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3.4. EL NÚCLEO ESOTÉRICO DE LA NUEVA ERA

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En la línea teosófica, desde una nueva “revelación esotérica” que prefiero llamar “posteosófica,” se encuentra la obra que a mi entender constituye la verdadera fundamentación de la espiritualidad Nueva Era: la obra de Alice Ann Bailey, fundadora de la Escuela Arcana, de quien nos ocuparemos con más detalle. Lo mismo sucede, pero la filiación ya no es tan directa, con la obra de Rudolf Steiner, creador de la Antroposofía, a quien tendremos ocasión de estudiar algo más tarde. También en la primera parte del siglo XX, algo olvidados por Hanegraaff, pero reconocidos por Heelas, están los diversos movimientos centrados en las enseñanzas de los Maestros Ascendidos, articuladas en torno a la figura central del Conde de Sant Germain. En primer lugar el «Movimiento Yo Soy», fundado en Estados Unidos por Guy y Edna Ballard en 1930. Algunos afirman que este movimiento ha llegado de manera significativa a más de tres millones de personas. Se ha dicho que representan la difusión popular más grande de los conceptos teosóficos. En la misma línea se hallan las obras de Mark y Elizabeth Clare Prophet, con su Iglesia Universal y Triunfante. Es una nueva fase y una nueva corriente de divulgación del “esoterismo” de la Nueva Era. Recogiendo la idea de la existencia de una Fraternidad o Hermandad planetaria, compuesta por Maestros e Iniciados, sabios y santos de todas las tradiciones (idea divulgada de manera especial por Blavatsky y sistematizada por Bailey), ahora se comienza a hablar de Maestros Ascendidos y de la Ascensión como tema estelar de la Nueva Era (que pasó a ser fundamentalmente estadounidense, como antes lo había sido fundamentalmente inglesa y alemana, a través de Bailey y Steiner, respectivamente). Comienza la lluvia siempre creciente de mensajes de los Maestros Ascendidos, “canalizados” por cientos de “canales,” que crecen en número y siguen haciéndolo hasta nuestros días, entrelazados en las últimas décadas con comunicados procedentes de “extraterrestres,” especialmente de Sirio, de las Pléyades y de Arcturus.

A lo largo de todo el siglo XX, la incidencia de las distintas escuelas rosacruces forma otro de los hilos influyentes de la vertiente esotérica, en esta ocasión declaradamente “occidental” y “cristiana” o al menos “crística”. Muy influyente en un primer momento fue AMORC (Antigua y Mística Orden Rosacruz), así como la «Rosicrucian Fellowship» de Max Heindel, cuyas semejanzas con las ideas de Steiner veremos más adelante. Más recientemente, el «Lectorium Rosicrucianum» o Rosacruz de Oro, de Jan van Rijckenborg, ha pasado a un primer plano con un enfoque gnóstico peculiar.

En la estela de la cosmovisión posteosófica en la que abundaremos luego, podemos situar a una serie de autores destacados como David Spangler, George Trevelyan, Dane Rudhyar, Cyril Scott, Vicente Beltrán o Anne y Daniel Meurois Givaudan.

La llamada (de la) Nueva Era

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