvo bajo tratamientos para controlar la infección. Posteriormente, presentó una infección urinaria. Estas infecciones se debían a mi infección e inflamación de vesícula al momento de su nacimiento. Al momento de salir de mi vientre, aspiró el líquido amniótico y las complicaciones siguieron.
Al tercer día de mi hospitalización mi estado era muy delicado. Mi recuperación era lenta y mi movilidad casi nula. Finalmente, me llevarían a conocer a mi hijo. Una vez que fui preparada para entrar en el área de terapia, fui trasladada en una silla de ruedas hasta su incubadora. No podía pararme a alcanzarlo. Allí estaba mi pequeño de 43 cm. al nacer y un peso de 2 kg 340 gramos. Un sinfín de cables, monitores que medían la saturación de oxígeno en su sangre, una sonda que salía de su boquita, un tensiómetro, y más instrumentos, rodeaban su cuerpecito. Él sólo dormía. Al verlo, mis lágrimas corrieron desconsoladamente.
—“¿Podrá sobrevivir a tantas complicaciones?”
—“Tranquila amor, vamos a salir de esto con bien” – afirmaba mi esposo mientras me sostenía en sus brazos.
—“Sra. Valmy, no debe llorar delante del bebé” – intervino la enfermera. “Ellos perciben todo y esto no le hace nada bien. Él está luchando así que hay que darle mucho ánimo. ¿Lo desea cargar? El contacto con su mami será completamente favorable para él”.
La enfermera tomó a José Antonio y lo colocó en mis brazos. ¡Oh, cuántas ganas tenía de cargarlo, de besarlo! ¡Era tan frágil e indefenso! Sin embargo, este pequeñito luchaba por quedarse con nosotros.
—“Eres nuestro milagro y vas a salir de esto” – susurré a mi pequeño. “Dios está contigo. Te amamos y haremos todo lo posible para regresar a casa felices por tu llegada tal como lo soñamos”.